País sepultado bajo la ley de materia reservada, secretos oficiales del estado, ¡silencio y a callar!, Guinea Ecuatorial, y muy concretamente su pueblo (o sus pueblos) viven, desde hace mucho tiempo una doliente alarma generalizada; eso sí silenciada, enmudecida, disimulada, frenada, secreta y prohibida.
Los hospitales y casas de guineanos en España están atestados de enfermos llegados de Guinea Ecuatorial; no importa su categoría o su nivel social; pero todos llegan hechos una tristeza de personas y sobre todo bajo el silencio de cuál es su enfermedad. Si son Ministros, o altos cargos del Gobierno “equatorquineano” de Obiang Nguema, se cuidan mucho de no divulgar su enfermedad para que no se sepa; (porque ¡quieren seguir transmitiéndola!). Si son de la numerosa clase baja, ni se les cita., ni vienen a España. Hospitales de Madrid, Barcelona, Valencia, París… son otros tantos “pre” tanatorios a los que vienen a parar, en riadas, numerosos enfermos silenciosos de Guinea Ecuatorial.
El año 1994, una ilustre personalidad mundial, ligada al movimiento del Reverendo MOON, lo decía en Washington, con tono dolido y apocalíptico: “¡El SIDA se va a cargar a media África!”.
Van muriendo en silencio o incluso regresan a Guinea Ecuatorial, siempre cuidando de que nadie conozca su enfermedad. Y sobre todo que no se sepa que es un transmisor de la enfermedad. Si a esto añadimos que en la abrumadora mayoría de los casos las autoridades utilizan más que el dinero, la represión y la agresión sexual para transmitir la enfermedad, podemos encontrarnos con una cadena de delitos.
Los médicos, cuando llegan a España, aprovechan sus conversaciones secretas para informar a sus amigos y familiares muy íntimos, sobre la noticia: “En Guinea Ecuatorial, el 85% de la población está enfermo de SIDA”. Luego, poniendo el cuenco de la mano junto a la boca, afirman: “La mayoría de los enfermos de SIDA, son las autoridades”.
Luego hay que pasearse por las calles de las ciudades o pueblos de España, y entrar o participar en una conversación, para escuchar con qué rabia e impotencia comenta la gente sobre los enfermos que les llegan de Guinea Ecuatorial. Parecería que la enfermedad del SIDA, en Guinea Ecuatorial, es enfermedad de las autoridades. De ese 85% de afectados, diríase que el 85% son autoridades. Dinero, Autoridad y SIDA; un tenebroso trinomio infernal en que se revuelcan los mandamases de Guinea Ecuatorial.
En conversaciones callejeras, se comenta que las autoridades guineanas afectadas por el SIDA tienen como lema: “Si me he de morir, que mueran los demás también”. Así es como la actividad más frenética y competitiva de las autoridades guineanas (a falta de otra dedicación de carácter institucional, ministerial o de servicios administrativos) es la de la transmisión del SIDA. Muy especialmente a las menores de edad. Resulta francamente depresivo escuchar detalles de las conversaciones, referidas a la utilización del sexo por parte de las autoridades “equatorguineanas”:
Frases como: “El verdadero pago que hacen las autoridades guineanas a las chicas, más que dinero, son los ataúdes”. Es decir que los billetes de francos CFA con que las autoridades “equatorguineanas”, pagan a las niñas, tras utilizarlas sexualmente, son menos útiles que el SIDA que les transmiten y que sí, asegura su muerte.
¿Quién, guineano, no tiene en Guinea Ecuatorial a una hermana, madre, prima, hija, sobrina, nieta, pariente o amiga que podría caer irremisiblemente en el infernal proyecto de las autoridades “quatorguineanas” infectadas (85%) de SIDA? Ante tal amenaza activa y real de muerte segura, qué coño importa la riqueza, el poder y la gloria terrena en la que se revuelca Obiang Nguema y sus autoridades?
