jueves, 20 de agosto de 2015

La Corte de los Idiotas



Recuerdo las palabras de mi viejo maestro antes de las vacaciones de verano. Terminaba así la escuela para llevarnos al instituto. 

El maestro se apoyó en la mesa y miró a toda la clase de la que se iba a despedir para siempre: 

“Vosotros os vais al instituto y yo me jubilo, queridos discípulos” dijo, como el que va a coger un tren hacia un destino lejano y prosiguió, “sed buena gente y no os olvidéis de este sabio consejo: Nos os arriméis a una cabra por delante, a una mula por detrás y a un tonto por ninguna parte” reímos como locos y salimos corriendo de clase. Fue la última vez que vi al viejo profesor.




El recuerdo tan vivo de aquellos años escolares viene a cuento pues saliendo del Metro, en Madrid, me topé con un compañero de aquella clase,  y que como otros muchos perdí la pista pues mis padres, al terminar la escuela, decidieron cambiar de ciudad. La alegría fue inmensa ¿Cuánto hace que no nos vemos? Casi dijimos al unísono al tiempo que nos fundíamos en un fraternal abrazo… ¿cuarenta años, cincuenta, quizás? Cómo pasa la vida.

 Teníamos poco más de nueve o diez años cuando nos despedimos y hoy, lo que son las cosas, nos volvemos a encontrar. Los dos habíamos estudiado en las Islas Canarias aunque a muy temprana edad mi familia se trasladó a la península y dejé mi infancia vagando suspendida en la bruma que rodeaba el barco que nos llevó hasta Valencia. Hoy, con mi antiguo compañero de clase, recordábamos aquel día que dejamos de ser niños para entrar en el Instituto. Mi vida ha sido más o menos como la de cualquiera pero mi amigo, de Guinea Ecuatorial, pasó de ser español a extranjero en su tierra y vio como todo cambiaba para mal.



“Qué razón tenía nuestro maestro”, me dijo recordando la anécdota del no arrimarse a un tonto por ningún lado. Su vida era para escribir un libro. La mala suerte, la fatalidad y la combinación de circunstancias y personajes sórdidos, habían convertido Guinea Ecuatorial en una guarida de maleantes. El desorden con que España se deshizo de la ex colonia dejó destrozada a una sociedad que empezaba a alcanzar estándares de civilización moderna y avanzada. Los más “borricos” se hicieron con el poder y desplazaron a las personas preparadas y eficaces. Los violentos se impusieron a los educados y se forjó una corte de estúpidos que expulsaron al exilio, en el mejor de los casos, a grandes personas.




Nos sentamos en una terraza pues había mucho que de lo que hablar. Mi vida había sido sencilla; terminé mis estudios, monté un pequeño negocio, me casé y mis hijos han heredado lo que con paciencia y mucho esfuerzo hemos ido construyendo. Mi amigo, mi compañero de la escuela, guineano, terminó sus estudios superiores y trabaja para una multinacional con sede en Madrid. Cada vez que ha viajado a Malabo o a Bata ha vuelto con el corazón roto y me dice que siempre recuerda el sabio consejo de nuestro maestro.




Guinea Ecuatorial es un pequeño país que abraza importantes yacimientos de petróleo y sin embargo continua malviviendo o enfrentado a los caprichos del sátrapa Obiang y su banda. Más de la mitad de la población ha tenido que exiliarse y sobrevive fuera del país y la otra mitad convive con esta especie de monarquía degenerada que aspira a perpetuarse en el tiempo, como si de inmortales se trataran. A pesar de los años transcurridos, casi medio siglo, los dirigentes presentan los mismos y grotescos rasgos de analfabetismo y “burricie”: sin seguridad jurídica, ni una sanidad estatal mínima; sin educación de ningún tipo; sin una clase media y menos aún sin capacidad para generar un tejido productivo digno de tal nombre. La sociedad es básica y está basada en el miedo, la discrecionalidad, la corrupción y la arbitrariedad.




