viernes, 17 de octubre de 2008

JOYAS DEL DISCURSO DE OBIANG NGUEMA, EL 12 DE OCTUBRE


MADRID, 17 de octubre de 2008.-


El cuadragésimo aniversario de la independencia de Guinea Ecuatorial no ha podido ser más cargado de anécdotas. Todas ellas reflejan básicamente la desesperante inmadurez en la que, en cuarenta años, se ha enquistado nuestro pueblo y nuestro país… Y sobre todo la tiranía que nos asola.



El eterno y nada comprensible traslado masivo del Gobierno a la región continental, que al ser la parte más abandonada del país, nunca está preparada para recibir una avalancha de gente “autoridades nacionales” que, al margen de cebarse sobre la chiquillería femenina que acude a Bata a recibir “regalos”, no hacen que más que perturbar la escasa “paz” en la que vegeta la población olvidada del Continente.



Se sigue repitiendo contumazmente la triste e inhumana escena de numerosos hombres, mujeres y jóvenes traídos a la fuerza, en camiones desde el interior del país para ir a desfilar ante el Presidente, bailar sacudiendo los estómagos llenos de hambre y sobre todo quedar abandonados a su suerte después de los fastos en honor del Presidente.



Por primera vez, 40 años después de acceder a la independencia, ha habido un amago de enfado de la población amotinada en la ciudad de Bata, por la falta de atención y el eterno desprecio de las autoridades que los deportan del interior a Bata y los dejan abandonados a su suerte.
Cuarenta años, después, absolutamente nada ha cambiado en las relaciones entre el poder dictador y la población que lo soporta. Mientras en otros países normales los mandatarios y autoridades se preocupan por lo que pueden hacer por sus pueblos, en Guinea Ecuatorial, la mayor preocupación de sus autoridades y mandatarios se centra en ver cómo seguir sacándole la mayor y mejor tajada al pueblo.



A este estado de cosas que ni cambian ni son cambiables en la tiranía, parece que el cuadragésimo aniversario de la independencia de Guinea Ecuatorial ha querido añadir una novedad. La desaparición del presidente de la República, apenas terminados los “fastos” flácidos que enmarcaron las celebraciones del 40 aniversario de la independencia. Esa desaparición del Presidente no tendría ninguna importancia (¡siempre desaparece!) si no la hubieran rodeado del rumor, bulo o noticia de su envenenamiento, muerte o estado de coma profundo del que, se dice, está afectado.



Una de las joyas de este cuadragésimo aniversario de la independencia de Guinea Ecuatorial es el discurso pronunciado por el Presidente, y del que, desde el exilio, solo puede sacarse una rosa ya mustia y vieja. Entre otras cosas al dirigirse a los guineos ecuatorianos huidos, refugiados, exiliados y desplazados, les lanzó como una bola envenenada, (mientras en su alma blandía una fusta de odio) más o menos el siguiente mensaje: “…que los que querían volver a Guinea Ecuatorial, podían hacerlo, siempre que no volvieran ni como líderes políticos, ni como afiliados a otros partidos; sino obedeciendo las leyes del país…”



“Genio y figura, ¡hasta la sepultura!”