Un invisible y desconocido virus, escondido dentro de las
gotitas de saliva, flota por el aíre y se cuela por las rendijas. Un amigo mío
que, para más señas, es exiliado guineo ecuatoriano en España, me cuenta que su
presidente, el tirano Teodoro Obiang y un selecto séquito han sido autorizados
a cruzar el espacio aéreo español para que puedan ser tratados en un hospital
de Madrid lo que en su país es imposible.
Yo, la verdad, no tengo ni idea de si
esta historia es verdad o mentira. Eso sí, recuerdo, nada más empezar el estado
de alarma que la prensa guineana “informó” y “aireó” que el histórico
disidente, Severo Moto, yacía muy grave en una Unidad de Cuidados Intensivos
afectado por el misterioso ser infecto. Hay que ver lo que es el “karma”, al
parecer el que está luchando contra el enemigo intangible no es el opositor a la dictadura de Guinea Ecuatorial y sí el todopoderoso señor de Malabo y
autoproclamado dictador. Por eso hay que ser muy cuidadoso con lo que se piensa
y lo que se dice pues ninguno tenemos un seguro que nos blinde de los riegos
que padecemos por la sencilla razón de ser mortales. La muerte nos iguala a
todos y lo único que queda, si es que queda algo, es el recuerdo de nuestros
actos en esta vida. Un currículo penoso el de este hombre, Teodoro Obiang Nguema, al que ya están llamando
las fuerzas incontrolables del más allá.
Con Severo Moto he coincido varias veces y nos hemos llamado
durante estos meses de pandemia y cuarentena. Un hombre educado que no guarda
rencor ni odio y que lo único que espera es poder liderar una alternativa
fiable que garantice un ciclo de prosperidad y desarrollo en Guinea Ecuatorial.
Casi nada. Lo cierto es que tantos años en el exilio le han legitimado para ser esa alternativa honesta al cambio. Por mi trabajo de consultor,
fundamentalmente para empresas establecidas en el extranjero, se me da bien
definir un perfil a partir de un conjunto de datos. Con Moto puedo asegurar,
sin temor a equivocarme, que se ha convertido en un valor incuestionable en el
proceso de transición a la democracia en Guinea Ecuatorial. De las
características que lo definen, destacaría su carisma, el sólido equipo que ha
logrado reunir bajo su dirección y el imperecedero e inquebrantable espíritu de
sacrificio y servicio hacia su pueblo.
Severo Moto es, por lo tanto, una gran marca política en sí
mismo. Aunque desapareciera, su nombre seguiría sonando y posiblemente con más
fuerza. Una de las muchas cualidades que le ayudan en esta interminable carrera
de fondo está su absoluta fe en el futuro, lo que le empuja a no perder la
esperanza. Lleva curtiéndose décadas en el exilio. Lo han encarcelado, han
intentado asesinarlo, lo han secuestrado, le han dado la espalda y traicionado de
la manera más repugnante y, sin embargo, ahí sigue. Con más nervio que nunca.
Hombre de profundas convicciones religiosas. Estudió en un seminario
y guarda esa exquisita educación aprendida en la institución católica. No tiene
complejos y se declara abiertamente demócrata cristiano; va a misa y participa como
un feligrés más en el coro de su parroquia. Está casado con una mujer muy
valiente y especial que no lo ha abandonado ni en los momentos más complicados.
Tiene cuatro hijos y un buen puñado de nietos.
El hecho de que la vida le haya tratado con dureza y que su
historia no haya sido fácil, es en él una garantía de éxito. Estamos ante un
hombre que a pesar de todo no ha perdido la ilusión en un proyecto en el que
cree firmemente y que ha conseguido transmitir a un grupo de hombres y mujeres
que lo siguen como compañeros de viaje desde hace ya muchos años. Él, así me lo
dijo una vez, no cree ni en los fanatismos ni en los incondicionales sin
sentido crítico. Sabe que la fuerza que tiene, el músculo que puede exhibir en
cada concentración, acto o cualquier convocatoria es fruto del trabajo en
equipo de su gente. Una vez le pregunté si no temía ser relevado o sencillamente apartado de la presidencia de su organización. Me
sonrió y me contestó que estaba a disposición del partido, que no tenía dinero
para sobornar a nadie ni fuerza coercitiva para exigir obediencia ciega. Así que,
hace mucho tiempo que tengo las maletas hechas, me dijo sin ninguna
preocupación. Se siente orgulloso de ser el representante de los que se ponen a
su lado en la foto y de mantener viva la llama de la lucha contra la tiranía de
Guinea Ecuatorial.
