Editorial El Confidencial
Constancia Mangue, esposa del dictador de Guinea Ecuatorial, en una huida hacia adelante, ha organizado una controvertida concentración para las esposas de los militares en Sipopo. Se ha anunciado que autobuses recogerán a las mujeres en los cuarteles para llevarlas al evento, donde se les exigirá llevar nuevos uniformes. Este acto es una clara maniobra de burda propaganda en un contexto donde el régimen continúa enfrentando acusaciones de corrupción, violaciones de derechos humanos y negligencia en servicios básicos como la sanidad y la educación. La asistencia es obligatoria para aquellas cuyos esposos así lo decidan, subrayando la coerción en esta estrategia de imagen.
En Guinea Ecuatorial, la situación política se tensa mientras Constancia Mangue, esposa del presidente Teodoro Obiang, intenta asegurar la sucesión de su hijo Teodorín. A través de estrategias que incluyen convencer a las esposas de los militares, se busca ganar apoyo para que acepten a Teodorín como el futuro líder del país, pese a la resistencia palpable dentro de las fuerzas armadas que rechazan su candidatura.
Teodorín, por su parte, sigue exhibiendo un estilo de vida extravagante, comparado con el de un jeque árabe, con propiedades en Dubai, Brasil, Sudáfrica, y cuentas en paraísos fiscales, contrastando drásticamente con la pobreza extrema de los ciudadanos guineanos, muchos de los cuales luchan por realizar una comida al día.
Este despilfarro ocurre en un contexto donde figuras influyentes dentro del régimen, que han amasado grandes fortunas a través de la corrupción, buscan proteger sus intereses. Estos individuos han encontrado en países como España otros medios para lavar el dinero robado al pueblo.
Los Obiang a pesar de haber intentado fortalecer sus alianzas internacionales con visitas a países como Bielorrusia, Rusia, Turquía y China, esos esfuerzos parecen no haber dado frutos, sumiendo al régimen en la desesperación.
En una situación tan dramática en la que la dictadura está arruinado la vida de los guineanos, y que podemos estar a las puertas de la continuidad de la misma, no podemos entender como ciertas personas que se cuentan entre los opositores, que nostálgicamente todavía reivindiquen la figura de un dictador sanguinario como Francisco Macías, haciendo un flaco favor a la democracia. Esta actitud es alarmante y subraya la necesidad de un cambio significativo en las mentes de muchos guineanos.
Es imperativo reaccionar ante la perspectiva de que Teodorín, bien conocido por su estulticia, su inestabilidad emocional, su corrupción y su vida disoluta, pueda continuar con el legado dictatorial de su padre. La comunidad internacional y nosotros los guineanos debemos impedir que esta situación se consolide, abogando por una transición democrática efectiva para asegurar un futuro mejor para Guinea Ecuatorial, libre de opresión y explotación.