miércoles, 9 de noviembre de 2011

....Y OBIANG SE HIZO LA FOTO

    



Blogs ELPAIS.com | 07 de noviembre de 2011

por Ricardo Martínez de Rituerto

Estas reuniones son una pérdida de tiempo”, se sincera en confidencial petit comité el jefe máximo, que prepara un largo viaje en avión desde Europa a Japón para asistir a una cumbre del G-8. “Se tarda más en ir y en volver que el tiempo que estamos juntos”. Al menos la del último G-20, con emergentes y la UE, más otros invitados permanentes, como España, se ha celebrado ahora en Cannes, cerca de la casa de quien en aquel soleado julio de 2008, en el jardín de su residencia y con unos periodistas, lamentaba la indeseada pérdida de valiosas horas.
Junto a los titulares del club, en el G-20 de Cannes han participado a su manera otros países y organizaciones, entre ellos la Unión Africana (UA), representada por su presidente de turno y de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, decano de los jefes de Estado y de los dictadores de África, llegado al poder en 1979 tras un golpe de Estado contra su tío. En 2009 fue Muamar Gadafi, también en su calidad de presidente de la UA (golpista de la promoción de 1969), el invitado al G-8 de L’Aquila (Italia), donde su saludo y compartir mesa y mantel con Barack Obama causó sensación. Realpolitik, lo llaman.

                                            
Muamar el Gadafi saluda a Barack Obama en la cumbre del G-8 en L'Aquila, Italia, en 2009. / AP
   















Está por ver que estas reuniones sirvan para algo más que para producir declaraciones grandilocuentes y voluntaristas, aunque Cannes será recordado como aquella cumbre en que la Italia de Silvio Berlusconi fue humillada por sus pares y entregada a la tutela del FMI. Podríamos aventurar que también Gadafi diría hoy que tales ocasiones son una pérdida de tiempo. A pesar de todos sus esfuerzos y de las apariencias diplomáticas, el coronel libio nunca se pudo quitar de encima el mote de “perro rabioso” que le encajó en su día Ronald Reagan, tras ser etiquetado antes por Washington de “patrocinador del terrorismo”.
Si se amansó en los hechos (lo que agradeció un Estados Unidos que hizo de él socio en la llamada guerra contra el terrorismo) sus estridencias y astracanadas imposibilitaron su admisión como un igual en la comunidad internacional. Se accedió a tratar con el coronel libio (y se le trató con toda la fanfarria que él ambicionaba) tras renunciar en 2003 a hacerse con armas de destrucción masiva y otros ajustes de cuentas poco claros con Tony Blair. Así pudo salir de Trípoli y pavonearse por el mundo, incluida la tribuna de la Asamblea General de Naciones Unidas (2009), Bruselas (2004), Madrid (2007) o L’Aquila. O ser anfitrión, hace un año y durante la presidencia española de los Veintisiete, de la cumbre UE-África de 2010.
                          
Buena parte de los que le jalearon dijeron luego que la hora de su muerte  “marca el fin de una era de despotismo y represión que el pueblo libio ha sufrido durante demasiado tiempo”, como señalaban las conclusiones del Consejo Europeo del pasado 23 de octubre, sin entrar en el engorroso detalle de dónde estaban y qué hicieron algunos de los signatarios (o sus predecesores) durante esa “era de despotismo y represión”.
Pero la vida sigue y donde dije digo, digo Diego. Ahora le toca ver su ego masajeado a Teodoro Obiang Nguema, cuyo minúsculo país se ha convertido en un petroEstado. Por su personalidad nada estrepitosa en comparación con Gadafi, la presencia del presidente ecuatoguineano ha pasado casi desapercibida, aunque no tanto como hubiese deseado Nicolas Sarkzoy. Y con razón, aunque el francés tenga la piel de elefante a la vista de los amigos que frecuenta, por gusto o por obligación. Más realpolitik.
El presidente del Gobierno, con Gadafi en Trípoli el 29 de noviembre de 2010, en una foto oficial.


















Choca la presencia de Obiang en una cumbre que, precisamente por deseo del Elíseo, se marcaba como una de sus dianas la lucha contra la corrupción en el mundo. Guinea Ecuatorial es el décimo país más corrupto de los 178 analizados por Transparency Internacional. A Obiang le investiga la justicia francesa por desvío de fondos públicos ecuatoguineanos para su inversión en propiedades en el Hexágono. La policía gala confiscó más de una decena de deportivos  (Bugattis, Maseratis, Ferraris...) de su residencia en la Avenida Foch de París, al lado del Arco del Triunfo, quizá propios pero tal vez de su hijo.
Porque de tal palo, tal astilla. A la sombra de Obiang Nguema Mbasogo (Teodoro padre) crece Nguema Obiang Mangué (Teodoro hijo, más conocido como Teodorín), ministro de Agricultura y Bosques a quien el Departamento de Justicia de Estados Unidos quiere requisar propiedades por valor de unos 70 millones de dólares en un proceso por presunto blanqueo de fondos en Estados Unidos procedentes “del robo, la extorsión y la malversación de recursos naturales” en su país. El comunicado oficial de Washington señala que con “un sueldo oficial de menos de 100.000 dólares anuales ha amasado un patrimonio de más de 100 millones de dólares”. “Estados Unidos no quiere ser refugio de los dirigentes corruptos del mundo”, explica el texto, lo que es mucho decir.
En París, Teodorín campa por sus respetos y se ha recordado ahora cómo en marzo de 2009 derrochó 18 millones de euros en la subasta de Yves Saint Laurent-Pierre Bergé. Teniente coronel del Ejército desde hace un año y flamante embajador adjunto de su país ante la UNESCO (siempre París), Teodorín es jefe de la campaña del referéndum de reforma constitucional del próximo domingo en el que la machacada oposición ve un simple truco legalista para convertir en hereditaria la presidencia de Guinea Ecuatorial.
No sabemos si Gadafi pensó en su día que reuniones como la del G-8 en L’Aquila eran una pérdida de tiempo. Desde luego, a él no le garantizaron nada. El obispo surafricano Desmond Tutu ha sido el último en colocar otra vez en la picota a Teodoro padre, supremo de un régimen de “tortura, asesinatos extrajudiciales, detenciones arbitrarias y persecución de periodistas y grupos de la sociedad civil bien documentados por Naciones Unidas y otras fuentes”. Lo que parafraseando a los líderes de la  UE queda en “una era de despotismo y represión que el pueblo ecuatoguineano ha sufrido durante demasiado tiempo”. Pero en Cannes no tocaba. Allí Obiang apenas fue una fugaz silueta aprisionada en un click ante un reloj que marcaba, tercamente, la hora de la realpolitik.