miércoles, 7 de marzo de 2018

EL 8 DE MARZO, DIA DE LA MUJER, VISTO POR UNA ESPAÑOLA




Por Cecilia Kent, Socióloga 


Este próximo jueves se celebra el Día Internacional de la Mujer. Multitud de lemas, multitud de actos, unos institucionales y otros casi subversivos y  provocadores. Lo que si estamos seguras es que aun no estando totalmente de acuerdo con el fondo de la cuestión, este 8 de marzo no nos va a dejar impasibles. Oiremos de todo, frases con un sentido común aplastante y fieles al reflejo de la realidad de desigualdad existente en nuestra sociedad y slogans políticos que encubiertos en la piel de defensores de los derechos de la mujer nos querrán llevar a un terreno en el que no todas nos sentimos cómodas.

Colectivos oportunistas, que en sus propias reivindicaciones y en sus formas,  quebrantan la oportunidad de abordar esta cuestión sin generar actitudes de confrontación y sin soliviantar al sexo opuesto e intentarán convencernos de lo lógico y de lo ilógico. 
Es real que existe una brecha salarial entre hombres y mujeres. También es verdad que las oportunidades profesionales muchas veces se ven obstaculizadas por el cuidado de la familia y que las oportunidades de promoción también se suelen ver afectadas por esta circunstancia. El nulo reconocimiento social y económico de las labores domésticas tradicionalmente realizadas por las mujeres no ayuda a dignificar este trabajo. Por otro lado, la violencia de género, aunque cada vez más arrinconada, sigue estando presente.
Dado que es un tema que afecta a la inmensa mayoría de la población femenina viva donde viva y proceda de donde proceda, nadie se resiste a sumarse a las movilizaciones. Cada una a su manera y poniendo por delante la particularidad de lo que le es más inmediato y considera más urgente.
A pocos metros de las concentraciones de mujeres españolas, frente a la embajada de Guinea Ecuatorial en Madrid, mujeres guineanas han convocado su propio acto. En este caso, sus reivindicaciones tienen que ver más con derechos fundamentales básicos que en su sociedad no solo están mermados para el género femenino, sino para todo el resto de los habitantes del país africano. Con el fin de la dictadura y de la mano de la libertad y la democracia, las mujeres guineanas podrían alcanzar el mismo estatus que cualquier mujer que haya nacido en un país libre. El desarrollo traería consigo acabar con matrimonios precoces y concertados que truncan las vidas de las jóvenes guineanas, la poligamia y la violencia psíquica y física que muchas de ellas sufren. 
A esta concentración se han querido sumar hombres adultos y jóvenes guineanos, muchos de ellos en el exilio, que comparten su ansia de libertad y la esperanza de poder ver como el final de la dictadura abriría el camino a un estado democrático y de derecho.
He tenido la ocasión de conocer y tratar a muchos guineanos del Partido de Progreso exiliados en España, conozco  a su Presidente, Severo Moto, a su Vicepresidente, Armengol Engonga,  también al resto de componentes de su Junta Directiva, me consta que forman parte de ella varias mujeres muy comprometidas en la lucha por la igualdad de la mujer en Guinea Ecuatorial. Y finalmente  conozco y valoro muy positivamente el programa que el PPGE quiere llevar a cabo en Guinea para acabar con la marginación y conseguir la plena igualdad de la mujer guineana.