viernes, 5 de junio de 2020

La hora de Guinea Ecuatorial





Un invisible y desconocido virus, escondido dentro de las gotitas de saliva, flota por el aíre y se cuela por las rendijas. Un amigo mío que, para más señas, es exiliado guineo ecuatoriano en España, me cuenta que su presidente, el tirano Teodoro Obiang y un selecto séquito han sido autorizados a cruzar el espacio aéreo español para que puedan ser tratados en un hospital de Madrid lo que en su país es imposible. 




Yo, la verdad, no tengo ni idea de si esta historia es verdad o mentira. Eso sí, recuerdo, nada más empezar el estado de alarma que la prensa guineana “informó” y “aireó” que el histórico disidente, Severo Moto, yacía muy grave en una Unidad de Cuidados Intensivos afectado por el misterioso ser infecto. Hay que ver lo que es el “karma”, al parecer el que está luchando contra el enemigo intangible no es el opositor a la dictadura de Guinea Ecuatorial y sí el todopoderoso señor de Malabo y autoproclamado dictador. Por eso hay que ser muy cuidadoso con lo que se piensa y lo que se dice pues ninguno tenemos un seguro que nos blinde de los riegos que padecemos por la sencilla razón de ser mortales. La muerte nos iguala a todos y lo único que queda, si es que queda algo, es el recuerdo de nuestros actos en esta vida. Un currículo penoso el de este hombre, Teodoro Obiang Nguema, al que  ya están llamando las fuerzas incontrolables del más allá.


Con Severo Moto he coincido varias veces y nos hemos llamado durante estos meses de pandemia y cuarentena. Un hombre educado que no guarda rencor ni odio y que lo único que espera es poder liderar una alternativa fiable que garantice un ciclo de prosperidad y desarrollo en Guinea Ecuatorial. Casi nada. Lo cierto es que tantos años en el exilio le han legitimado para ser esa alternativa honesta al cambio. Por mi trabajo de consultor, fundamentalmente para empresas establecidas en el extranjero, se me da bien definir un perfil a partir de un conjunto de datos. Con Moto puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que se ha convertido en un valor incuestionable en el proceso de transición a la democracia en Guinea Ecuatorial. De las características que lo definen, destacaría su carisma, el sólido equipo que ha logrado reunir bajo su dirección y el imperecedero e inquebrantable espíritu de sacrificio y servicio hacia su pueblo.



Severo Moto es, por lo tanto, una gran marca política en sí mismo. Aunque desapareciera, su nombre seguiría sonando y posiblemente con más fuerza. Una de las muchas cualidades que le ayudan en esta interminable carrera de fondo está su absoluta fe en el futuro, lo que le empuja a no perder la esperanza. Lleva curtiéndose décadas en el exilio. Lo han encarcelado, han intentado asesinarlo, lo han secuestrado, le han dado la espalda y traicionado de la manera más repugnante y, sin embargo, ahí sigue. Con más nervio que nunca.



Hombre de profundas convicciones religiosas. Estudió en un seminario y guarda esa exquisita educación aprendida en la institución católica. No tiene complejos y se declara abiertamente demócrata cristiano; va a misa y participa como un feligrés más en el coro de su parroquia. Está casado con una mujer muy valiente y especial que no lo ha abandonado ni en los momentos más complicados. Tiene cuatro hijos y un buen puñado de nietos.



El hecho de que la vida le haya tratado con dureza y que su historia no haya sido fácil, es en él una garantía de éxito. Estamos ante un hombre que a pesar de todo no ha perdido la ilusión en un proyecto en el que cree firmemente y que ha conseguido transmitir a un grupo de hombres y mujeres que lo siguen como compañeros de viaje desde hace ya muchos años. Él, así me lo dijo una vez, no cree ni en los fanatismos ni en los incondicionales sin sentido crítico. Sabe que la fuerza que tiene, el músculo que puede exhibir en cada concentración, acto o cualquier convocatoria es fruto del trabajo en equipo de su gente. Una vez le pregunté si no temía ser relevado o sencillamente apartado de la presidencia de su organización. Me sonrió y me contestó que estaba a disposición del partido, que no tenía dinero para sobornar a nadie ni fuerza coercitiva para exigir obediencia ciega. Así que, hace mucho tiempo que tengo las maletas hechas, me dijo sin ninguna preocupación. Se siente orgulloso de ser el representante de los que se ponen a su lado en la foto y de mantener viva la llama de la lucha contra la tiranía de Guinea Ecuatorial.



