jueves, 15 de julio de 2010

Con sangre en las manos



Autor: José E. Mosquera. Periodista y Escritor

jemosquera@une.net.co

Las ventas de teléfonos celulares es un negocio lucrativo que crece a pasos acelerados en el mundo, según las cifras que han revelados las grandes empresas de telefonía móvil 7 de cada 10 personas son dueña de un teléfono celular en el mundo. Por lo tanto, se calcula que actualmente existen más de 5.000 millones de celulares y, desde luego, se prevé que al ritmo que avanza el crecimiento del mercado, dentro de dos años habría más de 6.000 millones de abonados móviles en el planeta.

Las estadísticas señalan que China e India son los países con los mayores índices en el crecimiento del mercado internacional de la telefonía móvil. Enconsecuencia, el Asia- Pacífica es la región del planeta, en donde se concentra el mayor número de teléfonos celulares, seguido por la Unión Europea, América Latina, Estados Unidos y Canadá, el Medio Oriente y África.

Lo que ignoran buena parte de los millones de poseedores de esta clase de teléfonos y otros aparatos electrónicos como ordenadores, reproductores MP3 y MP4, televisores de plasma videoconsolas y equipos de diagnóstico médico, entre otros elementos electrónicos que están marcando las nuevas tendencias en la revolución tecnológica de las comunicaciones en el mundo es que para sus fabricaciones es de vital importancia el uso Coltán, un mineral cuya principales reservas internacionales se encuentran en el Congo, en África central.

Una situación idéntica puede estar sucediendo con otros millones de usuarios que se pavonean con los últimos modelos de estos novedosos aparaticos, pero que desconocen las historias de dolor, miseria, genocidios, las limpiezas étnicas y de graves violaciones de los derechos humanos que suceden en la guerra que se libra en las montañas del Congo por el control de la explotación y el comercio del Coltán.

Una guerra que tiene como epicentro las regiones de Ituri y Kivu norte y sur, en los límites del Congo con Ruanada y Uganda, en donde existen los grandes yacimientos de Coltan y que se han convertido en la médula de uno de los conflictos más crueles en África. Diversas fuentes revelan que las cifras de muertos superan los 5 millones y que por lo menos 4 millones de congoleños se han refugiado en los países vecinos huyendo de las atrocidades de la guerra.

Un conflicto que ha devastado la economía, destruido la infraestructura y el sistema productivo del país y ha dado paso una rapiña internacional por el dominio del usufructo de este mineral, cuyas minas más productivas se localizan en los territorios controlados por las milicias tribales del movimiento del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblos (CNDP). Movimiento que ha basado sus reivindicaciones en el tribalismo como quiera que sus miembros pertenecen a la etnia Tutsis y por eso han contado con el apoyo del presidente de Ruanda Paul Kagame, de origen tutsis y quién bajo el pretexto de proteger a la población tutsis invadió al Congo en 1998. Tras la firma de un acuerdo de paz forzó la división de la región las provincias de Kivu norte y sur, y sigue subrepticiamente respaldando al CNDP del general Laurent Nkunda, un pastor evangélico tutsis, que se cree que es la reencarnación del profeta Moisés, detenido hace más de un año y enfrenta tortuoso juicio por crímenes de lesa humanidad.

Tanto al Gobierno de Ruanda como a los de Uganda, Burundi y Zimbabue se les acusa de tener acuerdos económicos y políticos con los movimientos rebeldes congoleños para beneficiarse del saqueo del Coltán. Igualmente de ser los garantes de los pactos entre los señores de la guerra y una serie de empresas estadounidenses, alemanas, belgas, chinas, canadienses, sudafricanas, francesas, ugandesas y ruandesas, que actúan en cadena para traficar con el Coltan que ser explota ilegalmente en el Congo y que finalmente termina acaparado por grandes compañías como LG Electronics, Samsung, Motorola, Nokia, Sony Ericsson, Intel, Research in Motion y Dell.

Multinacionales que sacan a los mercados millones de aparatos electrónicos, pero que detrás de esa poderosa industria se oculta una dolorosa historia de muerte y sufrimiento del pueblo congoleño, que como bien lo describe escritor español Javier Reverte, en su libro Vagabundo en África “la historia del Congo, es una crónica de desdicha, un infierno en donde el hambre, la guerra, el Sida y la mortalidad forman un paisaje apocalíptico en la vida de los congoleños”.