jueves, 16 de enero de 2014

UN HOLOCAUSTO SILENCIOSO

Secretaría de Formación del Partido del Progreso

El año 2013, que acaba de terminar, nos ha dejado una tasa de corrupción terriblemente alta en muchos países, tanto europeos como de otros continentes, especialmente en África y sobre todo en Guinea Ecuatorial, donde la situación se ha convertido ya en insostenible. En nuestro país la dictadura ha anegado de podredumbre a todas las instituciones y al conjunto de la sociedad  y además está mostrando su carácter más violento contra cualquier tipo de disidencia interna y su enorme poder militar sigue aumentando día a día, con el objetivo de conseguir su total afianzamiento en el poder.

Pero en el panorama oscuro ha brillado, y sigue brillando con gran intensidad, un Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el Papa Francisco, que nos señala cuales son los caminos malos y nos exhorta a tomar uno bueno. Es el Papa de los pobres, de los que sufren especialmente en esta vida, el Papa que, con prudencia pero de modo firme, nos exhorta a todos los que participamos en la vida pública a conducirnos  limpios y apartados de toda corrupción. 

En su libro, CORRUPCIÓN Y PECADO, el Papa Francisco, señala que la corrupción es el pecado de nuestro tiempo, pero además, supone algo más que un pecado: es un estado permanente de pecado que el corrupto no reconoce como tal y que, por tanto, no presenta ningún tipo de arrepentimiento, ni de perdón, ni por supuesto, voluntad de enmienda. Aunque a un político cristiano se le presenta una nueva exigencia; no basta sólo evitar la corrupción, sino además, -aquí radica lo difícil- combatirla. No tolerarla, no permitirla, ni participar en ningún tipo de acción con los corruptos, y por supuesto, no formar parte de gobiernos que alienten la corrupción. 

Comparto con Severo Moto que cualquier gobierno dictatorial -aun disfrazado de rostro humano- siempre es y será corrupto. Y que   existe una corrupción política -que no implica necesariamente el robo- que en términos generales, pasa por el mal uso público (gubernamental) del poder para conseguir una ventaja ilegítima, bien por no someterse regularmente al refrendo popular mediante elecciones libres o por su manipulación, para conseguir ventajas para un determinado grupo.

Reprobar este tipo de actitud en los tiempos actuales, es relativamente fácil, sobre todo porque ahora todos hemos podido comprobar las nefastas consecuencias que estos comportamientos han traído  a la economía mundial y la particular pesadilla que está suponiendo para nuestro pueblo, una dictadura  corrupta y asesina como la de Obaing Nguema. Imaginamos lo difícil que ha sido para el Partido del Progreso y para su Presidente el mantener una postura permanentemente enfrentada a la dictadura, en aquellos años de plomo, -no tan lejanos- en los que su poder se enseñoreaba aquí en España, muy cerca de nosotros, -a través de sus amigos y protectores- ejerciendo una presión inusitada contra nosotros. Eran los tiempos en los que ser empresario español y declararse amigo de Severo Moto, implicaba ser visitado por un ángel exterminador, bien en forma de inspección de hacienda, o de pérdida de contratos públicos, o de algún que otro castigo, en el que no se descartaba el físico.

Cuando instituciones y políticos, muy cercanos, animaban a Severo a "perdonar", o al menos, no ser tan "duro" con Obiang, para así ir ganando -en el interior- pequeños espacios de poder (como lo han hecho otros), el presidente del Partido del Progreso, respondía con tozudez: "a mi lo único que me importa es mi pueblo". Cuando desde el poder se le invitaba a sentarse en la mesa con la dictadura, siempre la misma, y machacona respuesta: "yo estoy aquí para servir a mi pueblo". Al final concluían: "este hombre" es un imposible, un cabezota que no da el brazo a torcer". Después vinieron las amenazas, la exclusión, la difamación (golpista y terrorista le llamaban), la persecución y finalmente, la cárcel. 

Como vemos, ser coherente con nuestras ideas y fiel a nuestras creencias, no es tarea fácil y en algunos casos -como el que estamos viendo- supone pagar un  alto precio. Por este motivo, los militantes del Partido del Progreso nos sentimos orgullosos de nuestra trayectoria y de la de nuestro Presidente. Hemos llegado  hasta aquí, -esparcidos por todo el mundo a patadas, ilegalizados y proscritos en el interior- con los mismos planteamientos de siempre, con la misma fuerza que antaño y con el convencimiento de que lo que hemos hecho y lo que estamos haciendo es lo correcto.