Redacción El Confidencial
En la política, como en la vida, la transformación de formas dictatoriales a modos genuinamente democráticos, es un proceso que exige tiempo, reflexión y, sobre todo, un cambio fundamental en la conducta y los valores. Este principio es particularmente pertinente cuando se considera el contexto de Guinea Ecuatorial bajo la prolongada dictadura de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo.
Las prácticas del régimen de Obiang han sido caracterizadas por una corrupción endémica, violaciones de derechos humanos y una opresión sistemática de voces disidentes. Central a este sistema ha sido la selección meticulosa de individuos para posiciones de poder dentro del gobierno, personas cuyos perfiles comparten características alarmantemente similares: propensos a la corrupción, indulgentes en vicios como el alcohol, la promiscuidad, y una ambición desmedida por el dinero, dispuestos a cumplir ciegamente las órdenes de Obiang, sin importar el daño que causen al pueblo o consideraciones morales y éticas.
La estrategia del dictador para mantener a sus subordinados bajo control es tan maquiavélica como efectiva. Mediante la creación de dossiers detallados, Obiang asegura un mecanismo de chantaje permanente contra aquellos dentro de su círculo más cercano, garantizando su lealtad a través del miedo a la exposición y la retribución. Esta red de corrupción y miedo se extiende incluso a actos atroces, como los asesinatos de opositores políticos, donde aquellos que han llevado a cabo tales actos bajo órdenes directas y luego se perciben como una amenaza al régimen, son eliminados sin escrúpulos.
Esta homogeneidad en el perfil de los altos cargos del régimen no es casualidad, sino un reflejo de un sistema diseñado para perpetuar la dictadura a través de la corrupción, la represión y el miedo.
La implicación de estos individuos en tales actos socava cualquier pretensión que puedan tener en el futuro como paladines de la democracia. Los que han estado en las entrañas del régimen, aquellos que han participado activamente o han sido cómplices de sus crímenes, no pueden despojarse de su pasado y presentarse como los nuevos líderes de una Guinea Ecuatorial democrática.
La transición hacia la democracia en Guinea Ecuatorial requerirá líderes de integridad incuestionable, comprometidos con la justicia, los derechos humanos y el bienestar del pueblo. Los ex-colaboradores de la dictadura que han huido de Guinea, ya sea por enfrentamientos con la familia Obiang, por haber cruzado líneas en su avaricia, o por haber previsto el eventual colapso del régimen, no pueden ser considerados portadores de la antorcha democrática. Su pasado en el régimen los descalifica inherentemente para liderar el país hacia un futuro democrático.
Es imperativo que la sociedad civil, los grupos de oposición y la comunidad internacional mantengan un escepticismo saludable hacia aquellos que buscan reinventarse como defensores de la democracia tras haber servido y perpetuado una de las dictaduras más duraderas y brutales de África.
La verdadera transformación democrática de Guinea Ecuatorial requerirá una ruptura clara y definitiva con las prácticas y los personajes del pasado, abogando por un liderazgo que encarne los principios de transparencia, responsabilidad y respeto por los derechos y libertades fundamentales. Solo así, Guinea Ecuatorial podrá embarcarse en el arduo camino hacia la recuperación y la verdadera democracia.