Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del
Progreso de Guinea Ecuatorial
Cuando leo en el Confidencial los artículos de mis compañeros no puedo más que sentirme orgulloso de todos ellos. Las ultimas colaboraciones son una muestra de lo que nos mueve y de aquello por lo que queremos luchar. Me agrada observar que una de las grandes preocupaciones es la EDUCACIÓN y lo pongo así, con mayúsculas. La mejor herencia que pueden recibir las futuras generaciones es un sistema educativo sólido, de calidad y que no discrimine a nadie. El futuro de nuestro país tendrá que recaer sobre los hombros de nuestros jóvenes. Si queremos una tierra próspera, moderna, justa y competitiva tenemos que invertir en nuestra gente. No hay mejor ascensor social que saberse preparado para enfrentarse a la vida y contar con las mismas oportunidades que cualquier otro, sea poderoso o rico.
Cierro los ojos y retrocedo en el
tiempo. Han pasado muchos años, pero aún guardo el sabor de aquellos
sentimientos. Guinea Ecuatorial formaba parte de España y yo había superado las
pruebas para estudiar en Tenerife. Antes de salir, de despedirme de la familia,
mi padre me dio ánimos diciéndome que iba muy bien preparado, tan bien como
cualquier español con los que me encontraría después. Era verdad. Mis años de
escuela, de instituto, mis profesores y la calidad de la enseñanza que recibí
fueron como una armadura impenetrable. Mi casa era sencilla y humilde pero aun
así podía codearme y mirar a los ojos a mis compañeros españoles, muchos de
familias adineradas y nobles, porque mi formación era tan sólida como la de
ellos. No hay mayor discriminación y desigualdad que la de carecer de armas para
luchar.
A pesar de ser diferente a todos,
por el color de mi piel, mi acento y mi origen, que era tan exótico para ellos,
pude hacerme un hueco y actualmente todavía mantengo buenas amistades de
aquellos años. La educación me había puesto a la misma altura, cosa que hoy no
se puede decir.
Es un insulto y un delito el condenar
a generaciones enteras a la pelea desigual que enfrenta a nuestra gente con
otros que tienen todos los recursos. Vencer las adversidades solos, sin
formación o apoyo es condenar a nuestros hijos a ser carne de cañón,
explotación y desprecio. Es de una injusticia infinita y por eso valoro tanto
la sensibilidad de mis compañeros por una educación de calidad para todos, sin
excepciones.
La época colonial y el tiempo que
fuimos provincias de ultramar y posteriormente autonomía, significó mucho para
jóvenes que, como yo, pudimos enfrentarnos a los retos de la vida con
suficiente preparación. No existen los complejos cuando no te sientes en
inferioridad de condiciones. Siempre me he sentido orgulloso de ser guineano y
jamás me han despreciado por ello, al contrario. Nunca me dejé humillar y el
respeto se gana cuando se dan cuenta que eres tan inteligente como cualquiera
de ellos y sientes lo mismo en situaciones agradables o ante avatares negativos.
El sentimiento de inferioridad te condena al miedo permanente por eso hay que
apostar por una buena preparación para nuestros hijos, que en definitiva serán
los que nos releven en las más altas responsabilidades de Guinea Ecuatorial.
Algunos señalan al colonialismo y
nuestra cercanía con España de todos los males de nuestra Patria. Yo,
personalmente, creo que el paréntesis malvado y de pesadilla han sido y lo
sigue siendo, las dos dictaduras que sufrimos. Hay quién cree que nos falta la asignatura
de la verdadera independencia y en eso estamos.
Tenemos la voluntad y el deseo de
hacer de Guinea Ecuatorial un país moderno, adelantado y de progreso.
Tenemos las ideas muy claras.
Queremos lo mejor para nuestras familias y me gustaría, como al resto de mis compañeros,
contribuir a ese cambio que todos ansiamos.
Esta etapa no es la de los
herederos de los sátrapas. Que no se acerquen a nosotros los que quieren un
país de hombres y mujeres atemorizados. Ha llegado el momento de la
INDEPENDENCIA y tenemos que aprovechar la oportunidad. Tenemos que aprobar esta
asignatura pendiente y está en nuestras manos. Hagamos el esfuerzo por no
reeditar otra versión de la tiranía, del gobierno del más burro y violento, del
desprecio por la educación y el conocimiento. Hagamos que las futuras
generaciones estén orgullosas de nosotros. Lo podemos conseguir con respeto y,
sobre todo, educación.