sábado, 23 de noviembre de 2024

Guinea Ecuatorial: Un Grito por la Justicia y la Dignidad

Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial


 

En nuestra historia reciente, el caos que azota a Guinea Ecuatorial no es producto de fenómenos naturales ni del azar. Es una tragedia humana provocada, en primer lugar, por una descolonización desastrosa. España, en 1968, abandonó nuestras tierras dejando un vacío institucional y sin preparar a nuestra sociedad para el autogobierno. A partir de ahí, nos sumimos en una pesadilla que ha durado más de medio siglo, protagonizada por dos figuras que han definido nuestro infortunio: Francisco Macías Nguema y su sobrino, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo. 

 


Macías, el primer presidente, fue un hombre caracterizado por su brutalidad, sectarismo y paranoia. Eliminó a los intelectuales, emprendedores y líderes religiosos que podrían haber cimentado las bases de un Estado próspero. Persiguió la fe cristiana, impuso nombres nativos y construyó un sistema de represión liderado por jóvenes analfabetos al servicio de su régimen, bajo el lema "Todo con Macías". Su presidencia vitalicia fue un periodo de oscuridad que marcó a Guinea Ecuatorial con el terror y la ruina económica. 

 


Sin embargo, la llegada al poder de Teodoro Obiang Nguema tras el golpe de Estado de 1979 no significó la liberación. Al contrario, su dictadura ha perfeccionado los métodos de opresión de su tío. Durante más de 45 años, Obiang ha dirigido un régimen que mezcla corrupción, violencia política, persecución, secuestros y torturas. Ha gobernado con una crueldad sin precedentes, dejando al pueblo en la pobreza más absoluta mientras concentra riquezas inimaginables para sí mismo y su familia. 

 


El legado de la incompetencia

 

Obiang ha tenido todos los ingredientes y herramientas a su disposición para transformar Guinea Ecuatorial en una nación próspera. Desde los años 90, los ingresos provenientes del petróleo, gas, madera y otros recursos naturales han llenado las arcas del Estado. Sin embargo, ¿dónde están los frutos de esa riqueza? No hay hospitales ni centros de salud funcionales, no hay un sistema educativo que forme a las futuras generaciones, no hay carreteras decentes ni viviendas públicas. Nuestro país carece de tejido industrial y agrícola, y las infraestructuras esenciales son prácticamente inexistentes. 

 

Más grave aún, el régimen ha pervertido a nuestra sociedad. Nuestros jóvenes, antaño herederos de los valores de respeto, trabajo y justicia, han sido empujados al vacío moral. Los principios y la ética que definían a nuestra civilización han sido reemplazados por el cinismo y la desesperanza. 

 


La promesa de un nuevo comienzo

 

Pero hoy estamos en un punto de inflexión. El cambio es posible, y con él, la oportunidad de reconstruir nuestra nación sobre los pilares de la democracia, la justicia y el progreso. Guinea Ecuatorial puede renacer si todos los guineanos de bien nos unimos con un propósito común: acabar con esta dictadura que ha frenado nuestro avance y construir un país para todos. 

 


La democracia no es un sueño lejano; es una necesidad urgente. Con un Estado de derecho, se acabarán las arbitrariedades. Con instituciones fuertes y transparentes, podremos garantizar que los recursos de nuestra nación beneficien a todos, no a unos pocos. Con la ayuda de la comunidad internacional y el esfuerzo colectivo de cada guineano, podemos llevar a cabo una transición política que siente las bases de una sociedad justa, inclusiva y solidaria. 

 


Un llamamiento al pueblo

 

A los jóvenes, les digo: ustedes son la esperanza de este país. No se rindan ante la apatía que el régimen intenta imponerles. Sean valientes, cuestionen, sueñen con una Guinea Ecuatorial mejor y luchen por ella. A mis hermanos y hermanas en el exilio, no olvidemos nuestro compromiso con nuestra patria. Y a todos los guineanos, dentro y fuera del país, recordemos que nuestro destino está en nuestras manos. 

