CARMEN FERRERAS
La revolución se desató en Túnez y sigue recorriendo como un reguero de pólvora aquellos países gobernados por un dictador. En el continente africano las democracias se cuentan con los dedos de una mano. En cuanto tocan poder, los dirigentes se transfiguran y acaban convertidos en reyezuelos, en autócratas y opresores de todas las cataduras. Guinea Ecuatorial, hoy investigada por blanqueo de dinero en España, es otro de esos ejemplos nada ejemplares. Sólo que los guineanos no harán lo que los tunecinos y los egipcios. Cuando el pueblo quiere, hay que ver lo que es capaz de hacer. Los mejores paradigmas los constituyen hoy los dos países citados.
Lo que no logro entender es el cambio experimentado por los líderes internacionales. Hasta que los egipcios no salieron a la calle y le escupieron a Mubarak su hartazgo y su odio, el entonces presidente egipcio era el gran amigo y aliado, en Oriente Medio, de casi todos ellos: Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, la propia España. Mubarak era un amigo de la paz y, según nos contaban, un magnífico mediador en el problema palestino-israelí. En tantos años de gobierno, treinta o más, nadie en la vieja Europa y en Estados Unidos había alzado la voz para denunciar lo que ahora todos conocemos. Hasta el punto de que, en más de una ocasión se pidió, aunque tímidamente y en voz baja, el Nobel de la Paz para Hosni Mubarak.
No había destino turístico más apreciado que el Egipto de Mubarak. El ahora ex presidente gozaba de la consideración, como ya digo, de buena parte de los líderes de Occidente y de Oriente, Israel incluido. Sin embargo ya ve usted lo que la revolución pacífica de unos ciudadanos que han demostrado tener dos dedos de frente ha puesto de manifiesto. Ni más ni menos la hipocresía que reina en el mundo de la política. Algo que a nadie nos pilla por sorpresa.
Mubarak ha pasado de ser el gran amigo con el que todos querían hacerse la foto, a un apestado, a un enemigo público a quien el cargo le ha reportado pingües beneficios. Dicen aquellos que le han debido echar las cuentas que la riqueza acumulada por el dictador se estima en 50.000 millones de euros, aunque algunos rebajan sensiblemente cifra tan abultada. ¿A cuántos millones ha tocado por año? Le ha merecido la pena, ¡eh!. So semejante pasta gansa fuera repartida entre los habitantes que posee Egipto, tocaban a 600 euros por cabeza que es, a su vez, una pasta también gansa para cualquier familia egipcia ya que con esa cantidad pueden vivir casi un año entero.
Lo malo es que la impunidad ampara a todos estos reyezuelos que se escapan de sus países por la puerta de atrás. Que se anden con cuidado todos los regímenes al norte de África y un poco más hacia el este, monarquías incluidas, porque esta serie de revoluciones concatenadas parece que ya no hay quien las pare. Lo lamentable es si pasan a convertirse en países islamistas como Irán, y la democracia por la que claman acaba siendo un espejismo en medio del desierto.
