martes, 12 de agosto de 2008

Guinea Ecuatorial no existe para España


ARACELI MANGAS MARTIN.


Publicado por el diario el Mundo, España, el 31 de julio de 2008.




La gran mayoría de españoles con menos de 40 años no saben que Guinea Ecuatorial fue colonia española durante 230 años: desde finales del siglo XVIII (1778) hasta su ejemplar proceso de autonomía y final independencia, lograda en 1968 -con una relación especialmente intensa con la metropoli durante el siglo XX-. Y con seguridad son mayoría los jóvenes españoles que desconocen que Guinea Ecuatorial es el único país de Africa donde se habla la lengua común española. Desde hace algunos años, los ecuatoguineanos no existen ni para la España oficial o de la política, ni para la España mediática, ni para la España real. Y tampoco para nuestro dinámico empresariado. Guinea Ecuatorial sólo aparece en los medios españoles por motivos negativos. Hace unos meses, por la detención de uno de los líderes opositores, supuestamente implicado en acciones de tráfico de armas. Y más recientemente, el país ha sido noticia de primera página debido a la cancelación de un viaje del dictador Teodoro Obiang al no poder ser recibido ni por el jefe del Estado español -el Rey- ni por el presidente de Gobierno.



No voy a analizar las dificultades que hayan tenido ambos mandatarios para recibir al dictador guineano ni compararlo con otros dictadores que siguen siendo recibidos por ellos. Pero sí quiero reflexionar sobre los ecuatoguineanos, y sobre nuestras relaciones y responsabilidades de pueblo a pueblo. Hemos compartido más de 200 años de historia que no se deben borrar de la memoria de los españoles de hoy y de mañana. Sobre todo porque el sistema educativo de las últimas décadas se ha empeñado en expulsar la historia de España del conocimiento de dos generaciones de españoles, y con ello ha querido borrar de la memoria histórica nuestra presencia y responsabilidad con el pueblo de Guinea Ecuatorial.



Cuando se explica en las aulas a los estudiantes cuáles fueron los territorios que España descolonizó, bajo la buena influencia de un gran ministro de Asuntos Exteriores como fue Fernando María Castiella, en los años 60, cumpliendo con las normas de la ONU, reconocen que nadie les ha hablado nunca de las provincias de Fernando Poo y Rio Muni; hay que escribirles los nombres en la pizarra y situarles donde está Guinea Ecuatorial. Desolador.



España y los españoles no tienen en su memoria histórica a Guinea Ecuatorial. Pero debemos saber que España y los españoles seguimos en la memoria histórica de los ecuatoguineanos. Las desavenencias políticas con España surgieron a los pocos días de la independencia y se agudizaron con la explotación de las inmensas riquezas de petróleo y gas en beneficio de unos centenares de dirigentes de la dictadura. De hecho, la pésima relación con España llevó al dictador Teodoro Obiang a acercarse, primero, a Francia (al franco y a la francofonía) y luego a entregarse a Estados Unidos. Sin embargo, ninguno de los dos países representa nada para los comunes ecuatoguineanos, que siguen recordando con cariño y nostalgia a los españoles y a España.



Pocos pueblos, posiblemente ninguno, entre la casi treintena de los que colonizó España en América, Africa y Asia, sigue recordándonos con tanto afecto y con tanta esperanza puesta en las generaciones actuales de españoles. Me atrevo a decir que la buena gente del pueblo ecuatoguineano ama más a España que muchos de nuestros políticos. Y ese sentimiento se ha transmitido de padres a hijos, después de 40 años de independencia y a sabiendas del desinterés de la España oficial y real por ellos.



