sábado, 22 de marzo de 2014

DON ADOLFO SUAREZ SE DESPIDE Y NOS DEJA TRISTES Y SIN SOLUCIÓN.

                                                      
Por Severo-Matías Moto Nsa

“… Y si os digo, en este encuentro, que me voy y no volveré… ¿Cómo pensáis que reaccionará el pueblo guineano?
Eso es lo que me preguntó Don Adolfo Suárez cuando se despidió del Partido del Progreso en Guinea Ecuatorial, tras su proceloso e infructuoso viaje de encuentro con el dictador  Obiang Nguema.
Hay una versión de las relaciones entre España y Guinea Ecuatorial, preñada de emociones, de cariño y de mutuo deseo de reencuentro. Esa versión que más de uno se encarga de soterrar y ocultar, para dejar paso e invadirnos con la versión de la “materia reservada” que pesa sobre nuestro país. Materia reservada que, desde su inicio hasta hoy solo sirve para actuar en Guinea Ecuatorial, casi siempre de forma delictiva, y evitar sus consecuencias.

Don Adolfo Suárez González, -Duque de Suárez- es una preeminente figura representativa de esa España de las relaciones con Guinea Ecuatorial en versión preñada de emociones, de cariño y de deseos de mutuo reencuentro.
Como un breve preludio de un recuerdo cariñoso, me ha venido a la memoria –en este preciso momento en que la vida de tan eminente personalidad española se está vaciando en gotas de suaves latidos de silencio- aquel día en que Don Adolfo Suárez llegó a Guinea Ecuatorial –ya no era Presidente del Gobierno español- enviado por Don Felipe González para ver si era capaz de reconducir a un Obiang Nguema Mbasogo que había recibido los parabienes del Presidente del Gobierno español para que fuera el suplente, por un golpe de estado militar, de Macías Nguema Biyogo.
Cargado de ilusiones y convencido de que el tema de Guinea Ecuatorial, con Obiang Nguema al frente  era tan fácil como fácil fue desalojar a Macías Nguema, para reconducir al país hacia la normalidad democrática, el disfrute de libertades de los guineanos y el respeto de los derechos de los guineanos… Don Adolfo se trasladó a Guinea Ecuatorial, a petición del Presiente González; posiblemente confiado este en que Don Adolfo Suárez podría hacer prevalecer su  ascendencia sobre el desbocado dictador militar Obiang Nguema y hacerle reconducir su trayectoria de empedernido dictador y asesino. Está claro que tanto Don Adolfo Suárez González, como Don Felipe González, estaban convencidos de que Obiang Nguema había sido una pésima elección no solo para España; sino, especialmente, para  el aterrorizado pueblo de Guinea Ecuatorial.
Tras el encuentro del Presiente Adolfo Suárez con el  crecido y sobredimensionado dictador militar, Obiang Nguema Mbasogo, y habiendo conseguido el permiso de este, para reunirse con la oposición, incluso con el Partido del Progreso, nos tocó la hora del encuentro con ese hombre de estado de tan prestigiosa dimensión política y a la vez tanta cercanía humana.
Don Adolfo había tenido que salir fuera a “solicitar” a los sanguinarios milicianos de Obiang Nguema que dejaran libre  a un militante del Partido del Progreso –bubi-  a quien habían detenido y retenido,  prohibiéndole  la entrada en la reunión. 
Tras un entretenido dialogo e intercambio de pareceres sobre la situación, un análisis cargado de evidentes sombras y dudas sobre el futuro inmediato del país y de la oposición, Don Adolfo Suarez Gonzáles me miró fijamente a los ojos cuya aspecto sombrío y triste  coincidía con los suyos, y me dijo:
  • Severo, vamos a ver, si os digo que me voy; pero no volveré, ¿qué reacción crees que tendrá el pueblo guineano. Y qué haréis?
  • Procuraré que no les llegue ese mensaje tan triste-le respondí, angustiado- Haremos lo que sea para que no se desesperen los militantes del Partido del Progreso.
Don Adolfo Suárez González había pulsado el ambiente expectante  y esperanzado de la población, a propósito de su viaje; lo había contrastado con la tozudez y prepotencia que exhibía el dictador  Obiang Nguema. Sabía que su fracaso y despedida definitiva iba a cubrirnos de un lúgubre manto de tristeza y decepción. Un manto del que no  hemos logrado liberarnos.
Hoy, en ese largo lance; cuando nuestro  gran AMIGO disfruta, sí, de ese inapreciable momento de despedida del mundo para preparar su encuentro con el ETERNO, seguro que Guinea Ecuatorial estará entre sus recuerdos.
 Yo quisiera, en nombre del Partido del Progreso y del pueblo guineano que tanto ha amado él, colocar entre sus dedos, aun temblorosos, un aromático  lirio de perdón, por dejarnos –sin querer-  tristes y sin solución.