No se
pueden poner puertas al campo, que decía mi anciano padre y a estos analfabetos
que nos gobiernan seguro que aún le tenemos que explicar la frase… “No se
pueden poner puertas al campo” quiere decir que no se puede encerrar el mundo
en una caja y eso, aunque ustedes lo ignoren, lo saben hasta los pobres
muchachos de las calles.
Habéis
condenado a generaciones enteras a la miseria y al espanto de la pobreza. Los
que han tenido suerte los he visto descargando camiones en el puerto de
Valencia o vendiendo droga en el parque del Retiro de Madrid. Buena gente que,
sin formación, se han tenido que abrir camino entre maleantes, barrios
atestados de escoria, alcohol y abandono. Los chicos de camareros, en el mejor
de los casos y las chicas, ay las chicas ¿no os da vergüenza lo que le habéis
hecho a un gran número de muchachas listas y bonitas? Sois de lo peor y no me
extraña que empiecen a escupiros en la cara.
Los
estudiantes, los universitarios, los jóvenes que solo pueden viajar por
Internet, si les dejan; ya no pueden más. ¿Cómo es posible que haya dinero para
organizar cumbres de Jefes de Estado y campeonatos de fútbol y seáis incapaces
de organizar, mínimamente, la sociedad?
Guinea
Ecuatorial tenía que ser el país mejor valorado por todo el mundo. Tenemos una
costa preciosa y unos bosques tropicales únicos; tenemos la mejor gente con la
que ponerte a trabajar o a charlar. Guinea Ecuatorial lleva el ritmo en su
sangre y sus voces son deliciosas ¿porqué nos cubrís con la basura de vuestra
incompetencia criminal?
Los jóvenes
se han hartado y han saltado a la calle y prefieren morir de pie que vivir
arrodillados. Los jóvenes no quieren ser sangre fresca para los vampiros y os
van a perseguir hasta vuestras sepulturas, si hace falta. La juventud guineana ha dejado de ser la banda de Teodorín para exigir su espacio, quieren vivir y
construir un país.
Los jóvenes
de Guinea Ecuatorial no quieren ser animales, mulas de carga. Guinea Ecuatorial
se merece mucho más y queremos conseguir, alcanzar, ese día en que mi madre
sonría, mi hermana no tenga miedo y yo pueda volver a mi casa. Guinea
Ecuatorial se merece salir de esta maldición a la que nos someten arrogantes y
miserables bandidos armados.
Cualquier
día, ya hemos empezado en las calles de Malabo y Bata, un joven se arrodillará
en mitad de la calle y le gritará a los uniformados “¡¡¡ vamos, vamos,…
disparad contra el pueblo!!!” y seguramente caminarán más metros y más gente y desarmadas,
con los brazos al cielo, las mujeres entonarán canciones tradicionales mientras
el pueblo avanza y los fusiles se caen de las manos y los soldados se miran y
al tirano le falta tierra para esconderse. Ojalá y las bocas de los cañones no
vomiten plomo contra los torsos brillantes y tersos de los estudiantes, ojalá.