Por Severo-Matías Moto Nsa
CAYO ONDO MBA ANGUÉ ASESINA, EN MI LUGAR, A MARTIN ESONO.- Tan pronto como entré en la sedes del Partido del Progreso, con los debidos permisos del asesino Cayo, forzado por la amenaza del Juez, recibí una llamada telefónica. Vacía, sin interlocutor. Unos minutos después recibí la de Luciano Ndongo Esono. Llamaba desde Libreville (Gabón), a donde se había refugiado, huyendo del incendio de persecución que Obiang había desencadenado contra el Partido del Progreso, con detenciones selectivas de la cúpula directiva del P.P. Luciano Ndongo me pidió que hiciera gestiones ante la Embajada española para que le facilitaran un visado para trasladarse a España:
Mis últimas palabras se fundieron en el suspiro y llanto de aquel joven militar de la Marina de Obiang Nguema que se había afiliado al Partido del Progreso; por lo cual su vida estaba condenada a un consejo militar. Y huyó a Gabón.
La segunda llamada recibida en mi arresto domiciliario, fue la del Vicepresidente del Partid del Progreso, desde España, para comunicarme que acababa de ser asesinado Don Gregorio Ordoñez; el vigoroso candidato a la Alcaldía de San Sebastián, con quien hacía escasas dos semana habíamos paseado por las calles de Bilbao y que recibió un sorprendente beso de un desconocido individuo que, para más recochineo, le preguntó a nuestro amigo: “Espero que sabrás por qué te doy un beso…”
La tercera llamada telefónica, apenas recluido en el arresto domiciliario, fue muy especial: Después de tres veces diciendo: “¡dígame!” y recibiendo el silencio, como respuesta, decidí, en vez de colgar esperar, con el auricular pegado al oído. Así pude oir una voz femenina que en fang decía, casi con tono de apenada:
⁃ ¡¡¡Quiiié!!! Mora djam. Aháye fe ber` ácobo (¡¡¡Vaya!!! Gran asunto. Ya no va a volver a hablar…)
Colgó, y cortó, el teléfono, para siempre.
No pude dormir en toda la primera noche de mi arresto domiciliario. Y cuando en la madrugada se me iba acercando el sueño, oí la voz de un joven que, conversando con los tres policías que custodiaban y controlaban mi arresto, contaba la historia de un coche que acababa de atropellar a una persona por la carretera del Aeropuerto de Malabo. Me asomé por la ventana; mis ojos tropezaron con los del joven que miraba justo, en ese momento, hacia mi ventana.
En definitiva… CAYO Ondo Mba Angué, asesino profesional, al servicio de Obiang Nguema, decepcionado por no haber cumplido la misión de llevarme a Black-Beach y sacrificarme, en ofrenda a Obiang Nguema, se cebó en Martín Esono; un ferviente militante del Partido del Progreso que, como todas las mañanas caminaba por la carretera del Aeropuerto de Malabo, hacia su finca. CAYO le obligó a subir al coche; se negó a dejarlo en la entrada a su finca y unos metros más adelante, paró el coche; mandó bajar del coche a Martín Esono: “¿Eres el que le suele llevar plátanos a Severo Moto?”; y, sin mediar respuesta, CAYO desenfundó su pistola y descerrajó un tiro en la nuca de Martín Esono. Tomó el machete de la víctima tendida en el suelo; abrió su cráneo, extrajo la masa encefálica; cercenó, seguidamente sus partes genitales. Introducido todo ese diabólico trofeo en un calcetín, metió el cadáver en el maletero de su coche. Se dirigió, acto seguido, al Hospital General de Malabo; no sin antes haber tomado un suculento desayuno en el bar de “MAMY”, asesinada, tiempo después, por el Jefe de Gabinete de Obiang Nguema: Okenve.
(El relato de este hecho, fue meticulosamente confiado por el joven que acompañaba a CAYO en su coche -Robado a la gendarmería gabonesa- a su novia. Así ha llegado a nuestro conocimiento)
Ante el clamor popular que despertó el tétrico hecho, y el ruidoso rumor de que Martín Esono había sido asesinado en lugar de Severo Moto, Obiang Nguema hizo un amago de enviar a Black-Beach a CAYO Ondo Mba Angué. Este se rebeló rotundamente negándose a ir a la cárcel y amenazando, a voz en grito, que si se producía su detención y encarcelamiento en Black-Beach, contaría esta y otras misiones de este estilo, encomendadas por Obiang Nguema. CAYO fue arrestado en su casa, por unos días. Rehabilitado de inmediato, CAYO sigue siendo el campanazo de terror, miedo y muerte que su nombre significa a los oídos del pueblo guineo, aterrado. Todo su poder y supervivencia radica en el miedo que Obiang Nguema tiene a su capacidad de relatar, una a una, las múltiples misiones de asesinato que le viene encargando el terrorífico presidente de Guinea Ecuatorial.
