domingo, 8 de diciembre de 2013

NELSON MANDELA: UN SIMBOLO DE RECONCILIACIÓN.


                                            


Por Severo-Matías MOTO NSA, Presidente del Partido del Progreso y Gobierno en el exilio de Guinea Ecuatorial.

Ninguna virtud como el espíritu de reconciliación, le ha hecho tan grande e inmenso, política y humanamente a Nelson Mandela. Una virtud que no solo abarcó a los negros, que fueron invitados a abandonar sus palos y machetes de guerra y venganza contra los blancos; sino que abarcó también y  especialmente a los blancos, que se vieron en la humillación de bajarse de sus caballos, taponar sus fusiles, al grito de petición de Nelson Mandela, para sumarse todos (blancos y negros)  y responder al reto de la reconciliación nacional.

En el fondo y en la profundidad de África, el modelo y diseño del apartheid, se confunde y se pierde con absoluta perfección con cualquier diseño o modelo de las dictaduras que atestan a nuestro continente.

¿En qué se diferencia, realmente un presidente blanco, bóer o afrikáner surafricano de los momentos más virulentos del apartheid, y cualquier otro presidente negro africano de las actuales dictaduras africanas?

¡¡¡En nada!!! 

Las dos realidades (dictadura y apartheid) se identifican inseparablemente, en la profunda falta de amor, de humanismo y de compromiso humano con los pueblos que mal gobiernan tanto el apartheid como las dictaduras…

¿Qué diferencia hay entre el pueblo negro guineano que sufre una feroz dictadura militar, dirigida por un negro, hace ya 45 años; y el pueblo negro surafricano que sufría el exterminador apartheid dirigido por un bóer o un afrikáner blanco?

¡¡¡Ninguna!!!

Está claro: No es problema del color de la piel. Es, simplemente, problema del color del alma. Nelson Mandela, ha sido (y quizás ahora, muerto, más) el más resonante ejemplo mundial de esta afirmación. Descubrió que lo más importante no es que mande un  negro o un blanco; sino con qué ALMA manda a sus pueblos.

Todo un símbolo de la reconciliación. Nelson Mandela podía haber retomado, una vez salido de la cárcel, las antiguas armas de la venganza contra el apartheid; la cárcel le podía haber servido para estudiar y adoptar nuevas estrategias de lucha violenta. Y, justamente, la cárcel le sirvió para diseñar y aplicar, con tino certero y éxito internacional, la estrategia de la reconciliación. Es el tino y éxito del hombre que pudo reunir en la misma mesa del banquete de la paz, para la reconciliación, a blancos y negros. Naturalmente que no basta con que negros y blancos se sienten en la misma mesa para compartir el poder, si todavía existen en el alma de cada uno, candentes rescoldos del odio que el recuerdo produce. Este es el camino a andar, iniciado por Nelson Mandela.
El programa de “Justicia y Reconciliación” tan sabiamente diseñado y aplicado por Nelson Mandela durante sus cinco años de Presidente de Suráfrica, es justamente el que hace que, hoy, blancos y negros apostados en la puerta de su residencia, embalsamen su cadáver con sus lágrimas de agradecimiento y admiración.

De Nelson Mandela, la Reconciliación. Esta es la gran virtud de la que quisiera uno engalanarse a la hora de encarar un proceso de democratización de su país. Me refiero, evidentemente, a Guinea Ecuatorial; donde cuarenta y cinco años de dictadura, calcada exactamente del apartheid (casta gobernante  subida sobre el caballo de la persecución y la matanza de inocentes) han quebrado en mil pedazos de odio, venganza, rencor y malquerencia el tejido social guineo.

La mejor “plegaria” política que le puede dirigir un  político africano a Nelson Mandela, en ese camino que acaba de  emprender hacia la Eternidad, es que nos legue y contagie la virtud de la reconciliación nacional.

Es, al menos, mi plegaria a ese ICONO mundial llamado Nelson Mandela, que acaba de dejar  las armas de la “Justicia y Reconciliación” que necesita África, tiradas en el silencio de la incertidumbre…