Thor Halvorssen Mendoza: ¿Cuántas dictaduras hay en África hoy en día?
Dr. George Ayittey: Hoy existen más dictadores per cápita en África que en ningún otro continente. En 1990, sólo 4 de los 54 países africanos eran democráticos. Hoy, 21 años después, sólo 15 lo son. Sin embargo, menos de 10 de esos casos pueden ser considerados historias de éxito económico, y solamente 10 cuentan con una prensa libre. Algunos llaman a esto progreso. ¡Qué progreso!
THM: Eso quiere decir que 39 países africanos aún son gobernados por dictadores.
GA: Y ya estamos hartos, ¡hartos! Los africanos están cansados de esto y les están haciendo sentir la presión a los dictadores. Los dictadores causan los peores problemas del mundo: los Estados colapsados, las economías devastadas. Todos los casos de corrupción, robo a gran escala, y saqueos de las arcas del Estado son causados por dictadores que van dejando a su paso destrucción, horrendas matanzas y despojos humanos. Pero adivine quiénes son los que limpian después de ellos. Por décadas Occidente ha gastado trillones de dólares tratando de persuadirlos, engatusarlos e incluso sobornarlos para que reformen sus abominables sistemas económicos y políticos. Occidente incluso ha intentado una política de apaciguamiento en su acercamiento a África. ¡Basta!
THM: ¿Pero no debería Occidente presionar a los dictadores con otras medidas como cortar los préstamos del FMI y la ayuda humanitaria internacional, y amenazarlos con dejar de reconocerlos diplomáticamente?
GA: Occidente tiene que entender que los dictadores nunca estuvieron, ni nunca estarán interesados en reformas. Están sordos y no atienden a razones. Punto. Los dictadores son alérgicos a las reformas y son astutos supervivientes. Harían lo que sea para preservar su poder y sus fortunas, sin importar cuanta sangre acabe en sus manos. Son maestros del engaño y talentosos manipuladores que nunca cambiarán.
THM: ¿Cómo hacen para sobrevivir? ¿De dónde sacan los recursos que necesitan?
GA: Déjeme darle unos datos sobre los recursos que amasan los dictadores para responder a su pregunta: después de tan solo cuatro años y medio en el poder, el antiguo dictador nigeriano Sani Abacha logró acumular una fortuna personal de 5 mil millones de dólares. Omar al-Bashir le robo 7 mil millones al Sudán. ¡Y Hosni Mubarak de Egipto logró acumular una fortuna de 40 mil millones de dólares! Todo robado de su propio pueblo. Para poner esto en perspectiva, el patrimonio neto de todos los presidentes estadounidenses, 43 en total, desde George Washington hasta Barack Obama, suma menos de 3 mil millones… en más de 250 años! Esto quiere decir que cada uno de los bandidos africanos ha robado más que el patrimonio neto combinado de todos los presidentes de Estados Unidos, e incluso más.
THM: ¿Cómo puede un activista de derechos humanos luchar contra 40 mil millones de dólares?
GA: Esto es exactamente lo que sucedió en Egipto y Túnez. Hartos de sus corruptas payasadas, manifestantes molestos comenzaron a echar a los dictadores a la calle: Ben Ali escapó, Mubarak fue hecho a un lado, y más cocos caerán. Pero cuidado: Las ruidosas manifestaciones “Rah-Rah” por sí solas no son suficientes. Existen tres principios fundamentales para que una revolución popular sea exitosa. Primero, es primordial que haya una coalición de las fuerzas de oposición. Segundo, el modus operandi del dictador, sus fortalezas y debilidades, deben ser estudiadas en detalle y explotadas. Finalmente, realizar las reformas en el orden correcto es crucial; hay varios pasos que se deben seguir en un orden preciso.
THM: Tal vez la secuencia que acaba de describir debería llamarse la ley de Ayittey… Explíqueme una cosa: ¿Por la palabra “coalición” se refiere a una alianza política? ¿Acaso esto no sería difícil de lograr en la mayoría de estos países, que sufren bajo el yugo de dictaduras unipartidistas?