CAYO, es un hombre que siembra pánico por donde pasa. El pueblo guineano, tan moldeado a lo cristiano-católico, tan creyente, solo puede, cada vez que piensa en Obiang Nguema, o en CAYO, sumergirse en el silencio del miedo. Si será poderosa la fe en Dios inyectada a ese pueblo, que ni CAYO, ni Obiang han recibido nunca ningún gesto, rasguño o dolor físico de revancha, venganza…por nadie del pueblo guineano. Ni siquiera por la vía de la brujería, nadie ha hecho nada a CAYO ni a Obiang Nguema. Como muy buenos cristianos (¿89%?) parecen creer a pie juntillas en la frase que la Biblia atribuye a DIOS: “La venganza es mía, dice el Señor”.
EL SUICIDIO ME ACECHÓ…
La Comisión interpartidista de la P.O.C. regresó de la Región Continental, con un mensaje que solo un pueblo noble, impoluto en sus convicciones y profundamente democrático, como Guinea Ecuatorial podía dar: El partido político de la P.O.C. que más implantado se hallaba, y mejor conectado con el pueblo guineano (en todos los Distritos visitados (Menos Mongomo, atrapado en los tentáculos de Obiang Nguema) era el Partido del Progreso. Aquello sonaba a un regalo, a un obsequio, además de reconocimiento del pueblo guineo a la labor del Partido del Progreso; y un mensaje y homenaje a su Presidente, atrapado en el arresto domiciliario. Solo el Distrito de Mbini, pidió que, a pesar de ser un feudo político del P.P. (según la Comisión Interpartidista) el partido del Progreso cediera la Alcaldía de Mbini a la C.P.D.S. Firmé esta cesión de la Alcaldía de Mbini, estando en arresto domiciliario, cuando se dignó a acceder a nuestra sede, Plácido Micó Abogo, Secretario General de esa formación socialista guineana…
“HERIRÉ AL PASTOR…”
Estando recluido en mi asilo (digo) arresto domiciliario, a la espera del juicio, me llegó la noticia de la detención, secuestro y traslado a Bata, interrogatorio, bajo tortura, del Secretario General del P.P. La noticia de la citación al Secretario de Información del P.P. en la Dirección de Seguridad. La noticia de la llamada al Secretario de Relaciones Institucionales, Don Pablo Ndong Ensema ante el temible Manuel Nguema Mba; Ví aquel tétrico regreso del Secretario de Formación, Don José Ndong Masuela de la Dirección General de Seguridad con los ojos hechos candentes y rojas bolas de tomate por la tortura recibida. Reventar la directiva del Partido del Progreso, mientras yo sufría el arresto domiciliario, fue un plan meticulosamente urdido por Obiang Nguema y sus esbirros. Y así fue. Se cumplió la frase bíblica: “Heriré al pastor y se descarriarán las ovejas”. Algunas de las “Ovejas” de la directiva del Partido del Progreso se resguardaron- sin descarriarse- en el exilio. Y el miedo y el pánico cundió, evidentemente en los más débiles y más fáciles de ser asesinados.
SALVADOR BIBANG, JUAN EKOMO…ETC., ETC.
En esta situación de desmembramiento del Partido del Progreso, estaba yo, y a la espera de que se produjera el juicio por “difamación e injurias al jefe de Estado”, por traficante de droga,, dos días escasos de que se produjera el juicio, escuché por la radio que en Bata había sido detectados y detenidos unos contenedores de armas, en cargadas por Severo Moto Nsa a los comerciantes canarios “Hermanos Santi”, amigos íntimos de Obiang Nguema; para preparar un golpe de estado contra Obiang Nguema.
A la acusación de “injurias y difamación contra el jefe de estado”, cuyo juicio estaba esperando en mi arresto domiciliario, se añadía la acusación letal y fulminante de “intento de golpe de estado”
Confieso, sinceramente, que sentí impulsos de suicidio. De desaparecer de ese mundo que se estrechaba en mi entorno y clavaba sus garfios en mi “psique”.
Salí de mi aposento y me encontré en el gran salón-oficina del Partido del Progreso, para anunciar a los que me acompañaban en mi arresto, la noticia bomba:
-“Ahora me acusan de haber intentado un golpe de estado. ¡¡¡Me van a matar!!!-grité-
Y me recluí en mi aposento, metiendo la llave en la cerradura. Juan Ekomo y Salvador Bibang no me dieron tiempo para meditar y sumirme en una profunda toma de decisión de si valía la pena seguir viviendo. Comenzaron a golpear, violentamente, la puerta. Les abrí; y entraron, con ellos, otros dos compañeros.
⁃ Escuchad lo que están repitiendo por la radio Bata.
Tras escuchar las noticias de Radio Bata, pedí a mis compañeros que me dejaran solo en mi aposento, porque quería “meditar”. Bastó que se lo dijera, para que todos a la vez, me gritaran:
⁃ Ahora sí que no le vamos a dejar solo.
Pasamos la noche en vela, conversando sobre las posibilidades o no de que el juicio que esperábamos, agravado por el tema de un “intento de golpe de estado” podía a acabar en mi ejecución, o no. Les tocaba a ellos convencerme de que no me iba a matar Obiang Nguema. A mí me tocaba salir de la convicción de que no valía la pena seguir viviendo… Ellos, ganaron. Yo perdí. Y la vida siguió, después del juicio. ¿Cómo fue? … CONTINUARÁ.