Paco Roig, el timo de los supermercados guineanos
Por Xavier Montanya
El segundo capítulo de la serie 'La
trama española de la corrupción en Guinea' explica la estafa que Paco Roig hizo
en Guinea
En 1979, Teodoro Obiang llega al
poder con un golpe de estado, y un amigo de Adolfo Suárez, el valenciano José
Luis Graullera, llega a Malabo vía aérea, como embajador español en la
ex-colonia. Después de la dictadura de Francisco Macías, el país había quedado
devastado, y España, con espíritu neocolonial, quería recuperar su influencia.
Ayudante, que llaman.
Para empezar, España envió unos
trescientos cooperantes. Algunos, eficaces; algunos otros, algo extravagantes,
porque, según las crónicas, bajaban del avión con salacot, acarreando palos de
golf y escopetas de caza mayor. En dos años, el gobierno español envió,
también, 7.000 millones de pesetas de ayuda e instaló el Guinextebanc, de
propiedad mixta: la mitad era del gobierno guineano, es decir, de la familia
Obiang, y la otra mitad, del Banco Exterior de España.
Eran los años dorados del
gangsterismo tropical. La etapa de formación de una juventud inexperta,
violenta y descarada. Entre los corruptos españoles y la mafia de Obiang.
Guinea entró en fase de siniestro total. 'Los de Mongomo se reúnen cada tarde,
s'engaten de whisky, comen lagartijas, lagartos, cocodrilos, tortugas, fuman
banga y deciden las cosas importantes del país', declaraba en la revista
Interviú un opositor.
Las extrañas muertes de Carmen
Samaranch y de Antonio Martínez Liste
Algunos residentes españoles, como el
doctor en ciencias políticas Luis de la Rasilla, que dirigió dos años la UNED
en Guinea, denunció a la prensa y al congreso español que miembros de la
embajada y de la cooperación cambiaban muchos millones en el mercado negro para
financiar actividades dudosas, y que el 80% de los recursos dedicados a la
cooperación se habían gastado pagando los sueldos de los españoles. También
pidió que se investigara el sospechoso asesinato de la monja catalana Carmen
Samaranch que, al parecer, habría podido romper la ley del silencio sobre la
corrupción que reinaba en la expoliación de la ayuda humanitaria. Resultado:
nada se investigó nunca, y el director de la UNED, Luis de la Rasilla, fue
destituido por presiones de la embajada y del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Los corruptos españoles eran una
legión, pero también había empresarios y cooperantes honestos que sufrieron por
partida doble. Sin la protección de sus, algunos cayeron en manos del chantaje
y la violencia de los sicarios del dictador. Los crímenes y la violencia eran
habituales. Es el caso del armador español, Antonio Martínez Liste, muerto en
extrañas circunstancias en 1985, cuando ya había perdido la protección de sus
socios del clan Obiang. El empresario fue detenido y apaleado, y murió, después
de pasar cuatro horas en estado semicomatós en la pista del aeropuerto de
Malabo, esperando a ser embarcado en un avión hacia España, para que el
ministro de Interior guineano le negaba el acceso al hospital de Malabo.
También hubo muchos casos de estafa, chantaje y extorsión a empresarios
españoles, una práctica que ha perdurado hasta nuestros días. Hoy s'extorqueix
trabajadores de empresas españolas, sin que la dirección de las empresas mueva
ni un dedo para ayudarlos. No sea que hay peligro las adjudicaciones.
La llegada de Paco Roig
En 1980, los despachos del
Guinextebanc los directivos guineanos negociaban con la pistola sobre la mesa.
Tras el encarcelamiento de cuatro de sus directores, el fusilamiento de un
quinto y el despido de setenta trabajadores por apropiación indebida de fondos,
se descubrió un agujero de 1.200 millones de pesetas. Todo se había fundido en
alcohol y coches de lujo. El clan Obiang y sus socios españoles habían
expoliado el banco, concediendo créditos para financiar negocios inexistentes o
surrealistas. Por ejemplo, la señora Obiang obtuvo un crédito de 8 millones de
pesetas para abrir un supuesto salón de belleza. Eran créditos sin aval ni
intereses y, generalmente, nadie se tomaba la molestia de devolverlos. Cuando
el banco plegó para que el Banco Exterior de España, dirigido por Miguel Boyer,
se retiró, el principal deudor, con más de 1.500 millones de francos CFA (unos
558 millones de pesetas de la época), era el valenciano Francisco Roig, alias
Paco, propietario de Supermercados de Guinea SA (Suguisa), Maderas de Guinea SA
(Maguisa) y Agroguisa.
Paco Roig, futuro presidente del
Valencia FC, llegó a Guinea en 1979, gracias a otro valenciano, Graullera, se
hizo amigo de Obiang y alcanzó el monopolio de importación de alimentos. 'La
isla es mía', dicen que advertía a sus competidores. No pagaba impuestos. El
margen de beneficio era muy elevado y, además, no devolvía los créditos. Era
una estafa multimillonaria perfecta. Se repartía los beneficios con Obiang,
quien, incluso, le concedió arbitrariamente la gestión del Hotel Bahia, que,
según Tiempo (número 17, 1983), había sido requisado a un empresario español.
La gestión del establecimiento, dicen, era expeditiva: si un guineano poderoso
tenía una necesidad repentina de una habitación, el inquilino podía ser
expulsadode la cama a la fuerza. Y si osaba ir a comisaría a denunciar los
hechos recibía otra paliza.
Sobre los supermercados guineanos de
Paco Roig, el periodista Juan María Calvo, entonces delegado de la agencia EFE,
escribió en 'Guinea Ecuatorial: la OCASIÓN perdida' (ASODEGUE) que el
charcutero valenciano venía productos españoles de dudosa calidad: El mercado
es tan amplio que el compensa llevar productos etiquetados con su apellido,
como una mortadela que se hizo famosa, porque casi siempre era florida; o unas
hamburguesas congeladas que los españoles sólo usaban para alimentar a sus
perros. A cambio de ello, se convirtió en el principal exportador de la madera
guineana y un gran productor y exportador de cacao. Mortadela para caoba. '
Los métodos comerciales de Paco Roig fueron objeto de
muchos comentarios de cooperantes y periodistas. Gonzalo Lara, a Actual (número
67, 1983), escribía: 'En un país hundido en la miseria era un lujo y un
espectáculo ver cómo toneladas enteras de alimentos que Roig llevaba a Guinea
(y que nunca podría colocar a España) debían tirarse por los barrancos del
puente Kope. Roig cobraba los créditos y declaraba productos que no se ponían
nunca a la venta, pero, además, tenía la exclusiva del mercado de la alimentación
con Guinea. '