martes, 18 de febrero de 2014

EL REENCUENTRO (II)

                                         
                                                                                                              Por Severo-Matías Moto Nsa. Presidente del Partido del Progreso y Gobierno en el Exilio de Guinea Ecuatorial.
Hemos hecho una pregunta al aire sobre cómo se tejió, en -¡Europa!- el proceso de democratización que al final fracasó y quedó enquistado, como una vieja llaga supurante de pus,  en el llamado, a la vez “valiente” y también cobardemente: “Ensayo Democrático a la equatorguineana”. También nos reafirmamos en la decisión de no adentrarnos en los detalles nimios de la historia, por obvia falta de espacio y de tiempo; amén de cumplir el objetivo inmediato y central EL REENCUENTRO.
EL PARLAMENTO EUROPEO SE PRONUNCIA.- 1988.- La vocación occidentalista, atlantista, demócrata cristiana y de proyección internacional, nos llevó, desde el inicio de la actividad política del Partido del Progreso, a conectar – al calor de la Internacional Demócrata Cristiana (hoy, de Centro), con Europa, América e Hispanoamérica, amén de África. El Parlamento Europeo, la I.D.C. y los múltiples partidos políticos del mundo, integrados en esta Organización, sirvieron de cobertura inapreciable y abono imprescindible para la madurez del Partido. Por eso, cinco años después de la fundación del Partido del Progreso, nos sentimos suficientemente respaldados, protegidos y acompañados por la I.D.C y el Parlamente Europeo; y decidimos dar el gran salto cualitativo de salir al encuentro de Guinea Ecuatorial y solicitar el reconocimiento o legalización del Partido del Progreso. Veinticinco días después de un acorralamiento, silencio, ninguneo y abandono oficial -no faltos de sustos y amenazas- en Guinea Ecuatorial, el Partido del Progreso era admitido como miembro de pleno derecho en la I.D.C., en su “Bureau” político, celebrado en Roma
En sus arrebatos de cobardía y miedo, y tan pronto supo que me había ido a Roma, Obiang Nguema me acusó de intento de golpe de estado y decretó la pena capital a mí y a varios amigos. Era un claro signo de miedo y cobardía para evitar que se me ocurriera volver a Guinea Ecuatorial.
Retomé el exilio, en España. Y retomé, evidentemente, mis conexiones con Europa. Alemania, pilar de la democracia Cristiana europea, nos invitó a un curso de política democristiana en le gran “Aula Democrática” Coming Winter. Y entre las visitas organizadas, en Bon, nos recibieron en el Ministerio de Asuntos Exteriores, donde expusimos nuestros dolores y penas políticas. Y surgió un breve diálogo que acabó en una profunda sugerencia de nuestro interlocutor, amigo de muchos años de encuentros en el Parlamento europeo:
  • España tiene, en el bolsillo, a Guinea Ecuatorial. Para que los países de la Unión Europea puedan tomar cartas en el tema de Guinea Ecuatorial, en el terreno político, de libertades y democracia, tiene que presentar en el Parlamento un documento de trabajo, en ese sentido. Será estudiado por la Comisión de Exteriores. Presentado en sesión plenaria del Parlamento, el acuerdo que se adopte obligará a todos los países y será de aplicación obligada en Guinea Ecuatorial. Si no hace esto España, todos los demás países actuarán libremente en Guinea Ecuatorial. Sé que tienes buenas conexiones y amigos en el Ministerio de Asuntos Exteriores español. Plantéaselo y, a ver qué pasa.
Regresamos de Alemania. Y dos semanas escasas de haber planteado el plan al amigo Fernando Villalonga, Director General del Ministerio de Exteriores para África y Oriente Medio, Don Fernando Villalonga me llamaba para decirme:
  • Voy al Parlamento Europeo, a cumplir tu propuesta…
En efecto; los acontecimientos parecían precipitarse. En diciembre de 1991 Don Felipe González realizaba un viaje, casi improvisado, a Guinea Ecuatorial. A su vuelta, soltó, como un  reto y prueba sobre la oposición en el exterior, invitándoles a crear una comisión que se trasladara a Guinea Ecuatorial y entablar diálogo y negociaciones con el régimen. Era ese viaje del Presidente español, el primer gran paso europeo hacia el proceso de democratización de nuestro país. Cabe pensar que se trata de que España, apoyando de firme el proceso, no solo  justificaba la acción de los demás países europeos, sino que además, de una vez, España se aprestaba a cubrir el triste y desesperante vacío de libertad, derechos humanos y democracia que se abrió en Guinea Ecuatorial con la desastrosa descolonización que dejó truncados los horizontes el pueblo guineano.
Era imprescindible la presencia, en el país, de la oposición exiliada; en aquellos decisivos y precisos momentos.
(Seguimos dejando aparte los detalles y nimiedades -no por nimiedades, menos decisivas y trascendentes…- para otros espacios).
A pesar de la diatriba y los dimes y diretes que finalmente ha merecido el salto cualitativo que dio el Partido del Progreso, trasladándose a Guinea Ecuatorial, cinco meses después de la propuesta y empujón de Don Felipe González, no faltan otras voces críticas –cuando no diametralmente opuestas, ideológicamente al Partido del Progreso- que llegan a agradecer y valorar en alto grado, la llegada al país del Partido del Progreso. Esa llegada primera, y las sucesivas que se produjeron, nunca hubieran sido posibles si el Parlamento Europeo no hubiera tomado una resolución sobre Guinea Ecuatorial, a propuesta de España. España, en el Parlamento  Europeo, y la oposición exiliada, llegando a Guinea Ecuatorial, hicieron posible el “milagro…” del inicio del proceso de transición democrática en Guinea Ecuatorial.