Hablamos largo y tendido de las posibilidades que tiene Guinea Ecuatorial y la comparábamos con otras sociedades, incluso islámicas, como Kuwait o los Emiratos y no hay puntos de comparación salvo en el número de barriles de petróleo que salan de sus pozos pero poco más. Hasta los beduinos del desierto han desarrollado unas sociedades infinitamente más prósperas que la que Teodoro Obiang Nguema es capaz de soñar. Aún teniendo todo el dinero posible y más, son incapaces de crear nada al tiempo que destruyen todo lo que tocan.




Mi amigo guineano, guineo ecuatoriano, se desespera cuando habla de Teodoro Obiang y su banda. No hay derecho a que teniendo todos los recursos la gente casi no sepa ni leer ni escribir correctamente. La oposición al régimen sencillamente no existe en el país y los exiliados viven en la diáspora, sin recursos, amenazados y con muy pocas posibilidades de hacer entrar en razón al tirano.

Mi compañero es un hombre muy preparado y así lo consideran en su empresa pero no puede volver a Guinea Ecuatorial y menos aún postularse para emprender un proyecto reformista que acabe con la situación que mantiene paralizado el país y terriblemente empobrecido.



Este hombre milita en la oposición, en la disidencia al régimen y me cuenta que lleva más de tres décadas en el Partido del Progreso de Severo Moto.
La falta de preparación de los guineanos es tan brutal que muchas de las formaciones opositoras están controladas o infectadas por el régimen. 

Teodoro Obiang ha empobrecido todo lo que toca pues opina que nadie puede ser más listo que él y claro, así las cosas, la situación no puede ser peor. Un reyezuelo tonto de remate rodeado de una corte en la que se compite por ver quién es más idiota.

Este guineo ecuatoriano me habla de la oposición al régimen de Obiang y se siente esperanzado pues se ha roto esa tendencia de ascender al más bruto por la de crear equipos capaces y eficaces que eleven la calidad de vida y creen una sociedad preparada y exigente que haga de Guinea Ecuatorial un bonito sitio donde vivir e invertir.



Severo Moto, me comenta, se ha rodeado de intelectuales, empresarios, técnicos y personas comprometidas con su país y con su gente. Este hombre no duda que el cambio se va a notar tanto que se olvidaran de Obiang y su siniestra familia en el plazo de muy pocos años.

Se necesita formación, educación y enseñar a las personas a pensar por sí mismas y no a pedir limosna. Lo que más le gustó de Severo Moto fue su proyecto de “Aulas Democráticas” y que desde entonces no ha dejado de participar en las acciones de este grupo opositor, según él, el más preparado frente a Obiang ya que, así lo creen en el Partido del Progreso, podrían comenzar a organizar el país de manera inmediata.

Antes de despedirme de él, le pregunto que qué es lo que hace falta para que la paz y la prosperidad lleguen a Guinea Ecuatorial y me dice que Severo Moto lo ha resumido muy bien en una hoja de ruta que tiene tres puntos fundamentales:

1.   Puesta en libertad inmediata de los presos políticos y control sobre los mecanismos represivos del régimen.

2.   Regreso en libertad y con garantías de los exiliados.

3.   Inicio de un proceso que culmine en unas elecciones libres, democráticas y determinantes para comenzar con la reconstrucción de Guinea Ecuatorial. Elecciones que han de estar monitorizadas y controladas por organismos independientes e internacionales que garanticen la limpieza del proceso y la libre expresión del pueblo de Guinea Ecuatorial.

Nos abrazamos y quedamos para vernos más adelante. Me ha alegrado ver a mi compañero de pupitre tras tantos años. Ojalá y ese país, Guinea Ecuatorial,  que España abandonó a su suerte, recupere el norte y sea un bonito lugar al que ir con toda la familia.