Hoy ha muerto
Robert Mugabe, el que ha sido un déspota hasta el final de sus días en Zimbabue
y que se mantuvo en el poder hasta el año 2017, fecha en la que fue apartado por sus
militares al ser considerado un peligro ya no para el pueblo, que lo era sino
para los que le apoyaban.
Mugabe, el
sátrapa, murió en un hospital de Singapur. Que degradante es tener que ir a agonizar
lejos de tu casa. La incompetencia o la maldad de estos dirigentes hacen que no
existan instalaciones sanitarias fiables en el país y tengan que pagar sus
cuidados y tratamientos a miles de kilómetros.
La muerte no hace
distinciones. No puedes comprar su voluntad. Cuando la dama de la guadaña llama
a tu puerta no le puedes gritar eso de “no sabes con quién estás hablando” pues te arriesgas a que esta te conteste: “el que no lo sabes eres tú”.
Mugabe era el
segundo tirano africano más antiguo en el poder después de Obiang. Aún recuerdo
aquella foto de los dos longevos dictadores con sus sombreros de
paja. El tiempo pasa y la vida se va escapando del control de estos personajes
que gastan ingentes cantidades de dinero en esquivar el fin de sus días. No lo
quieren ver, pero van cayendo, desapareciendo sin que hayan aportado algo
notable a las sociedades de las que han abusado de manera repugnante.
El verano se
deshilacha con mañanas más frescas y con gente volviendo de sus vacaciones.
Atrás quedó el mes de agosto que empezó con la tradicional bronca ante las
puertas de la embajada guineana en Madrid. El tráfico se ha vuelto horroroso y
las aceras se convierten en ríos humanos de personas que transitan de un lado a
otro. Agosto se marchó y nos dejó, un año más, el cumpleaños de Armengol
Engonga, vicepresidente del Partido del Progreso y fiel lugarteniente de Severo
Moto.
El tiempo pasa
muy deprisa y el camino se hace largo. Los disidentes no celebran la muerte de
los dictadores cuando fallecen sin abandonar el poder. Severo
Moto lamenta que el dictador de Guinea Ecuatorial lleve tantísimo tiempo
detentando la Jefatura del Estado y malogrando las aspiraciones de tanta gente. Es increíble cómo
arrebatan el futuro de generaciones estos infelices tiranos que, como diría
Armengol Engonga, son tan miserables que solo pueden alardear de que tienen dinero.
Cuando felicité
por su cumpleaños al vicepresidente, Armengol, este estaba pasando unos días de
vacaciones con la familia en la playa. Me mandó una foto por WhatsApp
presumiendo de nietos y no era para menos. También, hablé con
el presidente Moto y nos pusimos al día hasta de temas familiares. Me contó los
esfuerzos que hacen sus hijos para salir adelante en este hostil mercado
laboral pero que ahí andaban, sin rendirse. Me encantan estos políticos. Es lo
mejor que podría pasarle a Guinea Ecuatorial, sin ninguna duda.
Igual que ha muerto
el incalificable Robert Mugabe así ocurrirá, antes o después, con el tirano
guineano. Estos tristes personajes solo han sabido robar como dementes. Sus
familiares y allegados se disputarán el botín como los carroñeros un cadáver en
descomposición. Son una vergüenza para la humanidad, pero ahí están hasta que
la muerte los deja fríos para la eternidad.
Me gustaría que
la democracia llegara a Guinea de una manera lógica, planificada y
moderna.Sería una pena que el país empezara a construirse tras la muerte del
sátrapa cuando todavía están a tiempo. No me quiero imaginar a esa pandilla de salteadores intentando
negociar una salida. Los guineanos están ante un dilema realmente peligroso.
Muchos de los políticos del exilio son “desecho de tienta”, que diría un
comentarista radiofónico y podemos encontrarnos de todo, desde los que han
escapado de la tiranía guineana a los que están subvencionados por ella. El Partido del Progreso es, en cambio, una sólida formación política, con militancia y estructura que está completamente capacitada por liderar un verdadero cambio en la sociedad.
En mi opinión, los del
Partido del Progreso son una garantía de éxito. Son la fuerza más
representativa de la disidencia al régimen de Obiang y los que nunca han
renunciado a sus principios. Quieren una transición a la democracia en paz, sin
enfrentamientos estériles. Moto y Armengol siempre han abogado por alcanzar
acuerdos que no frustren el arranque de un proceso que termine en unas
elecciones democráticas. Antes de nada, han pedido que se revisen las condenas
y se liberen a las personas encarceladas por ser críticos con la tiranía.
Estoy convencido
de que unas elecciones libres, abiertas, transparentes y monitorizadas por la
ONU y otras organizaciones internacionales, darán la victoria al Partido del
Progreso. Lo mejor que le puede pasar al pueblo de Guinea Ecuatorial.
JM Aznárez