lunes, 12 de noviembre de 2012

ELECCIONES EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA ¡QUÉ GRANDEZA!, ¡QUÉ ENVIDIA!

                                                           
    Severo Matías MOTO NSA, Presidente del Partido del Progreso 
y Gobierno en el Exilio de Guinea Ecuatorial.

INTRODUCCIÓN…
Nos llegan noticias, desde el entorno presidencial de Obiang Nguema, que aseguran que el dictador más longevo de África, esperaba ansiosamente  que ganara el republicano Romny, tal como se lo pronosticaban sus “bien untados” lobbys americanos. Que Obiang Nguema se subía por las paredes, enfadado, cabreado, reventado, fuera de sí, al saber que el afroamericano, Barack H. OBAMA  (¡Látigo implacable de dictadores africanos!) había ganado las elecciones y renovaba, por otros cuatro años, su mandato, desde el sillón de la Casa Blanca.

En mis, ya largos, años de vida, puedo alardear de haber visto y vivido escenarios dispares, variopintos y  dicotómicos.
La experiencia vista (vivida tan de cerca por los medios modernos) de las recientes elecciones en los Estados Unidos de América, difícilmente podrían pasar desapercibida y, menos, despreciada.
Mientras otros analistas, y casi todas las tertulias, al hablar de estas elecciones, se ceban en los “contras” y las razones físicas y materiales, superficiales y “rápidas” para justificar el carácter modélico de las elecciones americanas; otros tenemos el mismo derecho a centrar nuestro análisis en el ALMA  que mueve, marca y da sentido profundo a estas elecciones y a los candidatos, líderes y pueblo que las celebran.
Alguien asegura que es el dinero que, a espuertas, gastan los americanos en potenciar y asegurar el camino de sus candidatos hacia del triunfo final, en la conquista de la CASA BLANCA. Otros creen que a pesar de todo, no es un sistema perfecto, precisamente por el dinero que se pone en acción…
Mi lenta, corta y reducida mirada, me hace centrarme en una profunda convicción que, incluso, me atreví a expresarla en el mitin que celebré en la ciudad de Bata, en el mes de enero de 1996: 
¡Las elecciones son una gran fiesta popular! La gran fiesta de la libertad. Claro que el pueblo guineano al que me dirigía no solo lo entendía; sino, sobre todo, quería que, efectivamente, fuera así.(Otra cosa es la espesa mancha de tinta negra de miedo, dolor y zozobra con que se celebran las elecciones de Obiang Nguema en Guinea Ecuatorial, por miedo a perderlas)
Yo he visto, desde este lado del Atlántico y a través de los medios de comunicación, cómo, efectivamente, en los Estados Unidos de América las elecciones son una fiesta. Donde un blanco y un negro-mulato, antes de comenzar un debate televisivo, se dan un abrazo cordial y efusivo. Y cada vez que se cruzaban sus caminos para intercambiar escenarios de mítines, o se repetía el abrazo y saludo cordial o, simplemente un “Hola, ¿Cómo estás?” 
Durante la larga campaña, ningún insulto, ni un exabrupto, ningún clima de guerra declarada. Y, al final, ese pedir a Dios para que el contrincante ganador acierte en su tarea, que no es otra que la de hacer grande a Los Estados Unidos de América.
¿Alguien se imagina, en Guinea Ecuatorial, ínfima partícula mundial, felicitando Obiang Nguema al opositor que le gane, simplemente las elecciones municipales (1995)? 
En los Estados Unidos de América, el país de Martin Luther King, un  negro y un blanco compitiendo, en igualdad de condiciones, y disputándose el voto de negros y blancos;  hispanos y americanos; indios y  judíos, por igual. Haciendo extensivo, y propio de todo el país, (en el proyecto participado de hacer de los Estados Unidos de América, un  gran país plural y abierto) la gran frase de Barack Obama: Yes, we can! (¡Sí, podemos!)… Esa respuesta rotunda  de Obama, al gran sueño de Martin Luther King: ¡I had a dream! (¡He tenido un sueño)… 
Lloran, todos juntos, multitudinaria y solidariamente (sin echarse las culpas, unos a otros) cuando Osama Ben Laden revienta las Torres Gemelas y sepulta, en caliente, a centenares de Norteamericanos; Lloran juntos ( sin inculpaciones fáciles, uno al otro) cuando  la madre naturaleza parece recordarles, con el huracán SANDY, la ineludible realidad del dicho cristiano de:  “Memento, Homo; quia púlvis es, et in púlverem revertéris” (Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te convertirás) 
Luego, con un profundo reconocimiento del origen de su grandeza, se recluyen en sus casas, en torno a un pavo, para dar gracias a Dios (Thanks giving day)
Esa grandeza que se rebaja a la pequeñez de “dar gracias”; esa grandeza que empequeñece su orgullo personal en el Día de la Oración; esa grandeza que, a pesar de todo, se vuelve sencilla en unas elecciones libres, limpias, democráticas, sin  necesidad de observadores, sin un despliegue de militares violentos y crueles para encauzar y proteger el voto del Presidente… 
¡¡¡Cómo tantos, pueden ser tan ordenados!!! ¡¡Cómo tantos millones de personas pueden ir a votar, sin haber habido peleas y matanzas; sin haber mediado un acontecimiento (organizado y preparado, adrede -golpe-) que marque y dé orientación a su voto, a favor del Presidente!! ¡Cómo un negro-mulato puede ganar a un blanco, en los Estados Unidos de América! 
Nuestros ancestros africanos nunca hubieran dudado en atribuir todo esto a la BRUJERIA.
Yo no dudo en cerrar los ojos apretadamente; reabrirlos luego, y gritar: ¡¡¡Qué envidia!!!
312 millones de habitantes norteamericanos, en 9’83 millones de kilómetros cuadrados
700.000 habitantes guineo ecuatorianos, en 28.050 kilómetros cuadrados. Hemos comentado las elecciones de millones de votantes norteamericanos. ¿Quieren, o necesitan, nuestros lectores, que les comentemos cómo suelen ser  las elecciones de apenas doscientos mil… votantes guineanos? 
Cuando los Estados nidos necesitan 4 años y la posibilidad de relección por otros cuatro, para cuidar de la grandeza de su imperio, y merecer su respeto y agradecimiento, en Guinea Ecuatorial se necesitan siete largos años, hasta alcanzar la vitalicialidad en el poder, para acumular el odio, inquina, repudio, repugnancia y aversión del pueblo guineano y responder con detenciones arbitrarias, encarcelamientos, asesinatos y desapariciones.
¿Comparar a los Estados Unidos de América bajo el liderazgo del afroamericano Barack H. Obama, con la Guinea Ecuatorial, bajo la bota militar, asesina, de  Obiang Nguema? Puede hasta resultar insultante para el líder afroamericano. No es por tanto el solo afán de comparar. Ni siquiera se trata de  comparar medidas de habitantes y de superficie.
Se trata de la triste extrañeza que produce ver la facilidad con la que, en la normalidad democrática, se puede conducir, engrandecer y hacer prósperos a millones de personas; mientras con la dictadura solo se puede destruir a los escasos 700 mil habitantes encadenados por el miedo, bajo la bota, militar dictatorial…
Elecciones en los Estados Unidos: ¡¡Qué grandeza!! ¡¡Qué envidia!!