jueves, 30 de enero de 2014

EFEMÉRIDES GUINEO ECUATORIANAS DEL PARTIDO DEL PROGRESO. -EN CLAVE DE TERROR Y MUERTE- (III)

                                        

Severo-Matías Moto Nsa.
La famosa Sala Marfil (en principio, dedicada por los colonos a la proyección de películas; y convertida por la dictadura de Obiang  Nguema en salón de juicios públicos sumarísimos, ilegales  y faltos de seguridad jurídica; siempre con sentencias dictadas desde el palacio presidencial, por Obiang Nguema) estaba atestada de un público enfervorecido, candente y no falto de incidentes. Era un público formado básicamente por militantes y simpatizantes del Partido del Progreso, así como directivos de otras formaciones políticas de la oposición. En cuanto los policías de Obiang Nguema se percataron de la clase de público que acudía al juicio, decidieron, en un momento dado, cerrar las puertas del salón. Con lo que se vieron desbordados por una multitud apostada en los alrededores de la Sala Marfil, en mayor cantidad que los de dentro.
 
En la mente de todos anidaba la certeza de que iban a pronunciarse sentencias de muerte; ya que la causa central del juicio, lejos de ser por “injurias y ofensas contra el Jefe de Estado”, por lo que me hallaba en arresto domiciliario pasó a ser por “intento de golpe de estado contra Obiang Nguema…”  
El alegato presentado contra mí, era tan burdo y pueril, que, confieso, me reí profundamente en medio de la angustia que la certeza de mi muerte me producía. En resumen se trataba de que: Yo, Severo Moto Nsa, pretendía dar un golpe de estado contra el Jefe del estado, “Su ecsselenssia” Obiang Nguema. Para ello, hablé con un Cabo del ejército de Obiang Nguema, a quien puse mis manos sobre su cabeza y le hablé en un lenguaje que el joven Cabo no entendía. Acto seguido, coloqué en el dedo del Cabo un anillo, para su seguridad…”
Por toda respuesta, cuando fui interrogado por el Juez, pregunté:
  • Señor Juez: ¿Es que yo soy un “Faquir” para encantar serpientes?
La sala estalló en una sonora carcajada; mientras el juez ordenaba silencio.
El Cabo se encargó de desmentir públicamente lo que le habían hecho firmar, a golpes de tortura, contra mí. Al final de la gran farsa de juicio me cayeron dos años y medio de cárcel por “injurias al Jefe de Estado”, en un primer momento. Al día siguiente, recibí la sentencia por “intento de golpe de estado” que, como todo el mundo esperaba, era la máxima pena. La pena capital.
Fui metido en el furgón policial, a culatazos. Lo último que escuché fue, un ruidoso “Oyenha” (grito de alegría), lanzado por una mujer –dicen que del PDGE- que felicitaba a Obiang Nguema por ser capaz, por fin, de “terminar con ese hombre”
Llegados a la pendiente que conduce a la cárcel de Black-Beach, y mientras iba caminando hacia el tétrico penal, rodeado de policías, militares, sus esposas e hijos que habitan el campamento, yo me fui despojando de mi chaqueta; corbata; camisa; mi cadena; absolutamente consciente de que baja la pendiente de la muerte. Detrás de mí, caminaba Manuel Nguema Mba, recogiendo mis despojos y charlando intensamente con “alguien” por un teléfono portátil. Poco antes de llegar al garito de entrada en Black-Beach, lleno ya de policías y torturadores, oí, a Nguema Mba, preguntar –extrañado-  a su interlocutor:
  • Entonces: ¿Qué hacemos con él?
La respuesta la viví -casi atónito- cuando Manuel Nguema Mba gritó un rotundo: - ¡No; así, no! -cuando vio que yo empezaba a recibir los primeros golpes en las partes más sensibles de mi cuerpo: Las mandíbulas, la cara, el estómago, la barriga y las partes pudendas…
