jueves, 1 de septiembre de 2011

La caída de los dioses africanos




Si ya es horrorosamente difícil sobrevivir al día a día, en Guinea Ecuatorial, ahora añadimos, también, una máquina excavadora que te puede echar de tu casa. Es como si alguien estudiara, cada mañana, las maneras de tomarte el pelo de la forma más burda, con menos gracia y grosera posible.


Todavía no se han apagado los ecos de los fastos por acoger, en Malabo, la última Cumbre de la Unión Africana y nadie sabe qué objetivo perseguía semejante y monumental  montaje. Eso sí, de ahí echaron, sin contemplaciones, a todos los que habitaban la zona donde  se reunió la “élite” africana.

Un ejército de operarios levantó, en un tiempo record para nuestro país, una pequeña ciudad de lujo para acomodar a los “Jefes de Estado” de las naciones africanas así como, familiares, séquitos e invitados varios. Todo confort, exceso y detalles suntuosos, más propio de un destino turístico, VIP, que de unas jornadas de trabajo para atajar los males del continente más castigado del planeta.



África se desgarra y sus responsables se lo montan en el oasis artificial del sátrapa Obiang, Presidente de turno de tan flamante organismo.

Entre risotadas, chapuzones y visitas al bufet “free”, se olvidan de la mirada opaca e impotente de una madre abrazada a una criatura esquelética. África se desangra en guerras absurdas y evitables. El hambre destruye con lentitud dolorosa a millones de personas. Pero, los grandes estadistas del conteniente, ni siquiera escuchan el retumbar de la estampida humana que huye de sus dictaduras, del hambre, las guerras y un dolor obsceno que no pueden evitar. Los que huyen, son conscientes de que muchos morirán por el camino o ahogados en el mar. Los que, con suerte, lleguen a las tierras del norte estarán solos o a merced de mil avatares. Tanto sufrimiento y ni una sola declaración de intenciones, creíble, para llevar un poco de esperanza a los que más lo necesitan. Que maldad más encanallada.


Hace 50 años muchos países africanos veían la luz de la Independencia pero la historia se truncó y muchos, la mayoría, sufrieron  convulsiones tremendas y algunos, como Guinea Ecuatorial, quedaron anclados en los métodos aberrantes de someter a la población, a los seres humanos, a los abusos más repugnantes.

Estos “dirigentes de pacotilla” están cortados por el mismo patrón: Pasan de ser unos asimilados al hombre blanco para convertirse en el heredero de los colonos. Aborrecen a los blancos pero los imita hasta en el último de sus gestos pero poco más. La verdadera filosofía de estos “imitadores” radica en su fino instinto de observación y aunque se comportan como “blancos” piensan como los animales de la selva y su concepto de organización está basado en el “machorreo”, la bestialidad y la ley del más fuerte. No hay nada inteligente en sus formas de gobernar. Nosotros, los guineo ecuatorianos, tenemos a un personaje así, Teodoro Obiang Nguema.

Hasta hace poco tiempo, se sometía a la población a la incultura más abyecta y castrante. Se les negaba el acceso a cualquier fuente de información y más aún a los servicios, siendo estos desarrollados y gestionados por misioneros u otras organizaciones extranjeras. Incultos, maltratados y sometidos a un régimen de explotación peor que a los animales de una granja, es como se aseguraban, los tiranos, la incapacidad de lucha de sus súbditos. Pero, como hemos visto, no se pueden poner puertas al campo. Los habitantes de Guinea Ecuatorial malviven en condiciones paupérrimas pero saben que se podría aliviar, muchísimo, la terrible situación. 

La información llega por canales que ni los sátrapas pueden controlar con todo su dinero y aliados. Llegan noticias del saqueo al que somete Obiang al pueblo de Guinea Ecuatorial y de los desvaríos de familiares y miembros de la banda con la vida y hacienda de todos los habitantes y las noticias vuelan. 

Conozco un caso de una muchacha que escribió, con un lápiz, toda una noticia que estaba escuchando por Radio Exterior de España y terminó haciendo casi un centenar de copias para repartirlas entre su círculo familiar. La población está decidida al cambio y espera ese momento como ha sucedido en lugares, hasta ayer inimaginables, como Túnez, Egipto, Libia, Costa de Marfil y otros focos, como Siria, Yemen y hasta el mismísimo Marruecos, entre otros, que están laminando a sangre y fuego todo repunte de contestación a sus respectivos y aberrantes regímenes.

Estos dioses impostados, mandamases analfabetos y brutales, van cayendo, uno a uno, ante la estupefacción de sus colegas que aún quedan en el dantesco club de los opresores africanos. Obiang debe sentir un escalofrío de cabeza a pies cuando contempla, supongo, las imágenes de cientos de libios pisoteando la foto del hasta ayer “querido Presidente” apodado el “Ché africano”. Estos aprendices de dios tienen los pies de barro y hasta las mujeres de su Guardia Presidencial; esas amazonas que juraron defender, hasta la última gota de su sangre, al líder libio; lo acusan, ahora, de vejaciones, violaciones y todo tipo de maltratos. 



