lunes, 18 de noviembre de 2013

Fútbol y espías en Guinea Ecuatorial: cuando la libertad está comprometida


EL CONFIDENCIAL, 18-11-13 Jose Felix Diaz, Johannesburgo

MARCAJE AL HOMBRE A LA PRENSA ESPAÑOLA 

La campeona del mundo dejó atrás Malabo en la noche del sábado y lo hizo tras ganar sufriendo la dureza de los jugadores de Goikoetxea y comprobando que en Guinea Ecuatorial la vida dista mucho de ser la que señala un ordenamiento democrático. Teodoro Obiang Nguema está presente en todos los rincones de la ciudad y todo lo que sucede o pasa debe estar controlado por el régimen. No hay otra. Es el que manda, el que impone las leyes, el que marca lo que se puede hacer y lo que no. Por este motivo, la visita de España a la capital sirvió de escaparate para lo bueno y lo malo. La presencia de periodistas siempre resulta incómoda, por mucho que en teoría solo fuera prensa deportiva la que se acercó hasta el país africano.       

El control es exhaustivo. No agobian, pero siempre vigilan. Lo normal cuando un grupo de periodistas acompañan a la selección es que estos estén acompañados de un guía turístico que contrata la agencia de viajes. En esta ocasión eran tres las personas que estaban pendientes del reducido grupo de periodistas (no más de quince) que se desplazaron hasta Malabo. Los tres supuestos guías se presentaron uno como tal y los otros dos como voluntarios a secas. Sin más explicación se subieron al autobús para, en teoría, explicar las bondades de la ciudad y para indicar los supuestos lugares de interés. Agua.

Los tres acompañaron a la expedición hasta el hotel y en cuanto un grupo de periodistas ponía los pies fuera del hotel, acompañaban el séquito. A la distancia al principio, más integrados según avanzaban las 36 horas de estancia en Malabo. Cuando uno visita ciudades así, con un régimen dictatorial como gobierno, la curiosidad te lleva a ver qué sucede, cómo vive la gente. El problema llegaba cuando en el paseo se empezaban a hacer fotos que reflejaran cómo se vive en Malabo. Aparecían las dudas y las llamadas. “Ustedes solo han venido a informar del partido de España”, repetían cuando intentabas reflejar lo que sucede en la capital guineana. “Nos han dicho que ustedes no tienen permiso para hacer fotos”, sugerían a manera de consejo las supuestas guías turísticas.

Los paseos por Malabo sirven para comprobar -la selección se aisló a veinte kilómetros de la ciudad- que la figura de Obiang lo acapara todo. El presidente quería mostrar al mundo las bondades de su país, mostrarse al mundo delante de los campeones, pero no ha sido posible. Se ha quedado a medio camino y la imagen de su país no ha cambiado. Como él no se atrevió a aparecer, mandó a su hijo a hacerse las soñadas fotos. Es cierto que se juega al fútbol, pero el resto todo se hace bajo vigilancia. La libertad está comprometida y bajo sospecha.