lunes, 11 de febrero de 2013

EL SANTO PADRE, BENEDICTO XVI, EN MI VIDA.

                                                               
Severo-Matías MOTO NSA
Estaba tumbado, boca arriba, como todos los días de mi cautiverio en Croacia, en el sillón-cama que mis “amigos” me ofrecieron para esperar el pago de los 15 millones que Obiang Nguema habían ofrecido para mi sacrificio.
Estaban todavía deslizándose por la comisura de mis ojos, las últimas lágrimas de nostalgia por la muerte de S.S. Juan Pablo Segundo (Tan amado por toda mi familia), cuando apareció la fumata blanca que anunciaba la llegada de S.S. Joseph Aloisius Ratsinger. Mis lágrimas de  dolor, por mi situación de deportado a Croacia para el asesinato, y por la muerte de Juan Pablo Segundo, se tornaron brevemente en lágrimas de emoción y esperanza.

Justamente me acababan de comunicar mis “amigos” que, aprovechando que el dictador Obiang Nguema  había estado en los funerales de Juan Pablo Segundo, en Roma, sus íntimos amigos y servidores le habían comunicado y certificado que yo ya estaba muerto. Obiang Nguema exhibió una amplia sonrisa, abierta de oreja a oreja. De modo que cuando yo agradecía al Señor, porque mis “amigos” habían decidido no matarme, Obiang Nguema agradecía al mismo Señor, la gran noticia (Estrepitosamente falsa, ¡Gracias a Dios!) de mi asesinato en los mares de Croacia, para unos; en las playas de Congo belga, para otros; o en las costa de Camerún, para más de un listo…
Reconozco mi difícil situación; la de haber sido un lector de mi obituario en varias crónicas de  periódicos españoles e internacionales, que aparecieron dando la noticia de mi muerte. Noticia meticulosamente elaborada, a base de “tomas y pegas” de situaciones, inventadas tanto por Obiang Nguema, como por sus amigos íntimos…; situaciones que acababan confluyendo en una conclusión que, para los “grandes y falsos cronistas de la muerte”, venía a justificar mi muerte en Croacia.
ME UNO A LAS PLEGARIAS DEL PAPA…
Eminente Teólogo y Sabio de la Iglesia, el Dr. Ratsinger, Benedicto, Papa XVI, se despide del Pontificado, para dedicarse a la “plegaria”.
A un, cristiano, católico, apostólico, guineano que soy, no se le ocurre más que unir sus débiles plegarias a las de S.S. el Papa, el cristiano Ratzinger para que el Señor depare a su Iglesia un nuevo Papa.
En ese cruce entre el Papa Juan Pablo Segundo, en raudo viaje hacia el deseado y esperado “Santo súbito” y el advenimiento del Papa Ratzinger, latía yo en un sofá-cama de Croacia, a la espera de mi muerte. Dos Papas, -muerte y vida- que se cruzaron en mi vida y se negaron a ver mi muerte.