lunes, 1 de abril de 2019

¿Qué va a ocurrir en mi país?





Por Juanma Aznárez

“Tú, que eres un observador de la vida, dime qué piensas … ¿qué va a ocurrir en mi país? Guinea Ecuatorial”. Así, con su acento africano, cantando las palabras, suavizando las frases, me pregunta un amigo guineano a la salida del hotel dónde me habían invitado a participar en el congreso del Partido del Progreso que lidera el disidente Severo Moto.

Este hombre, junto a su pareja, viven en España desde hace décadas, pero su aspiración está en regresar a Guinea Ecuatorial y reencontrarse con su gente, con sus entornos, con su familia que ya anda diluyéndose en la atmósfera del tiempo.



Es lo que tienen las tiranías como la guineana. O eres del clan, de la panda de salteadores violentos que tienen como única ley:  grande come al chico o sencillamente estás fuera. Con estas premisas solo te queda la huida o la muerte. Si eres disidente y te quedas para hacerles frente, tarde o temprano te pondrán el cadáver de un niño o mejor, de una niña en el sofá de tu salón y te acusarán de sicópata drogadicto que hace rituales satánicos con los cadáveres de los hijos de tus vecinos, a los que secuestras para la satisfacción de tus vicios y perversiones. Y, ahora, defiéndete de esto. La gente de tu barrio te odiará con todas sus fuerzas y te escupirán mientras te lleva esposado la policía; toda tu familia tendrá que cargar con esta tremenda culpa por los siglos de los siglos. Nadie, que yo conozca, ha sido capaz de escabullirse de este tipo de trampas que suelen tender las satrapías. Así que, no te queda otra que escapar.



La mujer me miraba esperando una respuesta. Sus ojos redondos y muy abiertos buscaban atrapar mis pensamientos. Yo, no podía explicarles que la historia es una sucesión de acontecimientos que o los vives en primera persona o te pueden contar lo que les dé la gana. Intenté tranquilizarles y les dije que todo saldría bien. Ellos llevan a sus hijos a un instituto, tienen un centro de salud que les atiende y farmacias, tiendas, grandes superficies comerciales, autopistas, aeropuerto, policía y juzgados. Los ayuntamientos se ocupan de poner orden en los pueblos y ciudades; el ejército está en los cuarteles. Nada de esto funciona así en Guinea Ecuatorial. Algunas cosas pueden parecer que sí, pero nada de esto es verdad en la tierra de la que fueron expulsados.

No tengo respuestas, dije para mis adentros. Me despedí con la excusa de que tenía prisa y caminé hacía dónde había aparcado mi coche. Por el camino me sentía tremendamente incómodo. Me hubiera gustado decirles con toda solvencia que la transición marcharía bien, que el Partido del Progreso es una formación muy sólida con gente preparada y todo eso, pero he visto tantas cosas a lo largo de mi vida profesional que si digo lo que pienso los ahogaría en un mar de dudas.



Llevo más de treinta años como reportero y he vivido de todo. Creo que me decanté por el periodismo cuando murió Franco. Mis profesores pasaron de los himnos y consignas franquistas a intentar convencernos de todo lo contrario. Recuerdo que los miraba con estupor. Lo que ayer me enseñaron hoy ya no valía. Cambiaron la historia de un día para otro, por toda la cara y sin que existiese la más mínima resistencia. Las banderas prohibidas, las que se levantaban en las otras trincheras de la Guerra Civil, se hicieron habituales y los que nos habían educado en su contra desfilaban alegres junto a ellos como si tal cosa.

Eso ocurría en una España, a principios de los ochenta, que estaba más o menos homologada a los estándares europeos. Contábamos con una Administración de Justicia, con Sistemas Nacionales de Salud y Educación, con empresas privadas … todo muy mejorable pero los cimientos ahí estaban. 

Ahora, Guinea Ecuatorial, es otra historia. Todo está por hacer.

No hay que engañarse. No debemos confundir el deseo con la realidad.



