martes, 13 de abril de 2010

Dialogo con Obiang: Otro "paripé" de Moratinos y Compañía.


Ana Camacho



E
l departamento de Estado en Washington acaba de reconocer por escrito y sin rodeos que en la Guinea Ecuatorial de Teodoro Obiang (gran amigo de Mohamed VI, por cierto) no hay estado de derecho, ni democracia.

En un informe publicado el pasado día 11 sobre la situación de los derechos humanos, el ministerio de Exteriores de Obama hace constar que las fuerzas de seguridad guineanas cometen matanzas “ilegales” (curiosa aclaración), practican demasiado a menudo la detención arbitraria y que los que por ello acaban en prisión no pueden contar con el amparo de un sistema judicial (que sólo existe nominalmente) pero tienen todas las papeletas de ser víctimas de la tortura y las tremendas palizas que los carceleros administran de forma sistemática. También se confirma en el documento que Obiang es un corrupto y saqueador de los bienes del estado y se dan por buenos los informes con los que Amnistía Internacional ha alertado de que la persecución a la oposición política ha llevado a sus fuerzas de seguridad a secuestrar a varios exiliados en Benín, Camerún, Nigeria o Gabón.

Ninguno de estos datos es materia prima para una primicia periodística entre otras cosas porque no hace más que beber en las fuentes del Informe Nowak que, en 2008, elaboró Manfred Nowak, el Relator Especial de la ONU sobre la Tortura. Pero es curioso que en la prensa tradicional española, tanto la de derechas como la progresista, se haya pasado de puntillas sobre la contundencia del Departamento de Estado. Gracias a ello, apenas se notó el contraste con la tibieza de la pieza teatral que el ministro Moratinos, con la colaboración del senador vasco Iñaki Anasagasti interpretó sobre Guinea días después ante el Senado para que no se pueda decir que los políticos españoles son insensibles ante el escándalo de lo que ocurre en Guinea.

Allí Anasagasti, con el candor de quien aparenta ser nuevo en el tema (ya viajó a Guinea en las misiones parlamentarias de Felipe González), le preguntó a Moratinos que por qué había dicho en una entrevista que estaba decepcionado con Obiang y si creía que el proceso democratizador en el país hispano-africano “está bloqueado”. Como si, desde 1993 hubiese dejado de estarlo…

Moratinos pues, lo tenía muy fácil para en su réplica evitar el tema de los asesinatos, la tortura o los secuestros. Efectivamente, le confirmó, se siente “decepcionado” por el nuevo pucherazo con el que en las elecciones del pasado noviembre (esas que pasaron eclipsadas por el Haidargate) se alzó con un nuevo triunfo electoral del nada menos que el 95,37% de los votos emitidos.

Seguidamente, aclaró con tono tranquilizador, dijo que “eso no significa que el Gobierno tire la toalla sino que la sociedad española, el Congreso de los Diputados, el Senado y todas las fuerzas políticas tenemos que mantener una política de Estado para acercarnos e involucrarnos más con un país tan importante para España y para el continente africano como es Guinea Ecuatorial”.

¿Con qué método? Pues con el del mucho “diálogo y cooperación” que también se está aplicando con el regimen opresor y gamberro de Mohamed VI o la dictadura senil de los Castro en Cuba. En los tiempos de la Suráfrica del apartheid o de la España de Franco, la subida de peldaño en los organismos e instituciones internacionales era un premio que los regímenes en entredicho recibían sólo certificando fehacientemente méritos en la senda del cambio. Pero eran otros tiempos y otra gente. Ahora, los nuevos estrategas de la diplomacia ética prefieren repartir premios a los dictadores sin exigir resultados a cambio. Su lema es que, hasta un dictador, lo que necesita para cambiar, es amor.

Volviendo al dúo teatral Moratinos-Anasagasti: una vez más, no hay quien entienda el por qué de tanto paripé. Si España hubiese logrado la décima parte solamente de las explotaciones petroleras que tienen las empresas estadounidenses en Guinea, podría aplicarse la respuesta que Moratinos dio en el Senado en relación a Venezuela, cuando le preguntaron que por qué tragaba tanto sapo con el presidente venezolano Hugo Chávez: “Trabajamos en defender los intereses de los españoles en Venezuela”. Pero no es el caso, y las expectativas de Repsol (por ejemplo) de hacerse un hueco en Guinea no han pasado, como la apertura democrática, de la fase de los futuribles cargados de mucho optimismo.

En cualquier caso, que sepamos, Obiang no ha represaliado hasta el momento a las empresas norteamericanas por el informe. Es más, hay malpensados que creen que, en realidad, tanta crítica sólo es un apretón de tuercas con el que cosechar nuevas concesiones petroleras.

Aunque así fuese, el resultado se ajusta a la envidiable maniobra con la que los hábiles logran matar dos pájaros de un tiro. Moratinos, en cambio, tiene la gran habilidad de que España quede mal con el pueblo guineano o el saharaui, a cambio de nada o de nada que esté a la vista. Eso sí, con la colaboración de los Anasagasti, los Manuel Fraga (el progre de la derecha, según Zapatero) y del PP de Rajoy. Porque, como bien dice Abaha: ¿qué fue a hacer a Guinea Gustavo de Arístegui? Y mientras, podrán pelearse a muerte por el Gürtel, por la reforma laboral o por el diálogo crítico con Cuba pero hay dos asuntos (por lo menos) con los que no hay quien les rompa el consenso a Rajoy y Zapatero: el apoyo incondicional al anexionismo alauita y la cobertura política y bancaria a la cleptocracia de Obiang. A saber por qué.


Fuente: Ana Camacho . http://enarenasmovedizas.blogspot.com/2010/04/dialogo-con-obiang-otro-paripe-de.html