Parte de la solución.
Juanma Aznárez. Periodista
Un año más he tenido el honor y la
satisfacción de participar en el encuentro anual del Partido del Progreso de
Guinea Ecuatorial. Bueno, ellos lo llaman “Asamblea” pero para mí es algo que
va mucho más allá del concepto administrativo que conocemos como tal. El modelo
huye de protocolos forzados, rígidos o reglamentarios para abrirse como un foro
de libertad que ya quisieran para sí muchas de las formaciones políticas que
conozco. A pesar de encontrarnos en un hotel del centro de España se impone la
forma más pura del debate al modo africano. Me recordaba mis años de reportero
por zonas que hoy son peligrosas o vetadas a la libre circulación, bien por que
están asoladas por conflictos bélicos enquistados o por el auge de una forma
abominable de terrorismo. Por eso han perdido ese encanto de la frescura e
inocencia de sus gentes.
Que lejos quedaban aquellas reuniones, que tuve la fortuna de conocer, en la que una comunidad se reunía bajo un frondoso baobab para debatir asuntos domésticos y comunales. Una mesa, presidida por Severo Moto que flanquean el Vicepresidente, Armengol Engonga y Alberto Esono, que hacía las veces de moderador, era lo más jerárquico que nos encontramos. A partir de ahí, todos teníamos los mismos derechos y las mismas oportunidades de expresarnos. La sala estaba a tope a pesar de tratarse de un día laboral. Muchos habían venido de lejos, de Andalucía, Murcia o Cataluña. Yo, por mi parte, había tenido que pedir permiso en mi empresa para no perderme el acto. Mi jefe, se preguntaba qué es lo que tenían estos guineanos como para solicitar un día de mis vacaciones y le dije que era largo y complejo de explicar. Estos disidentes hacía muchos años que me habían sorprendido extraordinariamente. Tenían una voluntad insobornable por llevar la dignidad a un pueblo olvidado y oprimido que, atrás en el tiempo, fue un referente para muchos africanos pero desgraciadamente, llevaban cerca de medio siglo oprimidos por una caterva de corruptos incapaces que los habían sumido en el lado más oscuro de la indiferencia general.
Que lejos quedaban aquellas reuniones, que tuve la fortuna de conocer, en la que una comunidad se reunía bajo un frondoso baobab para debatir asuntos domésticos y comunales. Una mesa, presidida por Severo Moto que flanquean el Vicepresidente, Armengol Engonga y Alberto Esono, que hacía las veces de moderador, era lo más jerárquico que nos encontramos. A partir de ahí, todos teníamos los mismos derechos y las mismas oportunidades de expresarnos. La sala estaba a tope a pesar de tratarse de un día laboral. Muchos habían venido de lejos, de Andalucía, Murcia o Cataluña. Yo, por mi parte, había tenido que pedir permiso en mi empresa para no perderme el acto. Mi jefe, se preguntaba qué es lo que tenían estos guineanos como para solicitar un día de mis vacaciones y le dije que era largo y complejo de explicar. Estos disidentes hacía muchos años que me habían sorprendido extraordinariamente. Tenían una voluntad insobornable por llevar la dignidad a un pueblo olvidado y oprimido que, atrás en el tiempo, fue un referente para muchos africanos pero desgraciadamente, llevaban cerca de medio siglo oprimidos por una caterva de corruptos incapaces que los habían sumido en el lado más oscuro de la indiferencia general.
Tras las paredes de la sala de
reuniones el mundo se consume a dentelladas salvajes. El año se despide con un
hedor insoportable. La guerra desangra países y la muerte campa a sus anchas.
Da igual que seas un turista en París, un viajero que va coger un avión en el
aeropuerto de Bruselas, una mujer de compras en Berlín o un niño que pasea
feliz de la mano de sus padres por las Ramblas de Barcelona. La violencia
asesina no discrimina a nadie.
El mar, esa frontera de olas negras
que separa a unos de otros, se ha convertido en una locura que se alimenta de
cuerpos desesperados y repudiados. Expulsados de sus casas, de sus pueblos,
buscan con una ansiedad atormentada, un espacio donde vivir medianamente en
paz. Este éxodo es tan descomunal e imparable que parece una invasión que
desorienta a los flácidos dirigentes de las democracias europeas. No tienen ni
idea de lo que se les viene encima ni que hacer y el miedo les lleva a levantar
fronteras hasta en las calles de sus ciudades. No saben que no hay alambre de
espino, ni guardias armados, que puedan contener a los ejércitos de los que ya
nada tienen que perder.
Miraba los rostros de los
asistentes a la asamblea y me parecía estar entre auténticos héroes capaces de
cambiar el mundo. Hombres y mujeres con la cabeza bien alta que conocen el
carísimo precio de la vida. Ahí estaban doña Viki y don Pablo, con
responsabilidades en el Partido del Progreso.
El presidente Moto hizo balance del
año. Todo está preparado, dijo. No sobra nadie, insistió. Somos parte de la
solución, afirmó.
De sus palabras creí entender que
si se normaliza la vida en Guinea Ecuatorial, miles de guineanos volverán a sus
casas. Repitió que se hace necesario el retorno en libertad de los exiliados.
¿Es esto tan difícil? Pensé. Un
pequeño país con recursos suficientes, con personas preparadas y de honradez
demostrada ya es un salto cualitativo que casi garantiza el éxito de la tan
ansiada transformación de la república.
