Editorial El Confidencial
Durante más de 45 años de la dictadura de la familia Obiang, Guinea Ecuatorial ha sido víctima de un sistema basado en la mentira como instrumento de control social, político y económico. La manipulación sistemática de la verdad, orquestada por el régimen de Teodoro Obiang, ha moldeado una sociedad donde la desinformación y el engaño se han normalizado, dificultando la construcción de un futuro basado en la justicia y la verdad.
En el régimen de Obiang, la mentira no es un accidente, sino una estrategia central para mantener el poder. A través de discursos llenos de falsedades, el dictador ha logrado convencer a actores internacionales y nacionales de una supuesta estabilidad y progreso en el país. En ocasiones, estas mentiras han sido reforzadas con sobornos millonarios, financiados con los recursos naturales de Guinea Ecuatorial, un patrimonio que debería haber sido destinado al bienestar de su pueblo.
En el ámbito interno, las mentiras del régimen han encontrado terreno fértil entre sectores de la población que carecen de herramientas para contrastar la información. La manipulación de los medios de comunicación, todos bajo control estatal, y la censura han creado un ecosistema informativo donde solo se difunden versiones oficiales, muchas veces absurdas y contradictorias, pero eficaces en perpetuar la confusión.
Desde la llamada “apertura democrática a la ecuatoguineana” de los años 90, promovida por presiones es internacionales, hasta las recurrentes “mesas de diálogo inclusivo”, la dictadura ha demostrado que su compromiso con el cambio es una ilusión diseñada para ganar tiempo y debilitar a la oposición. Estos diálogos, celebrados hasta en seis ocasiones, no han sido más que trampas para legitimar un sistema represivo que no admite disidencia real.
Incluso líderes opositores han caído en esta red de engaños, ya sea por ingenuidad o porque buscaban, conscientemente, algún beneficio dentro del régimen. Este fenómeno ha contribuido a fracturar a la oposición, debilitando cualquier intento de resistencia organizada.
Uno de los casos más grotescos fue la acusación lanzada por Crisantos Obama Ondo en 2015, cuando afirmó que opositores habían intentado introducir el virus del ébola durante la CAN. Esta mentira, absurda y sin fundamento, fue amplificada por los medios controlados por el régimen para desacreditar a la oposición y sembrar el miedo entre la población.
El instrumento más utilizados por el régimen de Obiang para perpetuar su dictadura ha sido la convocatoria de elecciones. En apariencia, estas elecciones han servido para ofrecer una imagen de pluralismo y normalidad democrática ante la comunidad internacional. Sin embargo, en la práctica, han sido simples espectáculos organizados para consolidar su poder y engañar tanto a los ciudadanos guineanos como a los observadores externos.
En la era digital, el exceso de información debería ser una oportunidad para descubrir la verdad, pero, paradójicamente, ha facilitado la propagación de mentiras. En un mundo saturado de datos, muchas personas carecen del tiempo, las herramientas o la formación necesarias para analizar y contrastar lo que consumen. Este bombardeo constante de información, unido a una falta de pensamiento crítico, erosiona nuestra capacidad de reflexión y alimenta la confusión.
La dictadura de Obiang ha sabido aprovechar esta sobrecarga informativa para reforzar su narrativa. Con tantas versiones circulando, muchas personas optan por aceptar lo que parece más simple o accesible, incluso cuando va en contra de la lógica o de sus propias experiencias.
El engaño también ha alcanzado a la propia lucha de los exiliados, inundando los grupos opositores de mensajes pedegistas. En este sentido se ha filtrado un documentos del propio PDGE en el que aparece en nómina de este partido una destacada activista opuesta a Obiang. ¡Menuda paradoja!
La mentira ha calado tan profundamente en la sociedad guineana que ha tomado “carta de naturaleza”. Se ha normalizado hasta el punto de que la desconfianza generalizada y el cinismo son respuestas comunes ante cualquier información. Esta desconfianza, aunque comprensible, dificulta la formación de una conciencia colectiva basada en hechos verificables y en valores éticos.
Para superar décadas de manipulación, es imprescindible que la sociedad guineana inicie un proceso de búsqueda de la verdad. Esto requiere:
1.Fomentar el pensamiento crítico: La educación debe priorizar el análisis reflexivo y la capacidad de discernir entre hechos y opiniones.
2.Reforzar la prensa independiente: La existencia de medios libres es esencial para contrastar y verificar la información.
3.Promover la memoria histórica: Registrar y divulgar los abusos y mentiras del régimen es clave para evitar que se repitan en el futuro.
4.Exigir responsabilidades: Aquellos que han utilizado la mentira para oprimir y dividir deben rendir cuentas ante la justicia.
La verdad no es solo un valor abstracto; es una necesidad práctica para construir una sociedad justa y democrática. Solo enfrentando las mentiras del pasado podremos imaginar un futuro donde la confianza y la transparencia sean los fundamentos de Guinea Ecuatorial.