No deja de ser curioso que los españoles que vivieron en la colonia guardan todavía hoy un recuerdo nostálgico del pueblo ecuatoguineano y de la fascinación que produce ese país. Es una lástima que los Gobiernos de España no hayan sido más sensibles y abiertos, tanto al amor de los ecuatoguineanos por nuestro país, sin reparar ni centrar nuestra relación con sus gobernantes («las relaciones son con los pueblos», se decía cuando se abrazaban con Pinochet o con Videla o con Castro, o con el sátrapa de Marruecos o de tantos otros países...), como al hecho de la influencia de los cientos y cientos de españoles que tuvieron relación con la colonia.



Con el paso del tiempo, estos últimos desaparecerán por ley de vida y serán la última generación que vivió bajo la Administración colonial y siente con dolor el olvido de ese pasado; y los ecuatoguineanos podrían olvidarnos un día si se les sigue dando la espalda generación tras generación. Parece como si al Gobierno de España nada le importara que se dejara de hablar castellano en Guinea Ecuatorial y se olvidara su vínculo afectivo con nuestra nación. Claro que, en el pasado, a los indolentes Gobiernos de España nunca les importó desvincular a Filipinas de nuestra cultura. Pero la incuria y la desidia no puede ser la respuesta de la España actual.
El Gobierno y la sociedad, con sus empresas y fundaciones, con sus cooperantes, el país entero, debe reaccionar y rescatar su memoria histórica ayudando a la preparación del futuro inmediato de los ecuatoguineanos. Sin olvidar que los opositores exilados que viven en España demuestran su honradez y valentía -les bastaría aceptar el régimen de latrocinio para ser inmensamente ricos en un país que nada en petróleo desde hace 10 años y su población vive en la mayor miseria conocida-.



Desde hace años, los ecuatoguineanos no son tenidos en cuenta en los programas oficiales españoles de becas. Ya no se presta ayuda a la juventud guineana para hacer estudios universitarios o de formación profesional cualificada aquí, ni se le ayuda a formar una clase profesional capaz un día de asegurar la existencia de una sociedad civil que introduzca unas coordenadas mínimas de economía productiva y, a ser posible, una transición pacífica hacia la democracia. La Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) sigue presente y algo hace, justo es reconocerlo, pero no es suficiente en un país que no tiene Estado y cuyos dueños (más que dirigentes) ni tienen voluntad ni capacidad para administrar en el interés común sus recientes e inmensas riquezas.



Los Ministerios de Asuntos Exteriores y Cooperación, de Educación y Cultura y el de Ciencia e Innovación, así como las grandes empresas españolas, deberían abrir sus programas para los ecuatoguineanos y asignar recursos para becas de formación de jóvenes bachilleres, para que, incluso, estudien los últimos años en España y se preparen para acceder a la formación universitaria y la profesional según sus capacidades e inclinaciones. Hay que dar una oportunidad de formación a la juventud de un país en el que no hay ni tan siquiera una librería...
También desde esas instancias gubernamentales y empresariales deberían impulsarse programas de investigación sobre Guinea Ecuatorial para fomentar el interés de nuestra ciencia sobre ese país y fomentar nuestra presencia allí, financiando proyectos de investigación a desarrollar sobre el terreno. El territorio ecuatoguineano tiene que producir fascinación a cualquier investigador experimental inquieto y ser un excelente laboratorio para botánicos, biólogos, geógrafos, vulcanólogos, investigadores médicos, etcétera.



Les liberamos de nuestra dominación colonial en 1968 para entregarles a las atroces dictaduras de Macías y de Obiang, ejecutor y sobrino del anterior. Nuestra responsabilidad no terminó con su supuesta independencia. Tenemos pendiente la obligación con el pueblo de Guinea Ecuatorial de ayudarle a encontrar la libertad y de prepararle para la libertad y la democracia. La meta de la descolonización era la libertad y aún no la ha encontrado. Es también nuestra responsabilidad y una buena oportunidad para el Gobierno de España en este año en el que se cumplirán 40 años de la Declaración de su Independencia el próximo 12 de octubre.



Araceli Mangas Martín es catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Salamanca.