sábado, 20 de agosto de 2022

GUINEA ECUATORIAL: EL CÍRCULO SE VA CERRANDO

Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial

 


Los regímenes totalitarios, absolutistas, tiránicos y satrapías de toda índole, tienen la fatal característica de dejar tirados a sus más fieles seguidores. No es de extrañar, obviamente. Si solo miran por sus intereses es más que dudoso que quieran trabajar por el bien común.

Estos días estamos asistiendo a cómo se va desmoronando la estructura de poder creada por el dictador. Se intenta, de todas las formas posibles, legitimar a un sucesor en el que no creen ni los de su familia. La situación se complica y es más que posible que, cuando la cabeza deje el puesto, todo el andamiaje se caiga como un castillo de naipes. Los que pueden huir lo harán. Ya son muchos los que están abriendo casas y mandando a familias enteras al extranjero por que ven peligrar su corrupto tren de vida. Los sicarios, los que creen que pueden medrar en estas aguas revueltas de un régimen agotado, ofrecen sus servicios a cambio de un buen precio y para este tipo de gentuza el caos y el desorden es su hábitat natural.



Es difícil que los dirigentes, por llamarlos de alguna manera, consideren la opción de la negociación. Cada día que pasa son más prescindibles. Casi nadie les tiene en cuenta ya. Han perdido la oportunidad de abrir un debate, una negociación que facilitará la transición a la democracia. El tiempo de alcanzar acuerdos ha expirado y ya solo hay que observar el contador para ver que esto se acaba y ya no hay quien lo pare.

Hace años tuve que vender mi empresa porque había finalizado esa etapa de la vida y quería iniciar un nuevo proyecto. Tenía comprador, pero no estábamos de acuerdo. Yo la vendía por un precio que mi contraparte consideraba excesivo y por mi parte, su oferta me parecía insuficiente. Si no nos hubiéramos sentado a negociar, yo no habría vendido mi negocio y él no lo habría adquirido de ninguna manera. Tardamos tiempo hasta llegamos a un acuerdo y hoy puedo decir que ganamos los dos. Esa es la razón de sentarse a hablar razonablemente.

Con un ladrillo jamás llegarás a un acuerdo. Es inútil.



Algunos de mis compañeros, que tienen contactos con miembros de la dictadura, me comentan que son muchos los que se expresarían con libertad si no estuvieran tan vigilados, reprimidos y fiscalizados. Los más radicales son los que ahora gozan de la palmadita en la espalda del jefe, cuando saben que serán los primeros que abandonará la familia del dictador cuando se acabe el tiempo.  Otros, por el contrario, ponen una vela a Dios y otra al diablo, por si acaso.



Hace unos días estuve viendo el reportaje de la televisión guineana sobre la llegada al puerto de Malabo de un buque de la marina norteamericana. Las entrevistas que hicieron eran más bien protocolarias, pero hubo unas palabras del jefe de los marinos americanos que me llamó la atención.

La misión de este encuentro era las de un ejercicio rutinario para formar a los militares guineanos en las maneras modernas de entenderse y de proceder adecuadamente. Habían programado actividades lúdicas y de hermanamiento entre los militares de ambos países. Pues bien, el responsable del contingente norteamericano puso especial énfasis en que lo que más le importaba era saber con quién hablaban cuando cogen el teléfono en el otro lado.

Las distintas embajadas, con algunos diplomáticos tengo buenas y fluidas relaciones, tienen preparados planes de contingencia porque saben que el tiempo se acaba y estos tarugos de gobernantes son incapaces de garantizar un mínimo de seriedad. Me consta que algunas cancillerías tienen sus personas de contacto con las que consultan y le toman el pulso a la situación. Tienen más interés algunos países extranjeros que la propia dictadura, más ocupada en desplazar al posible competidor que por mirar por el futuro de Guinea Ecuatorial.



He llegado a la conclusión de que el final llegará y les cogerá por sorpresa. No será porque no hayamos puesto de nuestra parte. Es muy triste, pero es así. Nunca quisieron el bien para el pueblo soberano. Han utilizado sus puestos de gobierno para hacerse ricos a costa de la lucha por la supervivencia de todos los guineanos. Son una vergüenza que hay que dejar atrás cuanto antes. Como siempre digo, está en nuestras manos. El momento es delicado y no hay otra opción que salvar la Nación de seres sin escrúpulos, capaces de las mayores atrocidades con el único objetivo de perpetuarse en el poder y seguir robando los recursos que pertenecen al país para su propio beneficio.

El círculo se va cerrando.