GA: Por coalición me refiero a un pequeño grupo de activistas en favor de la democracia, es decir, un consejo de sabios. Este consejo debe funcionar como un sistema centralizado; planificando estratégicamente las acciones de la oposición y coordinando todas las actividades de los grupos de la sociedad civil y los movimientos juveniles. Por ejemplo, la “Reunión” en Sudán en 1985, el “Círculo del Danubio” en Hungría en 1988, la “Carta 77” en Checoslovaquia en 1989, y la “Alianza por el Cambio” en Ghana en 1995, en la que yo participé, todas estaban lideradas por un consejo de sabios. Si el dictador llama a elecciones, entonces el consejo debería agrupar a todas las fuerzas de oposición en una alianza electoral. En el 2010, los dictadores “ganaron” elecciones porque la oposición se encontraba fragmentada. En cuanto al financiamiento, el consejo debería apoyarse en la comunidad nacional en el exilio, no en donantes extranjeros.
THM: ¿Por qué los reformistas deberían depender de sus comunidades en el exilio y no de donantes extranjeros?
GA: Las reformas deben venir desde adentro, hechas por la
misma gente, no por gobiernos occidentales o por instituciones financieras. Las reformas que son iniciadas desde adentro son más sostenibles y duraderas. Las reformas deben partir primero de una reforma intelectual al seno de la misma sociedad y luego o al mismo tiempo de una explosión en materia de libertad de expresión. La “Primavera Árabe” empezó, por ejemplo, con el suicidio por inmolación de Mohammed Bouazizi. Lo que él hizo fue la más extrema y máxima forma de libertad de expresión.
THM: Bien. Entonces primero una coalición, luego identificamos las debilidades del dictador…
GA: El modus operandi de todos los dictadores es esencialmente el mismo: además de tomarse el parlamento o el congreso, si es que existe uno, ellos toman control de seis instituciones clave: 1) las fuerzas de seguridad, 2) la prensa, 3) la administración pública, 4) el poder judicial, 5) la comisión electoral y 6) el banco central, llenándolas con sus partidarios y pervirtiéndolas para que sirvan a los intereses del dictador. Para que una revolución popular triunfe debe luchar para arrebatar el control de una o más de estas instituciones de las garras del dictador.
Todo terminó para Ben Ali y Hosni Mubarak cuando el ejército se rehusó a disparar al pueblo. Lo mismo pasó en Filipinas en 1986 y en Georgia en noviembre del 2003, donde las fuerzas de seguridad fueron cautivadas con rosas (de ahí el nombre “La Revolución de las Rosas”). La Revolución Naranja en Ucrania en el 2004 se ganó el apoyo de la Corte Suprema, y la Revolución Negra de Paquistán de marzo de 2007 tuvo todo el apoyo del poder judicial. Pero déjeme darle otras tres estrategias adicionales que sirven para derrocar a un dictador: Primero, quítele la prensa de las manos: cree radios piratas, use los medios sociales. Esto es lo que desatará las reformas que tanto añoramos; no las sutiles reformas, los sermones o las sanciones de la Comunidad Internacional.
Segundo, golpéelo con su propia constitución. Por ejemplo, el Articulo 35 de la Constitución de China garantiza la libertad de expresión, de la prensa, de reunión y de asociación. En Ghana usamos la Constitución y las Cortes para liberar las ondas de radio, llevando así a la proliferación de estaciones de radio FM, que fueron particularmente útiles para el derrocamiento del régimen en el 2000.
Tercero, la debilidad de un dictador es explotada al hacer extender geográficamente a su ejército. Vimos esto cuando las protestas en Túnez y Egipto surgieron en forma simultánea en varias ciudades y pueblos, extralimitando a las fuerzas de seguridad.
THM: Pero eso no es todo, ¿cierto? Derrocar al dictador es sólo el comienzo…
GA: Deshacerse del dictador es sólo el primer paso para establecer una sociedad libre. La dictadura también debe ser desmantelada. No hicimos esto en África en los años 60. Sacamos a los colonos blancos y fueron reemplazados por neocolonialistas negros y sobre todo por lo que yo llamo “socialistas de banco suizo”, y revolucionarios charlatanes.
