miércoles, 31 de julio de 2013

BONGO DIO EL "GOLPE DE LA LIBERTAD"


        


Radio Macuto.-Archivo recomendado, Segunda entrega

Petróleo aparte, la CIA se la tenía jurada al KGB en Guinea desde que Macías pegó el espectacular viraje hacia Este, y además no olvidaba que desde Guinea los rusos habían apoyado todas sus acciones en Angola,Mozambique y Etiopía. De modo que cuando la CIA se enteró por medio de los servicios secretos franceses de lo que se preparaba en Guinea, jugó a fondo sus bazas y apoyó sin reservas al candidato de Bongó a la sucesión de Macías. Desde el primer momento Biyang Andeme habia quedado descartado.

¿Pero por qué Obiang y no Biyang? El candidato de la calle Cochabamba era para Bongó toda una incógnita. Sí, sabía de él que era un fang moderado y con cierta experiencia política, ¿pero se plegaría a sus oscuros designios? Cuando se enterase de lo de Cocoteros y Mbañe, ¿no iba a poner el grito en el cielo exigiendo la devolución de las islas? Y para colmo sería pro-español. No, Biyang, no. Bongó necesitaba alguien dúctil y maleable, un tipo manejable sin excesivos escrúpulos y de voluntad débil como aquel chico que estaba concitando las iras de Macías desde la isla de Bioko. Teodoro Obiang reunía todas las características ideales que requería Bongó.
De modo que el presidente del Gabón envió emisarios a Malabo. En marcha estaba ya prácticamente el golpe de los ex colonos, y si Obiang quería salvar el pellejo no le quedaba más remedio que ponerse bajo el paraguas abierto por Bongó. El precio que puso el astuto presidente del Gabón a cambio de su apoyo a Obiang fue las islas Cocoteros y Mbañe y su incondicional vasallaje a la zona del franco. Nada más acabar las escaramuzas del golpe de la libertad, Obiang acudió a rendir pleitesía a Omar Bongó. Corrieron el champán, las mujeres y el Whisky. Cuando al día siguiente se despertó entre vapores, burbujas y sonrisas de prostitutas perfumadas en Chanel, Obiang ni siquiera se acordaba que había firmado las cesiones de las dos islitas más ricas de Guinea y que su país ya era casi miembro de la UDEAC y que el ekuele, si quería sobrevivir, tenía que pasar por la reválida del Banco de Estados del África Central (BEAC). Bongó rió: todavía no intuía, ni de lejos, los disgustos que le iba a deparar la peculiar situación guineana.
BIENVENIDO, MISTER MARSHALL
Desde el primer momento reinó el despiste en la Moncloa. Suárez no disponía de mayores conocimientos sobre Guinea que los que tenía cualquier ciudadano bien informado. Todo eso, sin embargo, le importaba muy poco, decidido como estaba en aquel momento en conseguir una imagen de estadista de proyección internacional. Sin pararse a estudiarse las inmensas contradicciones que se daban en Guinea, el presidente Suárez montó una especie de Plan Marshall que, en la práctica, no era más que un monumento a su megalomanía. El Duque pensaba que iba a luchar contra los gabachos, pero se encontró con Bongó. Se creía que iba a encontrarse con negros cimarrones fáciles de contentar con fruslerías y miriñaques y se topó con la insaciable voracidad del clan de Macías y Obiang perfectamente apoyado por una mafia blanca, con ramificaciones en los ministerios de Madrid, que se tragó los 15.000 millones de ayuda española a Guinea en un abrir y cerrarde ojos y lo devolvió a Madrid y Canarias colocándolo a buen recaudo.
Para empezar, Suárez sustituyó a Juan de Andrade, un viejo diplomático a punto de jubilarse, por su íntimo amigo y asesor financiero José Luis Graullera. Para frenar lo que Suárez creía el impulso francés, precisaba en Malabo un hombre con gran capacidad de decisión y que careciese de los escrúpulos de un diplomático de carrera. La defenestración de Andrade supuso el stop de Marcelino Oreja sobre todo lo concerniente con Guinea,que pasaba a depender directamente de Presidencia, y por consiguiente de un "fontanero", Alberto Recarte. Graullera y Recarte hicieron y deshicieron en Guinea mientras los chicos del palacio de Santa Cruz quedaban absolutamente relegados a meros espectadores en un proceso apasionante y hasta lúdico.
