martes, 30 de junio de 2009

Guinea, esa lacra no tan lejana


Opinión


Luis León Barreto (*)

• El libro consiste en una larga confesión tensa, repleta de episodios insólitos que tanto sorprenden a la mentalidad europea. La propuesta de López Hidalgo está llena de fuerza, se crece en la rabia vengadora



José Antonio López Hidalgo vive en La Palma, enseña en el instituto de Los Sauces. En su obra hay una obsesión, y a ella regresa una y otra vez. Su fantasma particular es Guinea Ecuatorial, donde fue profesor cooperante, ya se sabe que Africa engancha de modo casi enfermizo. Miembro de la ACAE, hace poco ha publicado su novela El punto se desborda, en Ediciones Idea, que fue la ganadora del premio internacional Juan Rulfo en 2006. Negros y blancos, corrupciones, desconfianzas, una jungla de luces, mentiras y ruindades.



La soberbia del colonizador, la asfixia del trópico. Los abusos y las impunidades. Una literatura esclarecedora, y por lo tanto incómoda para el poder. En palabras del jurado que distinguió este texto entre 600 participantes de tres continentes, la obra expone “la visión de una vida sofocante de corrupción y subdesarrollo en un medio donde la miseria coexiste con los privilegios.” España es la madrastra que descoloniza pésimamente, como sucedió en el Sáhara. Y ahora que el petróleo derrama prosperidad sólo para unos pocos el pequeño territorio ecuatorial es un lugar claustrofóbico, el reino de las bestias depredadoras, un puro anticipo del infierno.
El estilo de López Hidalgo es enérgico, testimonial, vigoroso; su voz es un bisturí que rasga en la llaga de una sociedad desaprovechada, donde la riqueza va a parar sólo a unos pocos, donde el pueblo llano subsiste en la indigencia y el olvido. Como el autor manifestó en una entrevista a Pablo Martín Carbajal, volvería a Guinea –esa colonia que estuvo psicológicamente tan cerca de Canarias- pero no mientras haya una dictadura.
“Es un lugar prodigioso, a pesar de las enfermedades. Esta novela la escribí porque había cuentas por saldar. El realismo fantástico no surgió en América Latina sino en Africa”, afirma. Pues en el continente negro se multiplican los horrores, se aprecia la desmesura del gran Macondo colonial, el lugar donde vierte la cloaca universal que una y otra vez arruina tantas expectativas. El libro es una sucesión de episodios alucinantes, muestra un mundo que se resquebraja. Los explotadores, los bárbaros, los villanos, los prostituidos por occidente, las sesiones de sevillanas y fiestas rocieras en La Corte del embajador. La codicia y el olvido, la hechicería y la tribu, la omnipresencia del soborno y de las alimañas.
“En el trópico, jefe, los hombres no necesitan estar muertos para corromperse”, leemos en la página 22. De este modo el libro es más que un documento, constituye un contraluz sobre una realidad de la que apenas tenemos noticia. No están lejanos los tiempos en que tanto Guinea como el Sáhara eran asuntos reservados, y en cierto modo lo siguen siendo. El libro consiste en una larga confesión tensa, repleta de episodios insólitos que tanto sorprenden a la mentalidad europea.
La propuesta de López Hidalgo está llena de fuerza, se crece en la rabia vengadora. En definitiva Guinea sigue siendo la gran desconocida, una de esas asignaturas pendientes de nuestras relaciones internacionales. En definitiva, el libro muestra un álbum de laberintos diabólicos, de ruinas que se repiten como alucinaciones.
La esperanza de un futuro mejor está lejos: el autor nos ha traído ante los ojos las miasmas de un cuerpo que se está pudriendo a la intemperie. En la literatura escrita en Canarias López Hidalgo ataca una propuesta poco frecuente, no en vano practica la literatura como exorcismo, incluso como venganza.
(*) Periodista y escritor