miércoles, 12 de agosto de 2009

Un repugnante dictador


Teodoro Obiang, el presidente de Guinea Ecuatorial, tradicionalmente protegido por España, es exactamente lo que parece:otro de tantos déspotas bananeros. Eso sí, en el caso del dirigente de la ex colonia, al menos hay que reconocerle la sinceridad. «Presumo de que soy un dictador, porque dictador es el que dicta las normas. ¿Qué dirigente de país no es un dictador?», declaraba el sátrapa hace no demasiados días con orgullo.


Obiang, sobre el que pesan numerosas y bien fundadas acusaciones de represión y de saqueo de los bienes públicos habla desde la prepotencia de quien sabe que, tras tres décadas de sistemática eliminación de todos sus enemigos, ha conseguido instaurar un régimen sólido, que, aún suavizado en los últimos tiempos, no se libra de las permanentes acusaciones internacionales de falta de democracia.
Muchas cosas han cambiado en Guinea Ecuatorial, la única colonia española del África negra, desde que el joven Obiang de 37 años, entonces comandante en jefe del Ejército, se alzara contra su tío, Francisco Macías, hace ya 30 años. El país, que llevaba poco más de una década de independencia, estaba endeudado y harto de una dictadura de una crueldad indescriptible.


Pero, como suele suceder, las cosas no cambiaron mucho con el relevo del sobrino golpista. La gallina de los huevos de oro tardó más de una década en comenzar a poner pero, cuando lo hizo, fue a conciencia gracias al oro negro, que apareció en abundancia a mediados de la década de los 90 del siglo pasado.
Para Obiang fue un gran regalo, que le permite hoy ser recibido en las residencias presidenciales de medio mundo, La Moncloa incluida. El PIB del país creció desde entonces un 5.000 por ciento, pero el índice de desarrollo humano empeoró, con menos de un 2 por ciento de su presupuesto destinado a salud y del 1 por ciento a la educación. La casi totalidad del dinero va a los bolsillos de Obiang y el resto se dedica a pagar facturas en armamento y en servicios de Defensa, como por ejemplo alquilando los servicios de mercenarios de EEUU para entrenar al ejército local, según denunciaba el diario The Economist.

desfalco. Los beneficios del crudo -unos 400.000 barriles al día- solo son para un puñado de privilegiados entre el apenas medio millón de habitantes. El 90 por ciento de la población continuó malviviendo y, aún hoy, el 60 vive con menos de un dólar al día y la mitad de las casas no tienen agua potable. Según denunciaba este mismo mes Human Right Watch, los ecuatoguineanos deberían tener una renta per cápita similar a la de los españoles pero, en realidad, la pobreza es peor que en Afganistán o Chad.
Sin embargo, Obiang, de quien se dice es el hombre más rico de África, presume de modernizador y esgrime sus planes de creación de infraestructuras. Lo que no cuenta, aunque sí lo hace Amnistía Internacional es que, por ejemplo, para la construcción de una urbanización de lujo ha desalojado por la fuerza a cientos de familias. Por lo que respecta a los Derechos Humanos la situación no es mejor. «No hay ninguna tortura, prácticamente», declaraba el dictador ante la prensa española. El relator de la ONU prefirió cambiar el adverbio por «habitualmente».


Y qué decir de la democracia a la guineana. En 1989 quiso dejar de ser golpista y celebró unas elecciones que ganó con el 99, 98 por ciento de los votos. En 1992 aprobó el multipartidismo y, un año después, lograron entrar al parlamento 11 diputados de la oposición de un total de 80. En 1995 orquestó otro pucherazo después de que la disidencia ganara en 19 de los 27 municipios en liza. Su proyecto democratizador seguía en marcha, tal y como constataron el cien por cien de las papeletas a su favor, siempre según el recuento oficial. Hoy hay un solo diputado opositor en una asamblea de 100, Plácido Micó, el mismo que dice que el poder real en su país sigue siendo el militar.


A sus 67 años, Obiang parece querer revalidar su puesto en los comicios de diciembre. A su régimen no le han podido ni las denuncias de corrupción, ni los numerosos intentos de derrocarle, ni las rivalidades familiares.
Teodoro sigue firme, aunque podría sufrir un cáncer de páncreas. De momento, es ya el segundo dictador más longevo de África tras Gadafi. Eso sí, dictador con D mayúscula de dinero.

Fuente:http://www.diariodeburgos.es/noticia.cfm/Mundo/20090810/orgulloso/ser/dictador/004A4957-1A64-968D-59B2E94E4412B61A