miércoles, 25 de enero de 2012

LA PRIMAVERA ARABE AVANZA HACIA EL SUR


                                                         
Las revueltas árabes se extienden por las principales capitales del África subsahariana
El mismo fuego en el que ardió Mohamed Buazizi, el vendedor ambulante que se quemó a lo bonzo en Túnez el año pasado, se está extendiendo como un calambre por todo el continente atravesando ríos, selvas y desiertos. Después de que el terremoto revolucionario agitara el norte de África desatando el derrumbe de varios Gobiernos con raíces, algo está cambiando también en el sur. Por primera vez desde los procesos de descolonización de mediados del Siglo XX, miles de personas salen a la calle en las principales capitales del continente para reclamar cambios profundos en una sociedad corrupta que les excluye.

Aunque cada país tiene sus propios motivos para protestar, existen, según los expertos, rasgos comunes a todos ellos: Estados podridos, dictaduras represoras, precios imposibles, desempleo rampante, ningún futuro para los jóvenes y una clase media universitaria que ya no se conforma con las migajas que les ofrece el tirano de turno. El resultado de esa frustración está empezando a cristalizar en las grandes avenidas de Lagos (Nigeria), Kinshasa (República Democrática del Congo), Luanda (Angola), Maputo (Mozambique), Kampala (Uganda), Abiyán (Costa de Marfil) o Lomé (Togo).
«Ha llegado la hora de conquistar nuestro espacio», dice el congoleño Mbuyi Kabunda, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. «La mayoría de estos Estados son depredadores que agreden a su propia población en vez de protegerla. La gente ya no cree a los políticos y sólo les queda salir a la calle para protestar. Y lo hacen sin miedo». Hay que tener en cuenta, además, que se trata de regímenes represores que militarizan las ciudades en cuanto se sienten amenazados, como hizo hace meses el Gobierno del corrupto Robert Mugabe en Zimbabue. «Eso para los manifestantes ya no supone un problema, porque ya no tienen nada que perder».
Jean-Arsène Yao, periodista marfileño, cree que «se está formando un caldo de cultivo parecido al que se dio en Túnez: los regímenes africanos, en vez de trabajar para la población abonan el terreno para las revueltas». Y cita la causa: «Está claro que no podemos equiparar a la clase media africana con la europea, pero cada vez hay más gente con conciencia crítica y movimientos sociales de jóvenes instruidos que ven la BBC y la MTV, y leen revistas extranjeras. Eso es imparable».
En algunos casos, estas revueltas han servido para frenar procesos dictatoriales como el de Senegal, cuyo presidente pretendió introducir en 2011 una reforma constitucional para asegurar la continuidad hereditaria de la familia Wade.
Sobre el papel de las redes sociales, una de las claves que ayudaron a expandir la revolución en el norte, Yao se muestra más escéptico: «En el África subsahariana la conexión a internet es un lujo. En cambio todo el mundo tiene un móvil para comunicarse y una antena cerca de sus aldeas, incluso en las zonas más pobres y subdesarroladas del continente». El profesor Kabunda asegura que esa fue la razón por la que el presidente Joseph Kabila cortó el servicio de mensajes en el Congo durante las pasadas elecciones de noviembre, «para evitar que la oposición se organizara en las calles».
África será el continente que más crezca económicamente en 2012, con una previsión del 5,2% de media. Algunos países, como Ghana, lo harán al 13%. El problema para muchos de sus ciudadanos es que no disfrutarán de los beneficios de este progreso, que se quedará en manos de la élite política de turno. El profesor Kabunda asegura que «los años venideros serán determinantes. La gente ya no acepta fraudes. Han condenado al pueblo a vivir en la ignorancia y el pueblo se revelará contra eso. No queda otra alternativa que la lucha en la calle».
La periodista togolesa Hortense Djomeda remite a la gran revuelta estudiantil que se da en su país: «Estamos hartos. Desde los años 70 las cosas no han mejorado nada, pero todo vale mucho más caro. En las universidades hay 600 alumnos por clase, pero ya no dan una sola beca. La gente tiene que llevarse las sillas de su casa y sentarse fuera de las aulas, porque dentro ya no hay sitio». Esa sensación de parálisis «provoca indignación. Aunque han reprimido con fuerza a los estudiantes les ha dado igual. Vuelven a las calles contra el heredero de un presidente que estuvo de 1967 hasta 2005».
Khanissa Mabyeka, periodista de Mozambique, aclara que en su país «las manifestaciones están motivadas por la subida del precio del combustible, que a su vez contribuye a elevar el precio de algunos productos básicos». Sin embargo, cree que «sí hay puntos en común con la Primavera Árabe. Las revueltas las han iniciado los jóvenes, que al ver que no tienen futuro intentan llamar la atención, y lo hacen provocando el máximo de disturbios posibles».
En Angola hay cada vez más oposición contra un presidente que lleva dos décadas; en Costa del Marfil los jóvenes se manifiestan contra el control militar que ejerce Ouattara; en Burkina Faso la gente tomó la calle para protestar por la muerte de un chico en una comisaría... Emeka Okafor, artista y agitador nigeriano, llama a la rebelión en su Twitter, como hacían los tunecinos. «Conozco a muchos compatriotas que están cansados de que les digan lo que tienen que hacer. Lo que quieren es acción. Y ya están activos».
Análisis de Alberto Rojas.