Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del
Progreso de Guinea Ecuatorial
Los exiliados de todos los países tenemos mucho en común. Casi todos estamos fuera de nuestros lugares de origen por causas, por lo general, sobrevenidas. Catástrofes, pobreza y corrupción, guerras, dictaduras, desigualdades …
Siempre que me encuentro con alguna
persona que tuvo que escapar de su país me reconozco en sus historias y escucho
sus inquietudes y deseos con interés. Hace poco, tras una reunión con
guineanos, prestaba atención a lo que uno de los allí reunidos decía. Su
argumento es que el pueblo de Guinea Ecuatorial se ha acostumbrado a la
dictadura y por eso no ofrece resistencia, no se rebela ni protesta. Yo,
sinceramente, no estoy de acuerdo. Es cierto que llevamos una eternidad como
frenados en seco, sin evolucionar a mejor. Son muchos años de gobierno
personalista, despótico y autoritario. Una etapa borrosa con más sombras que
luces y con un pueblo que espera que la normalidad vuelva a la vida guineana.
Los exiliados con los que me paro
a charlar, huyeron de países como Perú, Argentina, Venezuela o Cuba. Todos
hablamos español y nos encontramos aquí por la sencilla razón de que hay una
seguridad jurídica, un orden y un respeto por la dignidad humana que no
conocíamos. España tiene problemas, claro y en ocasiones muy graves, pero
cuenta con unas instituciones fuertes, con una buena sanidad y con educación
para los más jóvenes. Los que tenemos familia sabemos lo que significa contar
con un médico a altas horas de la noche o con una comisaría de policía, con una
escuela o un supermercado. Esta normalidad que hay aquí brilla por su ausencia
allí. Los cubanos con los que suelo hablar me cuentan de su dictadura, más de
sesenta años conviviendo con la miseria, el caos, la corrupción y la impunidad
de su clase dirigente. Los argentinos han tenido que huir buscando un futuro
mejor para sus hijos. También, la historia de mi amigo venezolano que lo perdió
todo y ha tenido que empezar de cero en España …son crónicas vitales que se
suceden cada día delante de nuestros ojos y que dejan muy a las claras que
nadie está peor o mejor que nosotros los de Guinea Ecuatorial.
Hablando de nosotros, los del
Partido del Progreso, tenemos la esperanza de que cambie el signo de nuestra
historia. Las cosas no ocurren por azar. En Cuba, en Venezuela o en Argentina,
también hay gente que piensa, que se entrega para cambiar la dirección de los
acontecimientos, que hace oposición o es disidente. No es fácil luchar contra
los poderosos, pero no es imposible.
No van a venir las “fuerzas del
bien” para expulsar de su palacio al desagradable Obiang Nguema. Si queremos
sacarlo del poder hay que estar seguro que lo vamos a hacer mucho mejor, de lo
que no tengo la menor duda. Tenemos que convencer a nuestros socios y aliados
de que vale la pena el cambio. No podemos echar a un tirano para sustituirlo
por una guerra de poder o por otro sátrapa. En Guinea hemos pasado de ser españoles
a estar bajo las botas de matones corruptos que nos han tratado con sumo
desprecio y amargado la vida a muchos.
Estamos preparados para asumir la
responsabilidad de llevar nuestra sociedad a un nivel mucho más avanzado y eso
empieza por nosotros, los políticos dispuestos al cambio, y por el pueblo de
Guinea Ecuatorial. Necesitamos que la sociedad, todos y cada uno de los
guineanos, se implique y sea muy exigente a la hora de delegar en sus
representantes. No podemos tolerar un nuevo fracaso. Es el momento de trabajar
por hacer bien las cosas y no despreciar a las personas que piensen distinto.
Tenemos que armonizar el espacio común para que quepamos todos y eso se hace
trabajando y con mucho respeto.
La dictadura ya ha dado de sí
todo lo que se esperaba de ella. No hay más alternativa al legado de Obiang
Nguema que la democracia. Otra cosa sería una horrible pesadilla.
Nadie quiere que la violencia se
adueñe de nuestras calles. Tenemos la obligación de construir un país nuevo
donde todos queramos vivir.
Los exiliados queremos volver y
los de dentro quieren progresar y evolucionar a una sociedad superior. No somos
esclavos de nadie. Guinea Ecuatorial guarda mucho talento y ha demostrado que
sabe convivir con educación. Pongámonos manos a la obra y comprometámonos con
ese futuro que nos espera y que es la mejor herencia que podemos dejar a
nuestros hijos.
Construyamos una sociedad fuerte,
moderna y respetuosa pues tenemos el país más bonito del mundo, en el mejor
sitio del planeta y bendecida por unos recursos naturales que pueden hacer de
nuestra nación un auténtico paraíso en la tierra.
Está en nuestras manos, no
dejemos escapar esta oportunidad. Todos somos necesarios. No sobra nadie.