Para espantar y deslumbrar a los negritos del Àfrica tropical, Recarte y Graullera se sacaron de la manga un invento, al que llamaron eufemísticamente Cooperación Hispano-guineana, que en un par de años se tragó nada más que en sueldos a profesores, enfermeras, médicos y asesores civiles y militares españoles la nada despreciable cantidad de 7.000 millones de pesetas. Dinamitado, desprovisto de base desde el principio y sin aparato administrativo guineano para apoyarla, para colmo de los males (y esto no se ha dicho hasta ahora) la Cooperación sirvió para llevar en poco tiempo la inflación a Guinea. Como resulta que los cooperantes españoles cobraban en Pesetas, en pocos días invadieron el mercado de cambios y hundieron al frágil Ekuele en la miseria, llegándose a cotizar al diez por uno en relación con la peseta.
Más adelante, tras vencer múltiples trabas que nacían del desmadre que había en Madrid (como es el caso del duque del Infantado, quien comisionado por las Cámaras de Comercio de España se presentó, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, en Malabo dispuesto a conseguir la exclusiva de la comercialización del cacao guineano), las empresas mixtas, verdaderas piedras de toque de la política económica española en Guinea, se establecieron allí. Hispa-oil pasó a llamarse Gepsa y Adaro recibió en Malabo el pomposo nombre de Gemsa, y Graullera se dispuso a practicar su juego favorito.
COBRAR DE ESPAÑA: UNA OBSESIÓN
Para ofrecerle un estatus digno de un jefe de Estado, Graullera le pasó a Obiang cierta cantidad de dinero, bastante. Pero con Teodoro en manos gabonesas, el único hombre que ofrecía garantías era el segundo de a bordo, el teniente de navío Florencio Maye (Graullera le llamaba en confianza Floro), y para asegurarlo el embajador de España le colocó en la presidencia de Gepsa con un excelente sueldo, piso en Madrid y colegio para sus múltiples hijos (el abultado sueldo de Mayé, que sigue cobrando de Hispanoil a pesar de que ya no es presidente de Gepsa, puede leerse fácilmente con rastrear el capítulo de gastos extraordinarios de los balances que anualmente rinde Hispanoil). Al tercero de a bordo, Policarpo Monsuy, Granullera le puso a regir los destinos de Gemsa, no tenía sueldo pero era recompensado con coches lujosos, hoteles caros, videos y todos los gastos extraordinarios imaginables. Para que el peligroso coronel Fructuoso Mba Oñana no abriese la boca y se saliese de madre, fue recompensado con la presidencia de Oficar, monopolista del transporte colectivo en Guinea, que aunque no era oficialmente empresa mixta, gozaba de la exclusiva de la compra y reparación de los vehículos de la Cooperación. Oficar es propiedad de Manuel Moreno, presidente de la poderosa Anetra, la patronal de los transportes en autobuses de España.
Pero como las grandes empresas mixtas no daban para cerrar la boca a todo el clan esangui,Graullera todavía tuvo tiempo de potenciar empresas mixtas privadas entre guineanos y españoles que acapararon totalmente los créditos que dio el Banco Exterior de España, tanto al comprador como al vendedor, para comerciar con Guinea. Todo se fue en alcohol y coches lujosos. El amigo de Graullera, Paco Roig se puso en seguida al frente de aquellos negocios fáciles, fundando Suguisa en sociedad con Obiang y otros miembros del clan. Tras la empresa de Roig aparecieron otros mil más con Esteller o Ferrys (el grupo del litoral) manejando la barca. "La isla es mía", decía Roig a sus rivales, Esteller y Ferrys. En un país hundido en la miseria, era un lujo y un espectáculo ver cómo toneladas enteras de alimentos que llevaba Roig a Guinea (y que jamás colocaría en España), tenían que arrojarse a los barrancos del puente Kope. Roig cobraba los créditos y declaraba productos que jamás se ponían a la venta, pero además tenían la exclusiva del mercado de alimentación con Guinea.
No era el único que tenía exclusivas. La naviera García Miñaur (la misma del Harrier y del contrabando de armas), gracias a su amistad con Lorenzo González, subdirector del Ministerio de Transportes, consiguió la exclusiva de los fletes con Guinea. Como resulta que, además, García Miñaur absorbió a Viuda de Besora (empresa también española, única consignatoria de aduana que opera en Guinea), esa naviera impone su ley en Guinea: cobra el doble y hasta el triple de lo estipulado internacionalmente y por eso cuando, por ejemplo, un saco de cemento llega a Malabo, ya llega costando casi 1.000 pesetas. Además, la Naviera del Harrier chulea a cualquier español que quiera exportar productos de Guinea si no se pliega a sus leoninas condiciones.