miércoles, 20 de enero de 2016

DIÁLOGO CON UN JOVEN GUINEO.

                     
                                                                                                                                                                                                                                                                                                       
Por Severo-Matías MOTO NSA, Presidente del Gobierno en el Exilio del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial.

Lo encontré en el andén, cuando me acerqué a tomar el tren que me conduciría a mi destino. En un primer choque de miradas, noté que, como casi todo guineano "normal", dudó en corresponder a mi gesto de saludo con un meneo respetuoso de cabeza. Me situé a bastantes metros de él, y mientras me colocaba los auriculares para deleitarme con la música clásica, vi que el joven se acercaba, quedo, cuidadoso, casi temeroso… 
De pronto, el tren irrumpió en la estación y cada uno subió por la puerta más cercana. Ya dentro del tren, que venía bastante lleno, me dirigí en busca de asiento (difícil). Y en esa busca, coincidí de nuevo con el joven junto a un camerunés, con el que me encuentro con frecuencia en la misma ruta. 
- ¡Hola! -lancé mi saludo, casi al aire-
- Bonjuor, Monsieur- Contestó el camerunés
- Hola- Contestó, muy bajo, casi imperceptible, el joven.
Pasé de largo, en busca de asiento. Ante la imposibilidad de encontrar tan apreciado "don", me detuve en un descansillo y seguí saboreando mi música clásica, a través de los auriculares; cuando observé que el joven, que me venía siguiendo, sin darme cuenta, se situaba frente a mí; y no dejaba de mirarme, en clara actitud de duda; cara seria, y una gran ansiedad reflejada en su mirada.
Desalojé los auriculares de mis oídos y le miré, sonriente, al joven. Se colocó más cerca de mí, sin darse cuenta de que tanto cuidado, cálculo y prudencia podía provocar en mí otra actitud de cuidado y defensa por si... las moscas…
Al fin el joven susurró una frase. Lo hizo tan bajo que el ruido de tren no me permitió entender lo que me decía. (Casi todos los guineo-ecuatorianos (país de terror de Obiang Nguema, hablan en voz muy baja) Me acerqué a él. Y con mi sonora voz de barítono le saludé:
-Hola. ¿Qué tal?
- Creo que le he visto alguna vez.
- ¿Donde?
- En alguna revista. Pero no sé si es usted...
-Yo soy Severo Moto Nsa
- Ah, ya decía yo.
- ¿Cómo te llamas?
Mi amigo pareció arrepentirse de haber subido la voz y me dijo su nombre con la voz tan baja que el sonido se perdió de nuevo, en el run run del tren.
- ¿De dónde eres? ¿Guinea, Congo, Gabón...?
- ¡No! Soy de Guinea Ecuatorial. Soy de Ebebiyin
- ¡Hombre! -grité, llamando la atención del vecindario- Hablemos en fang; para que no nos entiendan...
Mientras los demás viajeros me miraban, asombrados por la propuesta que yo acababa de hacer, mi joven amigo y yo nos fundimos en una breve carcajada. Y seguimos la conversación en un fang-spanish normal.
El tren anunció, en español y en inglés, la parada siguiente. Los asientos empezaron a “abrirse a la libertad”, a medida que la gente abandonaba el tren. Nos sentamos, cara a cara, mi amigo y yo. E inmediatamente se inició un largo diálogo.
- Yo no sé por qué en Guinea Ecuatorial todos dicen que ser opositor es ser un hombre peligroso.
- ¿Quiénes tienen armas y quiénes matan a la gente en Guinea Ecuatorial? ¿Los opositores? 
- ¡¡¡No!!!
- ¿Quiénes?
-Usted lo sabe muy bien...
- Me imagino que yo no tengo cara de matón ¿No?
- Por eso… Yo no sabía que Usted podía hablar conmigo. Cómo es que Usted no se va a Guinea, con lo que le esperan ahí.
- Me consta que me espera el pueblo guineano. Porque me quiere mucho. Pero Obiang Nguema me espera para matarme. Y yo no soy suicida…
- ¡No, no!- Me interrumpió mi interlocutor- Ese ya no puede matar a una persona como usted…
- Pero yo, a Guinea Ecuatorial no voy para unirme a Obiang Nguema y hacer lo que él está haciendo con nuestro pueblo.
- Entonces esto ya no tiene solución. Usted lo que espera es que otros quiten a Obiang o lo maten… y luego ven…
- Yo no quiero la muerte de nadie. Ni la de Obiang Nguema. ¿Qué hago yo con un Obiang Nguema muerto? ¿Su cadáver, de qué sirve a los que no somos antropófagos como él?
- La verdad es que este no debe morir, antes de declarar ante los tribunales sobre todo lo que ha hecho contra Guinea Ecuatorial. Pero veo que esto no tiene solución… Si usted ni está all´…
- Hay miles de soluciones a esta situación. Hay que encontrar la mejor. La que menos sangre produzca a nuestro país. Esa de llevarle a los tribunales es la que más miedo, rechazo y terror le causa a Obiang Nguema Mbasogo. Es militar y prefiere “morir con las botas puestas”, antes que pasar la vergüenza de ser juzgado por tantos asesinatos, robos y maldades que ha causado a nuestro país. Prefiere que lo maten antes que…
El tren soltó su dulce melodía (¡”Re-sól-lá-sí-sol-re…”!) anunciando la parada.
- Oye: Creo que esta tu estación –le recordé a mi amigo, interrumpiendo mi perorata
- No. No se preocupe. Yo no sabía que podía hablar con Usted. Sigamos.
Y el diálogo siguió con toda su intensidad, mientras nos dirigíamos hacia la estación final; mi punto de llegada.
Cuatro temas, entre otros, de marcada importancia centraron finalmente ese dialogo entre un joven guineo de Ebebiyin y un político de la oposición a Obiang Nguema.
A.- Estamos los dos de acuerdo en que es de absoluta necesidad que los exiliados retornen EN LIBERTAD a Guinea Ecuatorial. Y mi amigo me dio la sensación de que le gustaría que yo - Partido del Progreso- (Me aseguró que no pertenecía a ningún partido de oposición guineana) estuviéramos en Guinea Ecuatorial, VIVOS.
B.- Que Obiang Nguema Mbasogo, debería marcharse, sin que ello supusiera más asesinatos a mansalva en nuestro país. Que Obiang Nguema Mbasogo no debería marcharse de rositas, sin haber respondido, ante los tribunales y el pueblo guineano, por el destrozo moral, psíquico y físico -en todos los sentidos- que ha causado y causa a nuestro país. 
C.- Estamos de acuerdo en que matar a Obiang Nguema no es la solución al desastre que ha creado en nuestro país. El cadáver de Obiang Nguema, ni sirve de nada, ni soluciona el grave problema que, en vida, causa y ha causado a nuestro país. 
D.- Y, Sobre todo, en lo que a mí y a la oposición se refiere, mi joven interlocutor y yo llegamos a la conclusión de que la oposición ni es peligrosa de por sí, ni mata como lo hace el PDGE.
En el debate sobre las matizaciones de estas conclusiones, nos pilló la musiquilla del tren  anunciando la última estación, donde me quedaba.
Bajamos los dos, y nos quedamos en el andén. No era tiempo para celebrar nuestro encuentro en la cantina –ya cerrada- de la estación. El tiempo de espera del tren que conduciría a mi joven amigo, de regreso a su destino lo utilizamos para demostrar que SEVERO MOTO NSA no es un peligro, para nadie y no tenía sentido huir de él. Y la gran prueba es que el pitido de su tren anunciando la salida, nos pilló fundidos en un cordial abrazo de despedida.