Sabemos que, al menos Celestino Okenve, estaba repartiendo octavillas para persuadir a la gente a que no vayan a los campos de fútbol, para evitar un posible contagio por ébola.
La asistencia a los partidos de fútbol se lo ha tomado el dictador como asunto de estado y está dispuesto a todo para hacer que la gente vaya a los partidos de fútbol. Así lo esta haciendo con los funcionarios, a los que está amenazando si no aparecen por los estados de fútbol. Igualmente con las empresas que tienen concesiones en Guinea: si no obligan a sus trabajadores a asistir a los partidos de fútbol pueden perder las concesiones.
Está claro que el dictador ha enloquecido, mostrando su verdadera condición de asesino.