Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del
Progreso de Guinea Ecuatorial
Un viejo y veterano profesor de filosofía, de esos de antes, contaba a sus alumnos que un sabio hindú había dividido a la humanidad en tres tipos. Los primeros eran los que aprendían lo que había que hacer desde muy tierna edad, el segundo grupo no conocían las respuestas, pero si se les enseñaba no tardaban en aprender y el tercer grupo, mejor ni preocuparse, que tuvieran comida, bebida y entretenimiento que con eso les bastaba. Según la teoría del pensador, la sociedad perfecta debería funcionar de la siguiente manera. Los primeros serían los encargados de escribir la leyes y normas que regirían la comunidad. El segundo grupo se encargaría de cumplir y hacer cumplir la ley ¿y qué pasaba con los del tercer nivel? … pues sencillamente, evitar que dieran guerra pues eran humanos que no aprendían de los errores y se mostraban adictos a generar problemas graves por su egoísmo, violencia o corrupción.
En muchas partes del mundo y como
no en Guinea Ecuatorial también, se hacen con el poder los más destacados de
estos indeseables. Echarlos es realmente difícil, sobre todo cuando manejan
todos los resortes del poder como los recursos públicos o las herramientas para
gestionar la violencia como la policía o los militares. Los pueblos gobernados
por esta gente raramente destacan en algo que no sea trágico como la represión
o el robo descarado de los bienes que habrían de repartirse con justicia entre
todos los habitantes.
Estamos asistiendo al final de
uno de los regímenes dictatoriales más longevos del panorama político mundial.
Una élite es repugnantemente rica mientras la gran mayoría de la población
sobrevive como puede o vive en el exilio. No se puede hablar de intelectuales
guineanos, quitando el puñado de hombres y mujeres que a pesar de las
dificultades y la absoluta falta de ayudas han sobresalido milagrosamente. No
contamos con científicos ni siquiera con técnicos notables que ofrezcan sus
servicios a la sociedad en la que viven. No hay deportistas, ni artistas, ni
empresarios o industrias de referencia en Guinea Ecuatorial. Solo existe el
dinero que atesoran estos del tercer grupo que detenta el poder en mí país
mientras el pueblo no tiene ni mecanismos para protestar o pedir auxilio.
Llevamos demasiado tiempo soñando
con una Guinea Ecuatorial independiente. Pasamos de depender de una metrópoli a
sufrir dos dictaduras. Es imposible crecer con esta panda de corruptos e
ineficaces dirigentes. Las grandes naciones piden que no se repita el modelo.
Que ya está bien con lo que ha sufrido el pueblo.
Últimamente, veo como los
herederos de la codicia, la violencia y la corrupción se acercan a países poco
fiables para pedirles ayuda que les permita seguir chupando la sangre a la
sociedad guineana. Si para conseguir estos objetivos obscenos han de pactar con
el mismísimo diablo, se pacta. Las cancillerías están preocupadas. Una base
rusa o china en nuestra tierra significaría más sometimiento, pobreza y falta
de oportunidades para los guineanos en su conjunto.
Los cómplices de la tiranía nos
acusan, a los disidentes, de querer ocupar el espacio que disfruta Obiang y su
corte. No es verdad. Nosotros queremos una democracia con todas las garantías.
Ahora, hoy, cualquier guineano no
puede construir un futuro como lo haría un europeo, por ejemplo. Nosotros
queremos fiscalizar el poder. Quiero elegir a mis representantes y el modelo
social que deseo para mi desarrollo personal, familiar y profesional. En Guinea
Ecuatorial queremos una formación que eduque a nuestros jóvenes para que se
puedan hacer cargo no solo de sus vidas sino también del país.
Queremos una democracia que apoye
a la gente más preparada para que su talento termine revirtiendo en beneficio
de todos los guineanos.
El pueblo de Guinea Ecuatorial
está sobradamente preparado para afrontar un proceso democrático. Los políticos
de la oposición, los disidentes y todos los que no quieren la dictadura,
sabemos que tenemos que poner de nuestra parte para que la Nación no caiga en
el caos o en la ingobernabilidad.
Está en nuestras manos. Somos
capaces, sin duda alguna, de hacer que Guinea Ecuatorial sea un ejemplo a
seguir. Hay que sacudirse los complejos. Muchos de nosotros hemos salido
adelante teniendo todo en nuestra contra. Ahora es nuestro momento. No os
dejéis callar la boca por aquellos que han robado hasta el pan de los pobres.
Hasta ahí podíamos llegar. La hora se acerca y no veo que los que se agarran a
sus privilegios tengan la responsabilidad y el acierto de hacer que la
transición no se convierta en un drama.