Cualquier cosa puede suceder. El pueblo, más pronto que tarde, terminará por sacarse la venda de los ojos, los tapones de los oídos y el parche de la boca. Ese será un gran día y muchos estamos preparados para tan histórico momento.



En la disidencia, la vida es muy dura. Te forja el carácter y aprendes del valor de las cosas sencillas y decentes. Una noche, tras finalizar un acto con los militantes más jóvenes del Partido del Progreso, me acerqué al Presidente Moto que miraba, tras el ventanal de un alto edificio de Madrid, el horizonte gris del atardecer. Me situé a su lado y me dijo, a modo de reflexión: “las transición sería realmente modélica si Obiang entendiera que se le acabó el tiempo. Si, Obiang, tuviera un pequeño chispazo de lucidez… saldría de escena antes que aguantar y arriesgarse a planteamientos más expeditivos. Lo que cambiaría la historia”

Severo Moto sabe que la estabilización del país y la reconstrucción de la República es cuestión de tiempo, eficacia y buen gobierno. Ahora, de lo que se trata, es el de evitar un sufrimiento añadido al conjunto de la sociedad. ¿Qué pasará cuando el preso político, vilmente maltratado, exija con toda justicia, la reparación de los daños causados? ¿Qué harán, Obiang y sus bandidos, cuando una mujer y unos hijos reclamen una explicación por la muerte del marido y el padre arrebatado violentamente de la vida? ¿Qué harán cuando alguien pida una justificación por la destrucción de su casa o la expropiación forzosa de sus tierras? ¿Qué harán? Me pregunto.

Severo Moto será un gran Presidente democrático, si así lo eligen nuestros paisanos, en unas elecciones democráticas. Guinea Ecuatorial ha de avanzar hacia el progreso y normalizar su vida. 



De joven me sorprendía lo que podía hacer fuera de mi país y siempre me he preguntado el por qué de las cosas. ¿Por qué en Europa o Estados Unidos sí y en Guinea Ecuatorial, no? Aún hoy, sigo pensando en lo que podemos hacer y eso gracias al ofrecimiento y confianza de Severo Moto y la de mis compañeros de gabinete en el exilio, que  me honran  con su reconocimiento. Con Severo he aprendido que tenemos que trabajar en equipo y sobre objetivos claros.  Nuestro país, la República de Guinea Ecuatorial, cuenta con los cuadros especializados suficientes como para trabajar en un proceso democratizador estable y posible. Nuestra formación política, el Partido del Progreso, y el Gobierno en el exilio son unas piezas fundamentales a la hora de enfrentar el futuro inmediato.



Supongo, como dirigente político que, Teodoro Obiang Nguema, habrá valorado la posibilidad de trazar una estrategia posible para salir con cierta dignidad del poder. Como Vicepresidente del Gobierno en el exilio le exhorto, una vez más pues ya lo he aconsejado en otros artículos y entrevistas, que se marche de Guinea Ecuatorial, cuanto antes.

Durante mucho tiempo se ha hecho el mal en Guinea Ecuatorial. La gente está cansada y empieza a sentirse ofendida. La salida, ordenada y pacífica, de Obiang y su banda del país, sería un verdadero milagro y casi con toda seguridad, la mejor decisión de este agónico régimen que lidera Obiang Nguema.

Esto no es un juego de niños. Podemos hacer que la situación sea más o menos agradable. Obiang debería poner tierra de por medio. Su tiempo ha acabado y se acerca el juicio de los ciudadanos que querrán, queremos, saber que han hecho con los recursos de todos y el por qué de tanto sufrimiento.

Supongo, solo supongo, que Obiang y su entorno barajarán esta posibilidad de ir quitándose de en medio y comprando, a golpe de talonario, un final feliz o apacible para sus últimos días. En Guinea Ecuatorial nos jugamos una transición tranquila o un cambio a empujones. Si Obiang se marcha será más fácil la liberación de los presos políticos, el regreso de los exiliados y el proceso democrático pero si insiste en quedarse, pues ahí tiene la hemeroteca de los últimos meses y verá como pasa un país de ser un referente turístico a un enclave explosivo.

El Partido del Progreso y los equipos del Gobierno en el exilio, participaremos en el proceso de transición a la vida democrática.

Obiang debería facilitar las cosas y evitar situaciones incontrolables. La sociedad guineana no ha de temer al cambio y por eso, insisto, hay que ser responsable a la hora de tomar decisiones.  Los miembros de la banda armada que controla Guinea Ecuatorial, lo deberían pensar.

Estoy convencido de que cada día que pasa nos acercamos, con más solvencia, al final de una mala experiencia. El final de Obiang será la señal que nos anime a ser dueños de nuestro futuro.


Armengol Engonga
Vicepresidente del Gobierno de Guinea Ecuatorial en el exilio.