sábado, 29 de octubre de 2022

GUINEA ECUATORIAL: LOS “OKUPAS” DEL PODER

Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial



Pienso en las paradojas de la vida y reflexiono sobre todo lo que es capaz de hacer el ser humano. Sentado en un cómodo sillón que hay en el salón de mi casa dejo la vista pasear por los lomos de los libros que están ordenados en los estantes de la biblioteca. Colecciones sobre música, arte y arquitectura, agricultura y mundo rural, obras clásicas de la literatura mundial y un volumen enciclopédico sobre el siglo XX. Me pica la curiosidad, me levanto y me pongo a ojearlo, a leer los titulares y a ver las fotos que ilustran los textos. Es increíble lo que la humanidad es capaz de hacer y de destruir. Me gustan los reportajes sobre la carrera espacial, pero me voy también a las páginas que tratan las grandes guerras mundiales que la precedieron. La descolonización de África y las penurias de Iberoamérica, la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética. Millones de muertes, sufrimiento extremo a manos de regímenes apocalípticos como nazis o comunistas. Hambre, explotación, violencia, miseria y corrupción. Leo que no ha existido enfermedad, virus, pandemia o desastre de la naturaleza que iguale el poder destructivo de la raza humana.



Me paro en los retratos de personas del mundo, en sus ojos y expresiones. Leo las explicaciones sobre la panorámica de una mina a cielo abierto, en el corazón de África, donde una masa de niños y jóvenes me recuerdan a las filas de los hormigueros. Todos ellos vestidos de barro espeso, cubiertos de telas de saco en las que apoyan cubos llenos de piedras para lavar y encontrar el oro, los diamantes o lo que sea que buscan. Rostros sucios manchados de tierra seca, cuarteada. Me indigno. Me revuelvo en el sillón. Cierro con violencia el tomo sobre la historia del siglo pasado y pienso en que nada ha cambiado. Siria, Afganistán, Armenia y Azerbaiyán; por donde cojas el mapa del mundo hay miseria como para quitarte las ganas de vivir.



Me entristece que mi continente guarde tanto dolor y tantos gobiernos fallidos. De norte a sur los desastres son evidentes. Las primaveras árabes, que tanta ilusión despertaron, agonizan en crisis abiertas y sin vías de solución. Quedan guerras enquistadas y tristemente silenciadas. Un éxodo de africanos huye de sus gobiernos corruptos, despóticos e inútiles. Hay algunas excepciones de las que ya hablaré en otra ocasión.



Quizá, el ser un exiliado me haga más sensible a estas emociones. No he logrado superar o perdonar, el que haya personas por encima de uno que puedan condicionarte la vida para siempre. El misil que reventó la casa del joven matrimonio ucraniano les marcará para siempre. Los que huyeron y naufragaron buscando una vida mejor, no van a volver a la vida. Las mujeres violadas y violentadas que perdieron su inocencia de la manera más asquerosa e irrecuperable posiblemente nunca vuelvan a sonreír. Nada de esto lo produce un terremoto ni siquiera una enfermedad, por grave que sea o parezca. La mayoría de estas atrocidades que se ceba con la gente corriente, está provocada por otras personas.



No hay duda de que estoy en política para intentar luchar contra este sin Dios. Mis compañeros, los hombres y mujeres con los que hablo y trabajo, se sienten muy implicados. Nosotros sabemos que podemos cambiar las cosas. No vamos a salvar el planeta, ya me gustaría. No vamos a evitar las desgracias, pero sí podemos cambiar nuestro entorno más inmediato. Ahora, tenemos esa oportunidad. No me abandona la esperanza porque estoy seguro de que el cambio va a merecer la pena. En nuestra formación política mantenemos el optimismo. Más pronto que tarde, hasta los más tarugos, se darán cuenta de que es mejor contar con la colaboración de todos para construir una sociedad más justa y más libre. No necesitamos que nos digan lo que tenemos que hacer. Ya lo sabemos. Lo que queremos es que dejen de dar ordenes ridículas e ineficaces y permitan que entre todos nos organicemos para enfrentarnos a los problemas. Tenemos las herramientas para construir una comunidad de referencia. Lo tenemos todo. Nuestra maldición son los “okupas” del poder.



Tengo mucha fe en el futuro de Guinea Ecuatorial. Anoche, antes de acostarme, estuve un rato mirando vídeos de YouTube. Llevo mucho tiempo siguiendo a algunos jóvenes guineanos que hacen un trabajo estupendo. Tienen cultura, editan bien, les dan un ritmo muy profesional a sus vídeos y tratan temas muy interesantes. Son el futuro de nuestro país y estoy muy orgulloso de ellos. Gracias a sus trabajos he visitado mi ciudad, Bata, las playas de Malabo y he escuchado a una juventud con inquietudes y ganas de innovar y exportar Guinea Ecuatorial más allá de sus fronteras. Leo los comentarios y hay españoles y muchos, muchísimos, hispanoamericanos que disfrutan del acento guineano, de la belleza de nuestro país y de las posibilidades que están por explotar.



Tenemos una juventud de lujo que no necesita más que la desaten y les dejen libertad para crear. Hay músicos, artesanos, emprendedores, chicas de una belleza sorprendente, no solo físicamente sino como piensan, y cómo no, auténticos reporteros de la vida cotidiana. Os invito a que busquéis a estos chicos de YouTube para que veáis por vosotros mismos que no exagero nada.

El valor de nuestras mujeres jóvenes, de nuestros muchachos, es oro puro. Como digo siempre, está en nuestras manos. Pongamos bien arriba a nuestra gente e intentemos convencer a los brutos de que juntos somos más fuertes.