Está convencido de que el cambio y la transformación de Guinea será espectacular cuando caiga el régimen de terror e ignominia que sufre el pueblo. Moto lleva una sencilla hoja de ruta grabada a fuego en su corazón: Reconciliación nacional, libertad para los presos políticos, retorno de los exiliados y elecciones libres con todas las garantías. Siempre ha mantenido que no iba a entrar pisando charcos de sangre en su país. Es maestro y periodista, sus armas son la cultura y la transparencia. Cree en la educación, en la formación como vector para el desarrollo de la Nación. Aspira a una sociedad educada, respetuosa y con las herramientas necesarias para que cada uno pueda desarrollar dignamente su vida. Moto está convencido de que el Gobierno tiene la obligación de ser un instrumento para beneficio del pueblo y no al revés.




Cuando hablo con los exiliados y me cuentan las calamidades que han sufrido o pasan a día de hoy, me duele en el alma. Muchos tuvieron que dejarlo todo para no volver jamás a la casa de sus padres, a lo que fue su hogar. La vida de los expatriados no es nada fácil. Aun así, hay auténticos triunfadores. Hombres y mujeres hechos a sí mismos como el vicepresidente del partido y mano derecha del presidente Moto, Armengol Engonga.



Llegó a España siendo un niño, solo, con su maletita de cartón y un horizonte lejano e incierto que conquistar. Hoy es un profesional de prestigio en su sector, es ingeniero agrónomo, casado con una bella alcarreña, tiene tres hijos y es abuelo de un par de nietos. Cómo pasa el tiempo, me confesó cuando le llamé por teléfono. Armengol es optimista por naturaleza, ese es su secreto para mantenerse joven, saludable y activo. Lleva en la cabeza su pasión por el desarrollo de los pueblos. Siempre me ha dicho que no le gustaría que en su país hubiera ciudadanos de primera, los de las ciudades y de segunda, los del mundo rural. Junto a sus compañeros de la dirección del partido y como no, del presidente, ha diseñado protocolos para conseguir el tan deseado equilibrio entre los grandes núcleos urbanos y los pueblos. Está comprometido en acercar la salud, la educación y los servicios de una manera descentralizada y eficaz a todos los rincones del país.


Es muy triste ver que con los recursos con los que cuenta Guinea Ecuatorial estos solo hayan servido para corromper políticos extranjeros, enriquecerse ilícitamente los cercanos al poder y mantener a la población en un estado calamitoso y lamentable de abandono.




Llegó el virus y atacó, sobre todo, a los que viajan y hacen mucha vida social. Ahora, los que no han hecho nada por mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos se encuentran con la triste realidad de que no hay estructuras sanitarias ni profesionales eficientes que puedan enfrentarse con unas mínimas garantías a este reto. 



Es muy posible que todo esto cambie antes de lo que parece. El incapaz del hijo del dictador, al que he podido ver en un vídeo de la televisión guineana, que no sabe ni ponerse bien una maldita mascarilla, intentaba decir que él se iba a encargar de traer material para poder luchar contra la enfermedad. Igual cuando consiga algo ya se ha pasado la crisis sanitaria. Realmente es muy injusto que semejantes incompetentes les hagan la vida imposible a tanta gente. 



Cada día hay menos miedo y más conciencia social en Guinea Ecuatorial y cuando los habitantes de las ciudades se arranquen, será muy complicado pararlos. Ahora, los disidentes, están pidiendo a los parásitos del régimen que hagan algo por el pueblo y que destituyan al hijo de Obiang. Los militares, por su parte, están silbando y mirando para otro lado como evitando que les señalen para que ayuden a cambiar las cosas. Algunos espabilados se están dando cuenta que va a producirse un cambio inminente y proliferan los oportunistas que empiezan a organizarse como asociaciones o partidos políticos. Moto me dice que eso es bueno, que la gente, el pueblo, sabe perfectamente quién es solvente y quien aparece para aprovecharse en beneficio propio. 




Los del Partido del Progreso quieren unas elecciones libres y que se presenten todos los que tengan un proyecto de país. Está llegando la hora de los guineanos, me dice Severo Moto. Está llegando el momento de que se oiga la voz del pueblo y decida su futuro.