viernes, 21 de agosto de 2020

EN GUINEA ECUATORIAL ES POSIBLE LA DEMOCRACIA Y TAMBIÉN LA CONVIVENCIA

   Bata, 1995
Redacción El Confidencial

Diversidad cultural y democracia 

En los últimos años, hemos sido testigos de un repunte de interés de las sociedades occidentales hacia el mantenimiento de la pluralidad cultural. Frente al etnocentrismo o la asimilación, los estados se ven urgidos a desarrollar fórmulas de convivencia cultural. No sólo en cuestiones étnicas sino también hacia grupos con diversidad funcional, minorías religiosas, lingüísticas, etc. La identidad se presenta y distribuye en nuevos ejes, a los que antes no prestábamos atención. Las antiguas identidades dicotómicas van cayendo en favor de nuevos cleavages que atraviesan a personas de diferentes grupos, lugares, clase sociales…
Los estados deben estar preparados para ser capaces de reconocer y organizar esas diferencias sin que estas supongan una amenaza a la concordia ni a la organización social y por supuesto, a la democracia. Todas las etnias y grupos sociales están preparadas y pueden organizarse en sistemas democráticos. La democracia no es un privilegio de blancos ni de ricos, sino la mejor fórmula de gobierno encontrada hasta la fecha. Quienes intentan hacernos creer que un grupo, por las características que posea, no es favorable a la democracia, desea privar a este de la libertad y de la justicia. Cuando Obiang Nguema sostiene que el pueblo guineano no puede vincularse con la democracia occidental, está ocultando su deseo espurio de mantenerse en el poder a toda costa. Su dictadura, como sostiene, no es consustancial con los valores africanos, sino todo lo contrario.
Una vez hemos dejado claras estas dos cuestiones, podemos abordar el tema que hoy nos preocupa, la diversidad cultural y la democracia. Sobre este tema hay escritos extensos y detallados tratados de sociología, derecho, ciencia política, antropología, etc. Por supuesto, no nos hemos leído todos ellos, pero hemos revisado lo suficiente para saber una cosa: que todos, de una forma u otra, apelan a la convivencia de todas las etnias e identidades, siempre que estas tengan un compromiso firme con los Derechos Humanos. Estos son obligaciones contractuales de todos los estados, políticos y ciudadanos, cualquiera que sea su origen. Han sido ratificados por una amplísima mayoría de los estados y nos atreveríamos a decir que todas las personas desearían vivir en un lugar donde se le respeten estos derechos. 
Madrid, 2017
Sería absurdo pretender que un estado tiene que configurarse a la medida de cada una de las identidades que pueden surgir en un territorio. No habría estados para todos. La falacia estado-nación suele ocultar intereses de control y sometimiento. Parece de sentido común que los estados desarrollen mecanismos para garantizar la convivencia de todas estas identidades. Se puede y se debe legislar con sensibilidad hacia la diferencia. Esto, es lo que nos separa de las dictaduras. 
A los guineanos que acudían a la sede del PP para afiliarse, cuando el partido estaba legalizado en Guinea, nunca se les preguntaba a que etnia pertenecía, ni de que grupo social procedían. 
Aquí esta, en resumen, parte del ideario del Partido del Progreso, que desde los primeros momentos quiso integrar a todas las etnias y a todos los grupos sociales. El PPGE era y es un partido para todos, que pretende trabajar en todos los rincones del territorio de Guinea Ecuatorial, sin distinción de etnia o grupo social. 
En estos momentos el Consejo Nacional, y también el Consejo Permanente del Partido del Progreso, están formados por personas de diferentes etnias, que no están allí manteniendo una determinada cuota ni defendiendo un interés particular, sino para luchar por los intereses de todos los guineanos.  
En el momento en que Guinea Ecuatorial entre en un camino democrático, cosa que todos esperamos, le tocará reordenar sus valores. Unión frente a división. Convivencia frente a revanchismo. Libertad y justicia sobre caos y arbitrariedad. Porque, por mucho que le duela a muchos, la democracia es saber reconocer al otro y permitir la disidencia.