lunes, 31 de octubre de 2011

Los dictadores africanos



Obiang y Muagabe 

 
Los dictadores africanos

José E. Mosquera


La caída de la dictadura de Zine El Abidine Ben Alí, en Túnez, quien gobernó 24 años y dejo el poder como consecuencia de las revueltas populares en enero; la dimisión en medio de protestas de Hosni Mubarak, en Egipto, tras 30 años en el poder y la muerte en Libia del coronel Muammar al Gaddafi, luego de permanecer 42 años en el poder son una síntesis de los cambios de gobiernos que han propiciando las revueltas ciudadanas en el norte de África.



África es un continente que ha tenido una historia política de gobiernos caudillistas y profundamente antidemocráticos que simbolizan tradiciones monárquicas del poder eterno de los antiguos reyes africanos. Por eso, hablar de democracia como la entendemos y la interpretamos en occidente es un asunto bien complicado en África, en razón de que en muchos países africanos, el tribalismo, la etnicidad y la religión tienen mayores fuerzas de cohesión política y social en la población que los partidos políticos. En otras palabras, se tienen mayores lealtades a las tribus, a las etnias, a los credos y a los clanes que a los partidos políticos.


Pese a que hace algunos meses nadie se atrevía a pronosticar sobre el futuro de los anhelados cambios en el norte de África, el triunfo que acaba de obtener en las elecciones en Túnez, el Partido En Nahda es un preludio del posicionamiento que van ha tener los partidos de corte islámicos de los Hermanos Musulmanes en los países del norte de África.


En África no sólo ha existido una arraigada tradición de personificación del poder por parte de sus gobernantes, sino una profunda epidemia de estos de eternizarse en el poder. En Gabón el extinto Omar Bongo gobernó 40 años y lo sucedió su hijo Alí Bongo, quién ha seguido los pasos de su padre para eternizarse en el poder. En Túnez, antes que asumiera el poder el derrocado Ben Alí, en 1987, los había gobernado Habib Bourguiba durante 38 años. En Egipto Anwar El Sadat permaneció 11 años en el mando egipcio y lo reemplazó Mubarak, los dos acumularon 41 años en el poder.


En Togo Gnassinbé Eydemá gobernó 38 años y lo sucedió su hijo Faure Eyadéma, ambos suman 44 años en el timón. En Burkina Faso Blaise Campaore cumple 24 años “ganando” elecciones fraudulentas. En Camerún Alhmadou Ahidjo, ocupo la presidencia 22  abriles, lo  reemplazo Paúl Biya, quién gobierna desde hace 29 años y se acaba de reelegir por 7 años más.


La lista  de tiranos que han ejercido el poder por más de dos décadas en África sigue: Teodoro Obiang Nguema, en Guinea Ecuatorial, llegó al poder tras un golpe de Estado en 1979, pero “ganando” elecciones cumple 32 años en el poder. Otros sucesos similares se vive  Angola, donde el presidente José Eduardo do Santos lleva 32 años en el poder, en Zimbabue, Robert Mugabe desde que reformó la constitución ha “ganado” todas las elecciones y así acumula 31 años en el poder. Una cuestión que se repite en Uganda, Gambia, Sudán y República Centroafricana, entre otros países.


Pero África no es sólo dictaduras, guerras, corrupción,  genocidios, hambre, epidemias, pobreza, fraudes electorales y procesos antidemocráticos. Se ha iniciado un cambio profundo en materia de administración de lo público, desarrollo y crecimiento económico y por eso se habla del milagro africano que se refleja con el crecimiento económico y la reducción de los índices de pobreza en diez países: Sudáfrica, Nigeria, Argelia, Ghana, Botswana, Angola, Mozambique,  Congo, Etiopia y Tanzania.


El Banco Mundial ha señalado que el PIB de África, subió un 5,1 por ciento en 2010, pese a la situación de turbulencia económica que se vive  en Estados Unidos y Europa, espera que África mantenga un  ritmo de crecimiento estable de un 5,3 por ciento en 2011  y de un5.7 por ciento en el 2012. Por consiguiente hay que resaltar el papel que están desempeñando un destacado grupos de líderes políticos e intelectuales africanos que luchan por la consolidación de los procesos democráticos en sus países y rechazan los dineros de cooperaciones y de las ayudas humanitarias, por que consideran que generan más pobreza y dependencia en África.