Conocí la caída de los regímenes comunistas de los llamados países satélites de la extinta Unión Soviética. Vi el juicio del matrimonio, Nicolae y Elena Ceausescu, que gobernaba Rumanía y su posterior ejecución que retransmitieron por la televisión. He investigado atentados de falsa bandera que buscaban amedrentar a la opinión pública y he visto a las formaciones de izquierdas movilizar a todos los jóvenes que podían para que protestaran por la presencia de misiles americanos apuntando a la URSS, pero ninguno quejándose de los que apuntaban desde Rusia a sus países. Ridículo y paradójico.

He cubierto el funeral de un capitán español encuadrado en los cascos azules de la ONU y que fue asesinado en Bosnia intentando que esa gente dejara de matarse en el corazón de Europa. Todo es siempre imprevisible. Puede pasar cualquier cosa. Hay muchos intereses en juego y lo triste de Guinea Ecuatorial, que es lo que nos ocupa, es que hay muy poca gente preparada para organizar una transición pacífica.



No hay nada peor que un analfabeto manipulado. Es el caso del sátrapa Obiang Nguema. A estos personajes no los puedes convencer de nada. Están acostumbrados a coger lo que les apetece sin importarles a quien pertenezca. Usan a las personas como si fueran cosas. “Llama a esa mujer!!!!” he llegado a escuchar de la boca de uno de estos gilipollas a un sirviente para que le trajera a la que había señalado. Les da lo mismo si hay que violarla, matarla o entregarla a la jauría de sicarios que esperan ansiosos, hiperventilados, babeando cualquier migaja que desprecie el amo.



Guinea Ecuatorial es África y en este continente pasa de todo. Incapaces de deshacerse de las tutelas coloniales siguen masacrándose a base de bien. Tiranías infames, guerrillas, grupos terroristas, explotación enloquecida de los recursos naturales, conflictos tribales, señores de la guerra, migraciones, enfermedades terribles y lo que es más desolador, impotencia.

Es un horror, pero habría que poner nombre a todas estas aberraciones. He visto auténticos hijos del demonio haciéndose ricos con el dinero de los pobres. He seguido los pasos de muchos inmigrantes hasta que han desaparecido entre las olas del mar o empotrados contra las rocas de un acantilado.  He conocido mujeres que han sido violadas sistemáticamente hasta que han dado, en el mejor de los casos, con sus huesos en un polígono Industrial de Europa prostituyéndose por un puñado de monedas. Algún día sabremos quién está detrás de todas estas mafias que ningún Estado se preocupa en combatir.



El tirano morirá el día menos pensado. Muchos han soñado con que alguien le pegara un par de tiros en la cabeza o en la barriga como hicieron con el presidente egipcio, Anwar el-Sadat, o meterle el cañón de un fusil por el culo como ocurrió con Gadafi, el de Libia. Eso, como hemos visto, solo sería el principio de una ruleta rusa con resultados muy dispares.

Desde mi punto de vista, Guinea Ecuatorial, tiene entre otras, la posibilidad de que los violentos se vuelvan a hacer con el poder, lo que sería una catástrofe para el país pues degeneraría en una espiral de violencia de consecuencias impredecibles o la alternativa de que un grupo ilustrado, civilizado, moderno y con contactos internacionales pilote una transición al modelo democrático. Esta segunda fórmula sería la deseable.



Hacer oposición en Guinea Ecuatorial es una misión imposible. El tirano no entiende más que de violencia, ese es su código ético. Como en una colonia de mandriles, el macho dominante se impone a golpe de mamporros y si no te gusta, te vas.

El problema que se está viviendo ahora en el territorio es que empiezan a vislumbrar el fin del “mono jefe”. Hay ansiedad y nerviosismo entre los aspirantes a la jefatura y sus grupos de apoyo. No va a ser nada fácil el paso del mundo animal al racional.