Está convencido de que el cambio y la transformación de
Guinea será espectacular cuando caiga el régimen de terror e ignominia que
sufre el pueblo. Moto lleva una sencilla hoja de ruta grabada a fuego en su
corazón: Reconciliación nacional, libertad para los presos políticos, retorno
de los exiliados y elecciones libres con todas las garantías. Siempre ha
mantenido que no iba a entrar pisando charcos de sangre en su país. Es maestro
y periodista, sus armas son la cultura y la transparencia. Cree en la educación,
en la formación como vector para el desarrollo de la Nación. Aspira a una
sociedad educada, respetuosa y con las herramientas necesarias para que cada
uno pueda desarrollar dignamente su vida. Moto está convencido de que el
Gobierno tiene la obligación de ser un instrumento para beneficio del pueblo y
no al revés.
Cuando hablo con los exiliados y me cuentan las calamidades
que han sufrido o pasan a día de hoy, me duele en el alma. Muchos tuvieron que
dejarlo todo para no volver jamás a la casa de sus padres, a lo que fue su
hogar. La vida de los expatriados no es nada fácil. Aun así, hay auténticos
triunfadores. Hombres y mujeres hechos a sí mismos como el vicepresidente del
partido y mano derecha del presidente Moto, Armengol Engonga.
Llegó a España siendo un niño, solo, con su maletita de
cartón y un horizonte lejano e incierto que conquistar. Hoy es un profesional
de prestigio en su sector, es ingeniero agrónomo, casado con una bella
alcarreña, tiene tres hijos y es abuelo de un par de nietos. Cómo pasa el
tiempo, me confesó cuando le llamé por teléfono. Armengol es optimista por
naturaleza, ese es su secreto para mantenerse joven, saludable y activo. Lleva
en la cabeza su pasión por el desarrollo de los pueblos. Siempre me ha dicho que
no le gustaría que en su país hubiera ciudadanos de primera, los de las
ciudades y de segunda, los del mundo rural. Junto a sus compañeros de la
dirección del partido y como no, del presidente, ha diseñado protocolos para
conseguir el tan deseado equilibrio entre los grandes núcleos urbanos y los
pueblos. Está comprometido en acercar la salud, la educación y los servicios de
una manera descentralizada y eficaz a todos los rincones del país.
Es muy triste ver que con los recursos con los que cuenta
Guinea Ecuatorial estos solo hayan servido para corromper políticos
extranjeros, enriquecerse ilícitamente los cercanos al poder y mantener a la
población en un estado calamitoso y lamentable de abandono.
Llegó el virus y atacó, sobre todo, a los que viajan y hacen
mucha vida social. Ahora, los que no han hecho nada por mejorar las condiciones
de vida de sus conciudadanos se encuentran con la triste realidad de que no hay
estructuras sanitarias ni profesionales eficientes que puedan enfrentarse con
unas mínimas garantías a este reto.
Es muy posible que todo esto cambie antes
de lo que parece. El incapaz del hijo del dictador, al que he podido ver en un
vídeo de la televisión guineana, que no sabe ni ponerse bien una maldita
mascarilla, intentaba decir que él se iba a encargar de traer material para
poder luchar contra la enfermedad. Igual cuando consiga algo ya se ha pasado la
crisis sanitaria. Realmente es muy injusto que semejantes incompetentes les hagan la vida imposible a tanta gente.
Cada día hay menos miedo y más conciencia social en Guinea
Ecuatorial y cuando los habitantes de las ciudades se arranquen, será muy
complicado pararlos. Ahora, los disidentes, están pidiendo a los parásitos del
régimen que hagan algo por el pueblo y que destituyan al hijo de Obiang. Los
militares, por su parte, están silbando y mirando para otro lado como evitando
que les señalen para que ayuden a cambiar las cosas. Algunos espabilados se
están dando cuenta que va a producirse un cambio inminente y proliferan los
oportunistas que empiezan a organizarse como asociaciones o partidos políticos.
Moto me dice que eso es bueno, que la gente, el pueblo, sabe perfectamente quién
es solvente y quien aparece para aprovecharse en beneficio propio.
Los del
Partido del Progreso quieren unas elecciones libres y que se presenten todos
los que tengan un proyecto de país. Está llegando la hora de los guineanos, me
dice Severo Moto. Está llegando el momento de que se oiga la voz del pueblo y
decida su futuro.