El panorama es sencillo. El sueldo de los trabajadores oficiales (funcionarios) es, como se sabe de miseria. Más del 75% de la población vive con los brazos cruzados, mendigando los restos de las ciudades, y refugiándose en el alcohol, tan generosamente importado por los empresarios españoles y extranjeros. Es muy frecuente que una familia (normalmente numerosas) vivan del resultado de la entrega sexual de las niñas a las autoridades. (La poligamia y la poliandria son un sello de identidad de las autoridades “equatorguineana”). El “sueldo” que las autoridades pagan a las niñas por utilizarlas sexualmente, por lo que se cuenta, lleva impuesto una ración de SIDA. Las autoridades “equatorguineanas” no dudan en dejar tirados en las cunetas los cadáveres de niñas violadas e infectadas de SIDA, que no han resistido al maltrato. Ningún padre de familia que no sea autoridad, puede cuidar a sus hijos y familia con un mínimum de dignidad y autoridad paterna. Las autoridades que, aunque no tenga un sueldo digno, roban y saquean, con Obiang Nguema, el erario del país, dedican su dinero (robado) a “pagar ataúdes” a las niñas que infectan con el SIDA; o llevan el dinero a esconderlo en España, Francia, América…
Y, cuanto más cerca ven el final de su juerga y orgías sexuales, más prisa se dan por dejar tierra quemada en la República de Guinea Ecuatorial, sembrando la muerte con el veneno y el SIDA.
Por razones de la seguridad y de la paz que reina en el país de Obiang Nguema, desde hace tiempo está prohibido en la Guinea Ecuatorial de Obiang Nguema, hacer ruido con el llanto o protestar por la muerte inexplicada e inexplicable de una hija encontrada en la cuneta.
Venir a España, para curarse de SIDA o para verificar si se está infectado por la autoridad de turno, supone, casi siempre llegar cuando nada se puede hacer eficazmente. A la muerte, en España, Francia o Marruecos, Obiang Nguema, experto sepulturero, ordena siempre el traslado del cadáver a Guinea Ecuatorial, donde en muy escasas ocasionas, es entregado a sus familiares, tras los rituales nocturnos “oficiales”
De los 500.000 (ó millón, como les encanta decir a las autoridades “equatorguineanas”) habitantes que tiene Guinea Ecuatorial, aseguran los médicos que el 85% tienen el SIDA. Ya es terrible y aterradora tan triste noticia. Pero cuando se asegura que de ese mismo porcentaje, otro 85% de transmisores son las autoridades “equatorguineanas”; y no solo eso, sino que, conscientes del fatal destino que se han buscado, tienen el propósito, no ya de curarse o frenar su desbocado instinto sexual, sino de trasladar la tragedia a la sociedad, vengando sus desgracias en las niñas menores de edad, podemos estar perfectamente ante un masivo delito de genocidio; claro, bajo materia reservada, secretos oficiales y silencio de los Juzgados de guardia, Tribunales y Fiscalía General de Guinea Ecuatorial.
A falta de globos y de formación sobre la materia, los niños y jóvenes guineanos, se dedican a soplar y hacer globos con los condones usados que pillan en los alrededores de las casas de las autoridades “equatorguineanas” o de los burdeles del barrio “Cocoteros” y otros.
Ya vendrán las ONGs, los Empresarios extranjeros, las Comisiones Mixtas, los importadores de condones (para animar el uso abusivo del sexo…), y los encargados de cooperar en materia de Sanidad, Educación y bla, bla, bla… a decirnos (quizás con terrible razón) que ya no se puede hacer nada. Porque… “¡Ya sabes; estos es África!”
¿Se estaría cumpliendo así, con un propósito largamente acariciado: Acabar con la población guineoecuatoriana, y disfrutar, en libertad y sin estorbos, de sus abundantes riquezas?
Obiang Nguema Mbasogo, la autoridad número 1 de Guinea Ecuatorial, tan señalado en el uso sexual de niñas, y tras de quien se mueve, en símica y obligada imitación, el resto de autoridades y extranjeros, está engrosando su candente ATESTADO sobre tráfico de armas, droga, delincuencia organizada, con ese “Sodoma y Gomorra” en que ha convertido a Guinea Ecuatorial. Nos viene a la memoria la frase asesina tan repetida por el Presidente de Guinea Ecuatorial, Obiang Nguema Mbasogo: “Los que vengan después, vendrán a gobernar la hierba”. ¡¡Atención!! La alarma social cruje bajo el forzado silencio sonoro de la materia reservada en que se mueve Obiang y sus incorregibles soportes extranjeros.
Ese velado genocidio debería tenerse muy en cuenta a la hora de juzgar a Obiang Nguema y a sus traficantes de muerte.