Hace unos días escuché a unos supuestos opositores al régimen. Un tipo que decía haber sido juez y otro no sé si fiscal o qué se yo. Lo terrible del régimen es que Obinag Nguema premia a su gente con títulos, ascensos, condecoraciones o grados sin que tengan que demostrar de ninguna manera aptitud para el ejercicio o el desempeño del cargo. Tremendo pero cierto.

En los pocos blogs o publicaciones guineanas leo, como puedo, los mensajes de supuestos personajes que se postulan nada más y nada menos que para presidentes de la República. Así, porque yo lo valgo. De vergüenza ajena.

El grado de incultura, analfabetismo diría yo, es tan grande que es muy preocupante. Nadie va a venir del espacio exterior para sacar las castañas del fuego a los guineanos, nadie. La transición tendrán que liderarla los propios guineanos, aunque les ayuden otros países.



La única solución pasa por el Partido del Progreso. No conozco otra formación con los cuadros dirigentes con los que cuenta Severo Moto.

El partido de Moto es una garantía desde el principio de la tiranía de Obiang Nguema. Hasta Felipe González, los socialistas españoles, apoyaban esta formación sabedores de que cualquier cambio político pasa por ellos. Hay otras formaciones, la mayoría muy pintorescas por no decir lo que son realmente. Hay franquicias de partidos políticos que apadrinan a su formación guineana. Cuando se dé el pistoletazo de salida van a aparecer partidos políticos hasta de debajo de las piedras, pero eso es algo que ha ocurrido en todos los sitios que conozco.  El tiempo irá poniendo a cada uno en su lugar.

“La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás” creo que lo decía Voltaire y eso es exactamente lo que puede hacer naufragar el proyecto de transición democrática en Guinea Ecuatorial y no sería la primera vez que ocurre.

Demasiados estúpidos y demasiados idiotas (hombres y mujeres que de todo hay en la viña del Señor) están agazapados y enseñando la patita desde lugares insospechados.

Para que esto no acabe en manos de otro imbécil, tipo Obiang Nguema o de un tarado, por ejemplo, como ese hijo díscolo e incapaz que atiende por el nombre de “Teodorín” que ya le vale, hace falta más que las ganas de paz y concordia que han de presidir los primeros pasos tras apartar al tirano del poder.



Los militares se pueden liar a tiros, pero no sabrían desenvolverse en el complicado mundo de la diplomacia, la economía o la política. Se crearían bandas armadas y eso sería el fin de la República.

Las grandes potencias, como han hecho siempre y si no véanse los casos de Iraq, Siria, Libia, Venezuela y otros, no moverán un dedo hasta que el dolor sea insoportable y solo si van a sacar beneficio de su intervención. Nada es gratis. 

No queda otra más que un pacto nacional honesto para conformar una mesa nacional que prepare el terreno para unas elecciones libres. Habrá que obligar a las grandes organizaciones mundiales como la ONU, la OEA y la Unión Europea, entre otras, a que se impliquen de manera decisiva y firme para garantizar la seguridad y la monitorización del proceso electoral.

Estoy convencido de que el Partido del Progreso ganará unas elecciones limpias y libres, pero para saberlo hay que llegar a las urnas. También, sé que toda la ayuda va ser poca a la hora de poner en marcha un sistema nacional de salud o educación, construcción de infraestructuras y puesta en marcha de una Administración en condiciones.

Lo que decía un profesor que tuve en el instituto:

"No se acerquen nunca a una cabra por delante ni a una mula por detrás … y a un tonto por ningún sitio".

Si en este proceso se agrupan los que tienen algo que aportar, los que aman a su gente y su tierra y los que están dispuestos a trabajar en equipo (cosa que ya hacen algunos, aunque intenten impedírselo) se alcanzaran acuerdos que beneficiaran a todos. De lo contrario, solo quedará sitio para el dolor y la ignominia.

Para finalizar me quedo con la frase de un disidente:

“Si un hombre no está dispuesto a arriesgarse por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada como hombre” (esto vale para hombres, mujeres, ancianos/as …para todos los que sepan pensar ¿vale?)