La intervenciones se sucedían con
agilidad y cada uno aportaba sus puntos de vista con tal naturalidad que se me
hacía extraño que el país no pudiera deshacerse de la tortura de un tirano y
sus secuaces ¿Cómo era posible que los más tontos, los más ineptos, llevaran
tanto tiempo sometiendo a todo un pueblo? Así son las cosas. Los matones
gestionan muy bien la violencia y más si tienen dinero.
Armengol Engonga, desgranó la larga
lista de actividades, de acciones que habían llevado a cabo a lo largo de todo
el año 2017, que ya se diluía en la última hoja del calendario. Sin medios, sin
recursos habían llevado las voz de la disidencia a foros internacionales con el
firme propósito de no dejar mudos a un pueblo atado de pies y manos. Estuvieron
en reuniones en Estados Unidos, donde al tiempo que legalizaban e inscribían el
partido en el corazón del imperio, se reunieron con senadores, periodistas y
grupos de exiliados que agradecieron el gran esfuerzo que hacían con solo
desplazarse hasta el otro lado del mundo. Con mucho empeño, liderado por el Presidente Severo Moto, lograron que los recibieran en las altas
instancias de la
Parecía que nada les iba a frenar y así, contó el vicepresidente, estuvieron hasta cinco veces en Paris para que el corrupto patológico del hijo del dictador no se fuera de rositas. Se presentaron como parte civil en el juicio que Francia instruía contra este sujeto por robo, malversación y bienes mal adquiridos y que era de vergüenza ajena.
Como dijo el presidente; Aquí, no sobra nadie. Hasta allí llevaron un proyecto que puede servir de ejemplo para mitigar la preocupante situación que genera el aluvión desbordado de las migraciones africanas. Tenemos mucho que decir, sentenció Armengol y sabemos que, como ha dicho el Presidente Moto, somos parte de la solución.
Parecía que nada les iba a frenar y así, contó el vicepresidente, estuvieron hasta cinco veces en Paris para que el corrupto patológico del hijo del dictador no se fuera de rositas. Se presentaron como parte civil en el juicio que Francia instruía contra este sujeto por robo, malversación y bienes mal adquiridos y que era de vergüenza ajena.
La cosa no quedaba ahí y destacó el
importante papel que desempeñaba las distintas reuniones de la Junta Directiva
del Partido y la Comisión Permanente que celebraron reuniones, más de
cincuenta, para mantener activos todos los frentes. Una de las acciones y de la
que yo soy participe, fue la presentación de un libro, “A la sombra del Elón”
una historia de una parte convulsa, difícil e increíble, de la vida del Partido
del Progreso y Severo Moto que yo tuve la suerte de vivir y relatar. Bien, el
libro se escribió pero se pudo publicar y ahí está para el que quiera saber de
que pasta están hecho estos guineanos.
Otro de los intervinientes fue Juan
Cuevas, Secretario de Formación que con datos en la mano puso de manifiesto que
el exilio guineano es el más numeroso, en función de los habitantes del país.
Destacó la gran valía de muchos de los dirigentes y se mostró esperanzado con
el futuro. Si los exiliados llegan a Guinea Ecuatorial significará el fin de la
tiranía, de la tristeza profunda que anida en sus gentes y el renacer de una
nueva era que permitirá el desarrollo, no solo del país sino también, de sus
habitantes.
Me gustó mucho la intervención de
Manuel Bang, secretario de relaciones internacionales, que apeló a un Estado de
Derecho donde se respete la Ley y se abra un espacio donde cualquiera pueda
realizar su sueño, su proyecto de vida sin temor a ser detenido, torturado o
asesinado. Normalizar esto es lo que hace grande a este Partido y a los que
allí estaban invitados pues vi representantes de varias de las formaciones más
serias.
Otro hombre de gran predicamento
entre los exiliados, Justo Bolekia pidió unión y un apoyo incondicional a los
que quieren llevar la democracia y la dignidad al pueblo.
Durante toda la mañana se
sucedieron las intervenciones de los demás partidos. Todos seguían con interés
y respeto las palabras de los ponentes. Allí estaba mi compañero y amigo, Ángel
Manuel, que vino acompañado de su hijo que, por cierto, me han dicho que es un
magnífico deportista que despunta con mucho oficio en el baloncesto. Muti,
Damián, sigue igual, inasequible al desaliento a pesar de los golpes que ha tenido
que encajar. Todo un gran tipo del que me siento muy orgulloso de su amistad.
Si hay pobreza que no se note, me
dice el vicepresidente y nos invita a un ágape, un vino español, en el que no
faltó de nada. Todo un detalle y más sabiendo lo que cuestan estas cosas. Juan
Cuevas tiene mucho que decir en esto de la financiación pero su humildad y
seriedad le impiden ser altanero o soberbio. Todo cuesta mucho, me comenta y
más si las ayudas son pocas o nulas. Pero, aunque él no lo diga, se siente muy
orgulloso al ver a la gente feliz y con ganas a pesar de las duras
dificultades.
Es muy bonito cuando cada uno da lo
que tiene. Hasta los hijos del presidente, Severo y Yolanda dejaron sus
trabajos para realizar toda la parte de audiovisuales como entrevistas, piezas
para la tele y una amplia galería de fotos.