Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Desde el exilio, donde nuestra voz sigue siendo un eco constante por la libertad y la dignidad del pueblo guineano, quiero dirigirme a cada uno de mis compatriotas. A pesar de la distancia y las circunstancias, llevamos a Guinea Ecuatorial en el corazón, con la firme convicción de que un futuro mejor es posible y está al alcance de nuestras manos.
Una llamada a la reflexión y a la
acción
Cuando conversamos con responsables políticos
de diversas instituciones europeas y americanas, queda clara su indignación
frente al comportamiento de muchos líderes africanos, incluido el dictador
Teodoro Obiang Nguema. Cincuenta años después de nuestra independencia, nos
preguntan, una y otra vez: “¿Son humanos aquellos que perpetúan el sufrimiento
de su pueblo, sentados sobre una riqueza inmensa y dejando a sus ciudadanos en
la miseria?” Estas preguntas, llenas de dolor y de verdades ineludibles, nos desafían
a reflexionar y actuar.
Si un país tan rico en recursos como el
nuestro—con su oro, petróleo, diamantes y gas—no puede garantizar a sus
ciudadanos salud, educación y una vida digna, ¿cómo podemos aceptar este estado
de cosas? Si los hospitales siguen sin construirse y las élites gobernantes
viajan al extranjero para recibir atención sanitaria mientras nuestra gente
sufre, ¿qué explicación puede tener esto que no sea la corrupción y la
deshumanización?
La esperanza en el cambio
Sin embargo, hay luces de esperanza que
iluminan el camino. Vemos a nuestros vecinos en Gabón, quienes, tras el fin de
la dictadura de la familia Bongo, han iniciado una transición política que
culminará en elecciones libres y democráticas en abril de 2025. Este ejemplo
nos demuestra que el cambio es posible y que los pueblos, cuando se unen,
pueden recuperar su destino.
En Guinea Ecuatorial, también estamos a las
puertas de una transformación histórica. La dictadura de la familia Obiang no
durará para siempre. Las cadenas que han aprisionado nuestros derechos y
recursos naturales están a punto de romperse. Cada uno de nosotros tiene un
papel crucial en este proceso. Desde los exiliados hasta quienes resisten
dentro del país, nuestra fuerza radica en la unidad y en nuestra fe
inquebrantable en la democracia.
Un llamamiento a la acción colectiva
Hago un llamamiento a todos mis compatriotas
para que confiemos en el futuro. Ese futuro lo estamos construyendo juntos,
dentro y fuera de Guinea Ecuatorial. Es hora de que pongamos fin a la narrativa
de la resignación. Es momento de levantarnos como un pueblo decidido a reclamar
lo que nos pertenece: nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestros recursos.
La transición política traerá consigo el
retorno en libertad de todos los exiliados dispersados por el mundo. Será un
tiempo para reconstruir nuestro país con justicia, transparencia y solidaridad.
Será también el momento de garantizar que las generaciones futuras vivan en una
Guinea Ecuatorial donde los derechos humanos sean respetados y donde todos
tengamos las mismas oportunidades para prosperar.
Una llama que nunca se apagará
Quiero que sientas, compatriota, que este
llamado no es solo de palabras, sino de corazón. En cada rincón de nuestra
tierra, desde las playas de Malabo hasta los bosques de la región continental,
hay una llama encendida. Esa llama eres tú. Es tu fuerza, tu dignidad, tu
esperanza. Somos un pueblo que ha soportado mucho, pero que también tiene la
capacidad infinita de renacer. No permitas que nadie apague tu luz, porque con
cada chispa que mantenemos viva, nos acercamos más al día en que el sol de la
libertad brille sobre Guinea Ecuatorial.
Hoy te pido que te levantes, que creas y que
trabajes. Porque juntos, no hay obstáculo que no podamos superar. La historia
nos está llamando, y estoy convencido de que responderemos con valentía y
pasión.
¡Adelante, compatriotas! Nuestro
destino nos espera.