domingo, 1 de mayo de 2011

NACIONALISMO ÉTNICO



Hoy existen  en  el  mundo 193  países  reconocidos  por  la  ONU, un  mundo en  el  que pueden distinguirse más de 4.000 etnias, algunas al borde de la extinción. Sería absurdo pensar que cada una de estas etnias puedan constituir una nación con el fin de garantizar 
la defensa de los derechos de sus miembros. Evidentemente, que no es esta la forma  de proteger  todos  los  derechos  de  todos los seres humanos. Por  el  contrario, conocemos muchos  estados  que  están  formados  por  multitud de grupos humanos  muy  diferentes entre  si, unidos   por  un  proyecto  común  de  sociedad  que  favorece  las  expresiones culturales de todos ellos, en el marco de una auténtica cohesión interterritorial.

Estamos  comprobando  como  el  mundo  camina  hacia  la  Aldea  Común,  en  el  que  la interrelación entre las personas supone un hecho enriquecedor en lo cultural y beneficioso en lo económico. Esto ha sido posible gracias a los  medios  que  las  nuevas  tecnologías ponen a nuestro alcance. Y resulta chocante, a estas alturas, que  existan naciones  en las 
que sus diferentes grupos aviven la fiebre  del  separatismo. En  España  también  estamos contaminados de ese virus. Basta ver la situación del País Vasco, donde  gran parte de  la sociedad  no  disfruta  de  la  libertad  mínima  necesaria  para  defender  sus  ideas y la de Cataluña, donde el PSOE ha otorgado un Estatuto que rompe  la  constitución española y está apartando, cada vez más, a los catalanes del resto de españoles. 

Cuando  se  llega  a  la  divinización  de  la nación, aparece  el  nacionalismo exacerbado,
extremo o totalitario. "No se trata de amor legítimo a su propia  patria  o  de  estima  de  su
identidad,  sino  de  un  rechazo  del  otro  en  su  diferencia,  para  imponerse  sobre  el,
haciendo buenos tofos los medios: la exaltación de la raza, la imposición  de  un  modelo
económico, la nivelación de las diferencias culturales, la sobrevaloración del estado  que
piensa y decide por todos". (Juan Pablo II)

El  nacionalismo  es  una  de  los  falsos  ídolos  de  nuestro tiempo, en nombre del cual se sacrifican los principios de la vida democrática, los derechos de las personas, el bien común y la paz. Siendo la raíz y la fuente de conflictos y violencias, en este siglo y en los anteriores.

Guinea  Ecuatorial, un  país  formado  por  diferentes  etnias,  (estado  126  de  Naciones
Unidas), debe de unir fuerzas entre todos los grupos opositores, para desembarazarse de
la cruel dictadura que está devorando sus entrañas. No debe de abrir, en ningún caso, un  debate étnico, que agravaría más si cabe, la situación calamitosa en la que se encuentra el
pueblo, debido a los más de 40 años de dictaduras que ha soportado. No es conveniente
olvidar, que el estado de marginación y asfixia cultural en la que se encuentran la mayoría
de las  etnias y los demás grupos sociales, es debido única y exclusivamente, a la acción
de un dictador: Teodoro Obiang Nguema. 

Por este motivo, es necesaria la concurrencia de fuerzas de todos los partidos democráticos exiliados, para poder derribar la dictadura de Obiang. Es muy importante diseñar un modelo de democracia en la que quepan todos, con sus particularidades  y  expresiones  culturales diversas.  Hay  que  montar,  en  definitiva, un  estado  democrático  moderno,  dotado  de instituciones fuertes, capaces de devolver la ilusión y generar confianza al pueblo guineano.

Hace falta abrir las puertas a una Guinea interrelacionada, en la que cada etnia  pueda 
vivir en cualquier parte del territorio de este país, reconociéndoseles  todos sus derechos, especialmente el económico, que les permita participar  de  las  riquezas  naturales  que
posee este país. 

Los guineanos no necesitan entrar en disquisiciones identitarias, necesitan unirse y luchar
por un futuro común de democracia  y  libertad.  Necesitan  gobiernos  que  favorezcan 
políticas sociales y económicas serias, que contribuyan a paliar los grandes desequilibrios que se han producido entre su población. 

Juan Cuevas