Los africanos te dirán que luchamos muchísimo por sacar a una cucaracha del poder, y la siguiente rata que entró en el poder vino a hacer exactamente lo mismo. Esto es porque no desmantelamos el Estado dictatorial. Para desmantelar a una dictadura se deben hacer las cosas en orden y siguiendo pasos. Esto es como hacer una reparación general de un automóvil donde los arreglos deben hacerse en orden: no arreglas la transmisión cuando la batería no funciona, ni tampoco instalas un nuevo equipo de sonido.
Para desmantelar una dictadura primero es necesaria una reforma intelectual (una campaña por la libertad de expresión y de la prensa); segundo, una reforma política (pluralismo democrático y elecciones libres y justas); tercero, una reforma constitucional (que limite los poderes del ejecutivo); cuarto, reformas institucionales (un poder judicial independiente, una comisión electoral, una administración pública eficiente, y fuerzas armadas neutrales y profesionales); y quinto, reformas económicas o liberalización (libre mercado y libre comercio).
THM: ¿Qué pasa cuando no se sigue este orden?
GA: Los movimientos para derrocar al dictador se han revertido en muchos países porque el proceso de reformas no siguió una secuencia adecuada, o fue hecho al azar. Por ejemplo, la liberalización económica prematura –como la terapia de choque en Polonia, la Republica Checa, y Rusia a principios de los años 90 – produjo capitalistas vampiros. Las reformas institucionales y el marco legal necesario para que la liberalización económica se haga correctamente no fueron realizadas. La nomenklatura (élite de la antigua Unión Soviética) se mantuvo afianzada en el poder, frustrando las reformas. Unos cuantos (ocho) oligarcas usaron su conocimiento del medio y sus conexiones políticas para acaparar activos estatales a precios bajísimos y se convirtieron en billonarios de manera instantánea.
La liberalización económica en África fue más desastrosa que cualquier otro tipo de reforma, como lo fue el consenso de Washington para Latinoamérica. Para que no queden dudas, la liberalización económica trae prosperidad, pero los dictadores jamás hacen reglas justas. Tan solo implementan aquellas reformas que les beneficiaran a ellos, a sus familias y a sus matones. Aquellos países africanos que llevaron a cabo la liberalización de sus economías fallaron la prueba política e implosionaron: Burkina Faso, Egipto, Costa de Marfil, Kenia, Libia, Madagascar, Túnez y Zimbabue. En Egipto, los manifestantes que tumbaron a Hosni Mubarak ahora buscan revertir sus reformas de libre mercado y hacer responsable a sus beneficiarios. Y Costa de Marfil, en su momento denominada el “milagro económico”, yace ahora en ruinas. China actualmente se enfrenta a esta encrucijada. Si se abre políticamente, el Partido Comunista caerá; si no lo hace, posiblemente China se desintegre como la Unión Soviética.
THM: Y ¿A quiénes representa?
GA: Así como Mikhail Gorbachev comenzó con el Glasnost, África debe empezar con el Negronost. Recuerdo a la Generación Chita, que ya ha avanzado en Túnez y Egipto y recuperará poco a poco a más países Africanos; en Bahréin, a Ali Abduleman; en Bielorrusia, a Oleg Bebenin; en China, a Liu Xiaobo; en Irán, a Neda Agha Soltan; en Rusia, a Anna Plitkovskaya; en Túnez, a Mohammed Bouazizi; en Venezuela, a la Jueza María Alfuni; y a los activistas por la democracia en Burkina Faso, Camerún, Etiopia, Libia, Siria, Uganda, Yemen, Zimbabue y en cualquier otra parte.
Las razones por las que hago esto son dos: 1) porque las dictaduras no están limitadas al continente africano, y 2) para mostrar solidaridad con otras personas que también están luchando por la libertad. Esto es una postura que el ‘Oslo Freedom Forum’ ha demostrado de forma admirable.
Trabajando juntos podemos aprender los unos de los otros y derrotar a estos abominables dictadores.