jueves, 15 de julio de 2010

MI LEGÍTIMO DERECHO AL PATALEO.


MI LEGÍTIMO DERECHO AL PATALEO.
Por Severo-Matías Moto Nsa

Mis fuentes guineanas de absoluta confidencialidad y merecedoras de toda mi confianza, me acaban de trasladar la conversación captada de la sobrina de Obiang Nguema Mbasogo, cruel tirano de Guinea Ecuatorial, de nombre Victoria Mbasogo, quien ejerce de Embajador “efectiva” de la tiranía en Madrid.

En una conversación distendida entre funcionarios y algún guineano solicitante de visado, surgió una leve discusión sobre la oposición guineana en España. Viki, envalentonada, aseguró:

- Severo Moto ya no nos preocupa. Ya no puede hacer nada. El Gobierno español ha firmado un acuerdo con Obiang Nguema de tenerlo sujeto e inutilizado en España. Ahora solo nos preocupan… (citó a otros dos guineanos exiliados en España)

La sobrina de Obiang Nguema, muy diplomática, después de revelar tan importante “secreto”, tuvo, sin embargo, el cuidado de no revelar, cuánto dinero recibía el Gobierno español, o a cambio de tan extraño acuerdo. Lo mismo que se negó a dar el nombre del intermediario y gestor del acuerdo por parte del Gobierno español. Aunque sí indicó que se trata de una importante autoridad.

LAS SECUELAS DEL ATENTADO FRUSTRADO EN CROACIA

Croacia, fue, para mí, la máxima expresión del odio y los negros y pérfidos propósitos que tenían (y tienen) sobre mí, aquellos españoles (autoridades incluidas) a quienes Obiang Nguema pidió que me sacrificaran.

Al croata Ante Jercic, en cuyas manos me puso el belga Christian Philipart de Foi, le prometieron los 15 millones de dólares entregados por el asesino y cruel Obiang Nguema; Pero Ante Jercic dejó de ejecutar el asesinato al no recibir los 15 millones de dólares. Solo le llegaron los primeros 650 mil euros (generosa aportación de dos empresas españolas, Rp. e IB.) que el belga le entregó para los primeros pasos; recibió asimismo el dinero que alguien muy importante del Gobierno español le llevó a Croacia, tras la frustración del atentado; para taparle la boca.

Odio y pérfidos propósitos, sí. Y digo bien. Y sobre todo digo que Croacia fue la “máxima” expresión porque, además de intentar poner fin a mi vida, no empiezan ahí estos odios y pérfidos propósitos. Para mi desgracia, tampoco terminan ahí. Y, desde luego, hasta que se me haga justicia, especialmente en España, será muy difícil que deje de ejercer mi derecho de pataleo.

Lejos de que se me hiciera justicia por el intento de asesinato frustrado en Croacia, el Gobierno español, incoó el expediente por el que se me revocaba la condición de asilo. Hecho que se llevó a cabo en un Consejo de Ministros. Era un acto de indudable malquerencia, y signo claro de que yo sobraba ya en España, al menos para el Gobierno español. (Y pensar que a la hora de decidir retornar a España, tras el calvario de Croacia, hablé por teléfono con un “alto jefe de la Policía española”, quien me aseguró: “… Tu situación de asilo se mantiene, sin ningún problema. Puedes volver cuando quieras”)

El Tribunal Supremo español tuvo que dedicarse a fondo, para, primero paralizar la ejecución de la decisión del Consejo de Ministros; y, luego, desmontando una a una las “flagrantes” razones y motivos exhibidos por el Consejo de Ministros, a través de los informes de sus órganos correspondientes (“…Severo Moto es un peligro para la seguridad de España…”) (¡!), el Tribunal Supremo español resolvió definitivamente que se me devolviera el estatus de asilo político.

A penas me había llegado la sentencia del Supremo, cuando fui detenido en mi casa por agentes de la policía, acusándome de “tráfico y tenencia de armas y asociación ilícita”. La acusación central era que yo intentaba un Golpe de Estado contra la tiranía de Obiang Nguema. Tras intensos registros en mi domicilio, vilipendios, frases y trato humillante de los que me detuvieron; 4 meses y cuatro días después de permanecer en el Penal IV de Madrid-Navalcarnero, los jueces han reducido todo a la acusación de tráfico de armas, y han relegado el asunto a los Juzgados de Sagunto, inhibiéndose la Audiencia Nacional.

Dos años, después, ni he recuperado los instrumentos de trabajo (dos ordenadores); ni los documentos; ni los 10 mil euros de fianza pagados. Se me ha retenido el PASAPORTE (rodeándolo de una historia insólita y bananera, de entregarlo a Obiang Nguema); tengo la obligación de presentarme todos los lunes al Juzgado del lugar, y tengo prohibido salir de España.

Además de no hacerme justicia por el asesinato en tentativa, de Croacia, se me añaden nuevos castigos, además de los citados: Tengo cerradas todas las vías de atención en la Administración española; me han negado la pensión. Me negaron la renovación de mi pasaporte español. Uno por uno, han “descubierto y visitado a los amigos españoles que podían echarme una mano, los han amenazado con represalias si seguían ayudándome económicamente. He sido, finalmente, informado de que el plan final es conseguir verme en harapos y podrido en la indigencia y la miseria. Camino que, para suerte de ellos, he comenzado a recorrer, bajo la mirada y los esfuerzos de mis compañeros del Partido del Progreso, para no desfallecer del todo.

No pueden, con eso, separarme de DIOS. No pueden extirparme el alma. No pueden variar mi firme decisión de no doblegarme a la corrupción tantas veces y tan diabólicamente ofrecida. La pobreza es consecuencia de la honestidad con la que decidí servir, en la política, a mi pueblo, Guinea Ecuatorial.

No por suponerlo, deja de ser interesante y reveladora la afirmación de Viki, la sobrina y Embajadora de Obiang Nguema en España: “Severo Moto ya no nos preocupa. Ya no puede hacer nada. El Gobierno español ha firmado un acuerdo con Obiang Nguema de tenerlo sujeto e inutilizado en España…”

Mi eterna y nunca respondida pregunta: ¿Qué le he hecho a España? ¿Tengo mi legítimo derecho al pataleo, o no?