Un colectivo humano, una
comunidad, puede estar dirigida o dominada por fórmulas variopintas y dispares.
Pueden mandar unos violentos que se hacen con el poder a base de bombazos, represión
y violencia. Pueden llagar a gobernar, como nos pasa en Guinea Ecuatorial, una
familia que disfraza o mimetiza su manera de robar y de someter a la gente de
democracia con un paripé de vez en cuando, como si de verdad se le consultara
al pueblo, con unas elecciones más falsas que un reloj de juguete. Los hay que
solo admiten como democracia su partido y se acabó. Otros se reparten los
beneficios que genera el país y son dos o tres las formaciones políticas que se
hacen ricos mientras el pueblo no avanza.
Falsedad, corrupción, violencia,
represión y todo desde gente sin escrúpulos, faltos de valores. Insensibles a
la tristeza ajena y a la total falta de oportunidades.
En una democracia, los ciudadanos
les dan a sus representantes el poder. Cuando accedes a la dirección del país,
lo mínimo que se te pide es que cuando te vayas no dejes las cosas peor de como
las recibiste. Si había una carretera que por lo menos, cuando hagamos balance,
se hayan aumentado las vías de comunicación. Si la sanidad era precaria se
espera que haya avanzado y superado esa precariedad. Lo mismo con las escuelas
o los servicios públicos. En una democracia como Dios manda, los políticos están
al servicio de los ciudadanos y no como nos pasa aquí que todo ha de ser del
gusto del señorito o señorita de turno.
Todos sabemos para que sirve un
reloj e incluso cómo funciona, pero muy pocos sabrían hacer uno o sencillamente
montarlo o repararlo adecuadamente. Para eso hacen falta técnicos. Nosotros
sabemos para que sirve una democracia e incluso como funciona. No nos pueden
engañar como a niños de dos años con un simulacro de elecciones y que después
digan que todos, todos los guineanos, estamos encantados con la familia Obiang.
Ya está bien de tanta mentira descarada.
Las democracias tienen una serie
de instituciones independientes que fiscalizan a los gobernantes. Un gobierno
no se puede gastar todo el dinero de los guineanos como si fuera suyo. El
parlamento ha de exigirle al primer ministro que gobierne bien y decentemente.
El parlamento está para controlar al gobierno y no solo para hacer bulto. Y no
hablemos del Poder Judicial. Son muchos los que miran para otro lado por un
puñado de monedas. Estamos rodeados de gente miserable y es por eso que la
democracia ha contar con instituciones fuertes que no se asusten cuando tengan
que reñirle al mismísimo presidente.
Los del Partido del Progreso lo
tenemos meridianamente claro. Nos vamos a someter a estándares internacionales
para balacear nuestra economía, la corrupción o la atención a la ciudadanía.
Vamos a hacer una auditoría de cómo están las cosas y de cómo van a quedar tras
nuestro paso por el Gobierno, si los guineanos así lo quieren. De todas formas,
vamos a ser muy exigentes con los que manden. Queremos respuestas a los
problemas y no lamentos o excusas. El que no sepa como hacer para organizar una
buena red de carreteras o como dinamizar la salud o la educación, que no se
meta a enredar. Sabemos que el pueblo elegirá adecuadamente, si hay un proceso
limpio de elecciones. Nuestros compatriotas saben lo que quieren y no los van a
engañar fácilmente.
Tendremos, los políticos, que
esforzarnos y explicar bien las cosas. Mientras las instituciones se van
creando habrá que someterse a los criterios arbitrales de otras instituciones
supranacionales que vigilen y avalen el proceso de transición. No va a ser sencillo,
pero lo vamos a lograr.
Cuando la democracia funcione
como un reloj. Veremos este periodo que estamos viviendo como una locura
imposible, una apestosa pesadilla que tiene demasiados nombres y apellidos.
No me cansaré de repetirlo, está
en nuestras manos. Nadie va a venir a regalarnos nada. Nadie hace regalos así,
aunque lo envuelvan en papel de colores. Los falsos profetas, los salva patrias,
quieren quedarse con la mayor tajada y si les dejamos también se quedarán, como
hace la familia Obiang, con lo que legítimamente pertenece al pueblo de Guinea
Ecuatorial.