José Bono con Teodoro Obiang Nguema.
EFE
La fortuna del tirano asciende a más de 700 millones de dólares
Teodoro Obiang, el dictador (y corrupto) favorito del PSOE
Lleva desde 1979 en el poder y en política siempre ha sido antiespañol
por Ignacio Peyró, 11 de febrero de 2011
Entre el cinismo y la realpolitik, el Gobierno español -ya en manos del zapaterismo- sólo se acercó a Obiang cuando Guinea empezó a explotar una riqueza de hidrocarburos
Guinea Ecuatorial es demasiado grande para ser una finca y demasiado pequeña para ser una colonia, según la boutade de Romanones, pero en todo caso sí tiene las dimensiones cortijeras ideales para los insaciables robos de un Teodoro Obiang Nguema (Acoacán, Río Muni, 1942) cuya fortuna personal se calcula en torno a los 700 millones de dólares.
Posiblemente lo único bueno que se puede decir de Obiang es que no es mucho peor que Francisco Macías Nguema, el hombre en el que Manuel Fraga, en un momento poco profético, confió para tomar el mando de la antigua Guinea Española después de que, a finales de los sesenta, la bandera rojigualda fuese arriada por última vez en una posesión del Hemisferio Sur.
Si a la salida de los españoles en 1968, Santa Isabel -luego Malabo- era el descanso de toda África, y si la Administración española había dejado a Guinea en lo alto de todos los escalafones, el Gobierno literalmente caníbal de Macías convirtió el país en una sentina irrecuperable: entre otros divertimentos, Macías impulsó la "caza al blanco" español por las selvas ecuatoriales, y mandó ejecutar a quien tuviera gafas o incluso material impreso, signo seguro de rebelión intelectual a la dictadura.
Tanta fue la vesania de Macías que cuando su sobrino Teodoro le apartó del poder y lo mandó ejecutar, en 1979, la España suarista consideró a Obiang como un mal menor.
La España suarista, ay, tampoco tuvo el don de profecía, porque Obiang lleva ya más de 30 años figurando con Cuba y con el Sáhara como la gran frustración -la gran cruz- de la política exterior de los Gobiernos españoles.
En buena parte, el propio Obiang tiene demasiados conflictos internos con España, desde que -allá por los sesenta, con DNI español-, fue formado militarmente en la Academia de Zaragoza.
Su complejo colonial, sin embargo, tiene un arraigo más firme y más antiguo: como miembro de la etnia continental fang, Obiang siempre se sintió discriminado frente a los isleños bubis, a quienes la Administración española -según su delirio- había considerado como buenos salvajes frente al canibalismo y la magia negra de los fang. Los movimientos antiespañoles de Obiang pasaron, ante todo, por incardinarse formalmente en la francofonía africana -pese a que en Guinea nunca nadie habló francés- y asumir como moneda el franco CFA, en una burla que halló su continuidad en 2010, cuando Obiang pidió el ingreso en la comunidad de países lusófonos. ¡Viva la Hispanidad!
Fue a primeros de los ochenta cuando Obiang sintió como magno agravio que España se negara a aportar números de la Guardia Civil para su custodia personal. Despechado, el dictador se volvió a Marruecos, donde encontró una complicidad que pervive hasta hoy: su guardia personal -en clara muestra de la confianza que Obiang tiene en su pueblo- sigue siendo marroquí, el régimen alauita ha apoyado con entusiasmo la presidencia de Obiang de la Unión Africana y, en fin, hasta planea la construcción de un resort de lujo a modo de un Zanzíbar ecuatoguineano en uno de los islotes del país.
Mientras Marruecos satisfacía al dictador, la escolta de Obiang a punto estuvo de liarse a tiros en la Moncloa por un incidente en una visita oficial, y también en los ochenta comenzó el ir y venir de embajadores españoles, tras el hostigamiento supremo a que sometió Obiang a los cooperantes de nuestro país. De hecho, hasta hoy mismo, la Embajada de España en Malabo ha sido un barracón.
Entre el cinismo y la realpolitik, el Gobierno español -ya en manos del zapaterismo- sólo se acercó a Obiang cuando Guinea empezó a explotar una riqueza de hidrocarburos que le llevó a adquirir el mote -con toda justicia- de el Kuwait de África.
En el top 3 de la corrupción mundial, Obiang -a quien se atribuye una misteriosa enfermedad desde hace años- logró la quiebra de la Banca Riggs, la más antigua de Washington, tras sus escándalos de corrupción en 2003, a resultas de una investigación del Senado de EEUU. La riqueza petrolera, sin embargo, tiene asegurada la inmunidad de Obiang, y algo aún peor que eso: su cortejo sistemático por parte del PSOE. Será, quizá, que entre corruptos anda el juego.