 


El fin de la dictadura de Obiang y su familia es inevitable. Pero para que el cambio sea real, debemos estar preparados. Organizarnos, educarnos y actuar con la convicción de que la democracia traerá prosperidad, paz y dignidad a todos. 

 


El camino no será fácil, pero juntos lo recorreremos. Porque Guinea Ecuatorial merece algo mejor, y juntos, lo haremos posible.

 

El pueblo de Guinea Ecuatorial sigue enfrentándose a las sombras de un régimen opresivo que no conoce límites en su desprecio por la vida, la dignidad y los derechos fundamentales de sus ciudadanos. En el presente, dos realidades inquietantes son el reflejo más reciente de un sistema que perpetúa el abuso y la represión, alejándonos cada vez más del sueño de una nación justa y democrática. 

 


En el distrito de Acurenam y sus alrededores, en el este de la región continental, la población vive con temor ante la presencia de mercenarios bielorrusos. Estos agentes extranjeros, desplegados por el régimen para sostener su control, patrullan con drones, intimidando a los ciudadanos y generando una atmósfera de incertidumbre. La tranquilidad de estas comunidades ha sido sustituida por el miedo, en un país donde la seguridad debería ser un derecho, no una herramienta de coacción. 

 


Por otro lado, la represión en la isla de Annobón continúa siendo una herida abierta. Los detenidos durante las protestas contra la destrucción de su tierra, tras la dinamita empleada en una cantera, siguen siendo víctimas de maltratos en prisión. Estos ciudadanos, cuyo único "delito" fue alzar la voz en defensa de su isla y su futuro, representan la valentía de un pueblo que no se resigna a ser silenciado. Pero también son testigos de la brutalidad de un régimen que castiga la resistencia pacífica con violencia y humillación. 

 


La responsabilidad del régimen 

 

Estos episodios no son incidentes aislados; son parte de un patrón sistemático de opresión que define al gobierno de Teodoro Obiang Nguema. Desde la militarización de nuestras comunidades hasta el abuso de los recursos naturales, el régimen ha demostrado su incapacidad para gobernar con justicia, transparencia y humanidad. La presencia de mercenarios extranjeros en nuestras tierras no solo pone en riesgo la soberanía nacional, sino que evidencia el desprecio del dictador hacia su propio pueblo. 

 

El caso de Annobón es particularmente doloroso, porque refleja el precio que los guineanos pagan por defender su hogar y su medio de vida. La isla, conocida por su belleza y su riqueza natural, ha sido objeto de explotación y devastación sin consideración por sus habitantes. La represión que sufren los detenidos es una clara violación de los derechos humanos y un recordatorio de que el régimen no tolera ni siquiera la más mínima disidencia. 

 


Un llamado urgente al cambio

 

Ante esta situación, es más evidente que nunca la necesidad de un cambio profundo en Guinea Ecuatorial. La transición hacia la democracia no es solo una aspiración política, sino una urgencia humanitaria. La militarización de nuestras comunidades y la represión de las voces críticas deben terminar. Es hora de que el pueblo recupere su soberanía y su dignidad. 

 

A los habitantes de Acurenam, a los valientes detenidos de Annobón y a todos los guineanos que sufren bajo este régimen, les envío un mensaje de esperanza: no están solos. Su lucha es nuestra lucha, y su dolor es nuestro impulso para seguir trabajando por un futuro diferente. 

 

Desde el exilio, continuamos denunciando estas injusticias, movilizando a la comunidad internacional y organizándonos para el cambio. La transición hacia una Guinea Ecuatorial libre y democrática es posible, y juntos podemos lograrlo. 

 


El régimen de Obiang tiene los días contados. Mientras tanto, sigamos alzando la voz por los que no pueden hacerlo, denunciando cada abuso y trabajando por la construcción de un país donde la justicia, la paz y el progreso sean una realidad para todos. El cambio está en nuestras manos, y no descansaremos hasta alcanzarlo.