  • Bueno, cortadle el pelo así… -Ordenó Armengol Ondo Nguema, hermano de Obiang Nguema; trazando, con su dedo, una cruz sobre mi cabeza. Otro preso, militar asesino, pariente de Manuel Nguema Mba, se encargó de cortarme el pelo en  forma de cruz; dejándome cuatro ridículos mechones en la cabeza.
Y fui recluido -en calzoncillos- en una celda; vecina de la del Secretario de Finanzas del Partido del Progreso, Don Tomás Eló Akaa. Cristiano-católico, creyente y practicante convencido, dediqué mis primeros minutos a rezar y encomendar mi alma al Señor. Luego, cumplí con lo más humano que tenemos los humanos: Lloré, y lloré; de impotencia. Cuando me repuso del llanto, y mientras conectaba con los familiares que me habían precedido en el camino de la muerte, me sumergí en un profundísimo sueño, del que solo desperté cuando oí el estruendoso ruido de la cerradura del portalón de hierro de la celda.
  • ¡¡¡ Venga, levántate. Vete a bañar ahí (El encargado de la cárcel- José Antonio, analfabeto funcional- señaló la esquina del salón donde habían situado dos cubos de agua; y añadió:
  • ¡¡¡ Cuando venir la que te traes comidas dile que traigos sábanas y mantas!
Visiblemente enfurecido, José Antonio refunfuñó, finalmente, clavándome su mirada:
  • ¡¡¡Yo no entender por qué no se pore a  matarse o pegarse  un  preso porítico como estos…!!!
Y se largó.
Solo, siete meses después de abandonar la celda y Black-Beach, tuve la narración detallada de todo lo que había rodeado este truculento “affair”
1.- La pregunta de Manuel Nguema Mba,  a Obiang Nguema, cuando me conducía aquel al precipicio de Black-Beach: (“¿Entonces qué hacemos con éste?), obedecía a una orden recibida de Obiang Nguema, desde España, para el dictador asesino se limitara, esta vez a castigar y encarcelarme. No, asesinarme. Las puntuales y certeras gestiones de la Iglesia; de S.M. el Rey de España; del Partido Popular.
2.- Unas semanas antes de que Obiang Nguema decidiera mi salida de la cárcel, se había visto obligado a realizar un viaje urgente a Gabón, al encuentro de su gran protector Omar Bongo Ondimba (q.e.p.d.)
3.- A la sazón, Teodorín Nguema Obiang  se hallaba preso en Francia, acusado de haber matado a una chica con la que viajaba, de juerga, en un coche; a plena velocidad; ebrio de alcohol y droga. Una acción coordinada entre Francia (Chirac); España (Aznar); y Gabón (Omar Bongó), llegó al pacto de intercambio de presos, entre un político (Yo); y un delincuente común… (Teodorín) Una y otra vez doy las  gracias, con la misma sinceridad y efusión que lo hice aquel 9 de Agosto de 1995, día en que fui recibido, en olor de multitudes, en el Aeropuerto Madrid-Barajas,  tras abandonar Black-Beach.
4.- Nunca olvidaré la visita que recibí, en Black Beach (sin quitarle importancia a la inesperada  presencia “salvífica” de Don Rodolfo Martín Villa, en Guinea Ecuatorial) por parte del entonces Delegado del P.N.U.D. (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Llegó a Black-Beach, estando todavía Obiang Nguema en la cita con Omar Bongo, en Gabón. No me reconoció, por la tupida barba negra,  moteada de finos pelos de nieve, que se había amotinado en mi mentón. Puede parecer demasiado; incluso arriesgado, y quizás no aconsejable traer aquí la confesión que me hizo el Representante del PNUD: 
- Estás en la cárcel porque lo ha decidido el Gobierno socialista de España; pero también ha sido ése Gobierno  el que ha prohibido que te maten.
Como terminar, de momento, hasta aquí, este relato, sin rendir mis más efusivas gracias al Gobierno socialista español, de entonces (1995) que ordenó ese largo martirio, pero que tambien prohibió mi sacrificio final… ¡¡¡Gracias!!!