VENEZUELA vive momentos críticos. La situación es muy grave, vemos gente que muere de hambre, la mayoría están famélicos y escuálidos. No hay aceite, arroz, pan, azúcar y la gente come directamente de la basura. El que tiene una enfermedad grave está condenado a muerte, porque no puede encontrar una medicina y por eso muchos que tienen cáncer recurren al suicidio. Desde hace tiempo los venezolanos están acostumbrados a vivir jornadas de lucha, pero el movimiento que se registró ayer para liberar a Leopoldo López y sacar a los ciudadanos a la calle contra el chavismo pretendía marcar un punto de inflexión. Se trataría de la ofensiva final contra el régimen tiránico de Nicolás Maduro, que no ha querido aprovechar la oportunidad de redimirse –incluyendo una oferta de amnistía– y dar paso a una transición democrática.
A las siete de la mañana Juan Guaidó llamó a todos los opositores a salir a la calle. Mientras tanto Leopoldo López se había refugiado en la embajada de España. También en España los 400.000 venezolanos que hay han llamado a que todos salgan a las calles a manifestarse en contra de Maduro.
La estrategia del régimen dictatorial de Maduro ha sido como la de Obiang Nguema en Guinea, aplicar el terror a la población, mediante la represión y los asesinatos, a la que primero ha intentado doblegar a través del hambre. Por eso rechazó y hasta quemó la ayuda humanitaria enviada por la comunidad internacional.
Maduro está acorralado. Prácticamente todas las democracias han reconocido al presidente Guaidó. Pero el dictador cuenta con un aliado tan poderoso como Rusia, cuyos efectivos llegaron hace semanas para apuntalar el régimen a cambio de apoderarse de sus recursos estratégicos.
Maduro, está siguiendo los mismos pasos que Obiang, cuando se encuentra acorralado aumenta la represión contra la población. Ayer vimos imágenes espeluznantes, como las de una tanqueta atropellando a manifestantes indefensos como en un remedo cruento del icono de Tiananmen. El llamamiento de Maduro a la lealtad de un ejército que aún permanece bajo su control –no así las milicias criminales entregadas a la violencia más arbitraria– delatan su debilidad, máxime cuando Estados Unidos invita a todas las Fuerzas Armadas a unirse a los representantes de la Asamblea Nacional, único órgano legítimo que queda en Venezuela.
Es posible que la maniobra de Guaidó no resulte exitosa y Leopoldo López puede exponerse a la represión del régimen. Pero todo esto prueba que el anhelo de libertad de los venezolanos se resiste a la siniestra cubanización de Maduro. Los Venezolanos, lo mismo que los guineanos saben que la libertad, la paz y la prosperidad no serán posibles mientras los dos dictadores sigan en el poder.
Una democracia no puede tolerar los golpes militares, pero Venezuela dejó hace mucho de ser una democracia. Y por esto creemos que los gobiernos no pueden mantener una equidistancia con el problema venezolano, porque aquello no es una democracia, o se está con la libertad o con la dictadura. Maduro usurpó los derechos de sus gobernados, hoy súbditos, y secuestró las instituciones, lo mismo que lo ha hecho el dictador Obiang Nguema. Al decir que nadie desea un baño de sangre se suele olvidar que la sangre ya ha corrido y corre abundantemente en Venezuela, y siempre es la de los mismos.
El atrincheramiento de Maduro y su huida hacia adelante, es la prolongación de la violencia y el sufrimiento de los venezolanos, pero es también el canto del cisne o el final de otra dictadura.
No nos extrañe que pronto se dará la misma situación en Guinea, ya que Obiang Nguema hace tiempo endureció la represión contra nuestro pueblo. También en Guinea la oposición le ha dado la oportunidad al dictador para que revierta la situación y acepte el plan de TRANSICIÓN PACIFICA HACIA LA DEMOCRACIA, que el Partido del Progreso, junto a un grupo de partidos opositores, le hemos planteado tanto a Obiang, como a la Comunidad Internacional.