jueves, 3 de septiembre de 2009

Artillería pesada contra el pueblo guineano




El Gobierno español está utilizando artillería de grueso calibre para anular la acción política de la disidencia al régimen tiránico de Obiang Nguema.



No se entiende, de ninguna de las maneras, estos trabajos sucios que hace una Nación respetada, como es España, en favor de uno de los más repugnantes, crueles y criminales tiranos de la Tierra.



El Gobierno socialista no tiene ningún reparo en utilizar todos los mecanismos y herramientas a su alcance con el fin de confundir a la opinión pública internacional, silenciar a la oposición exiliada y agradar a unos de los más abyectos sátrapas de África.



Últimamente, hasta la Televisión Española, en su formato internacional, anda lanzando mensajes equívocos y abiertamente falsos sobre la realidad que vive la sociedad guineana.



A nuestra redacción nos llegan correos de compatriotas nuestros que nos dicen que no nos creamos la información que propaga la Televisión del Gobierno español. En sus crónicas nos presentan una Guinea Ecuatorial que no existe aunque muy bien podría ser verdad de no estar el más incapaz y salvaje de los gobernantes del mundo. Hablan de un Producto Interior Bruto que ya lo quisieran otros países desarrollados y que debe ser verdad pero que no repercute en la calidad de vida de los ciudadanos o mejor, de los súbditos, de la república guineana.



La Televisión Española presenta realidades imposibles y falsas cuando dice que las instalaciones hospitalarias son un ejemplo de eficacia o de que la red eléctrica alcanza al cien por cien de los usuarios o que existe una red de telefonía móvil envidiable. No se puede tener más poca vergüenza.



Guinea Ecuatorial está ocupada por una banda de delincuentes armados hasta los dientes y que se dedican a todo menos a velar por el bienestar de sus ciudadanos.


Guinea Ecuatorial es conocido en el mundo del hampa como una central del crimen organizado. Bajo el mandato del tirano Obiang, se participa en los negocios más aberrantes y sucios conocidos. Se trafica con drogas, se falsifica documentación oficial y moneda; se blanquea dinero procedente de acciones inconfesables, se encubren criminales y se negocia con armas para el mercado más criminal existente.


La Guinea Ecuatorial de Teodoro Obiang y sus pandilla de bandidos produce un efecto narcótico entre la clase política española, concretamente en las esferas del gobierno socialista, que es tan lamentable que casi podríamos decir que se trata de un insulto, el peor insulto que puede soportar una población aturdida, cansada, doblegada y maltratada como la que habita bajo las botas de esta tropa de delincuentes amparados por gobiernos democráticos como el español.



Los guineanos ven con estupor como va subiendo el tono del gobierno español en su escalada de complicidad y apoyo a uno de los violadores de los Derechos Humanos más detestables del conjunto de las naciones del mundo.

Los políticos españoles, en especial los socialistas, no tienen pudor en arrebatarnos el sacrosanto derecho a la libertad, el desarrollo y el respeto que todo ser humano ha de disfrutar.



A pesar de la falta de medios y de cultura, el pueblo guineano defiende con dignidad su derecho a ser dueño de su propio destino. Este episodio escabroso de apoyo sin disimulos al peor de los gobernantes por parte de una Nación civilizada y avanzada, como es España, causa un profundo dolor y malestar en amplios sectores de la sociedad española y europea. Nadie entiende que es lo que se esconde tras este apoyo cómplice al tirano guineano.



¿Qué habrá hecho el dictador Obiang por los socialistas españoles para que estos sean capaces hasta de poner a su servicio a la propia TVE?



¿Qué hay detrás del apoyo de los políticos españoles a Obiang para que le condonen una deuda millonaria a uno de los países más ricos de África?



Estamos muy atentos y desde el exilio seguiremos denunciando el maltrato que sufre la población de Guinea Ecuatorial ante la sonrisa estúpida de muchos políticos españoles.



Tarde o temprano, sabremos la verdad de tanta ignominia.